La versión del Julio César de William Shakespeare escrita y dirigida por Fernando Sansegundo y que ha tenido su estreno oficial en el Teatro Romano de Málaga dentro del Ciclo Teatros Romanos de Andalucía podría ser interesante si no fuera porque resulta un espectáculo de andar por casa. La premisa del espectáculo, aunque se tarda un rato n descubrir, estaría en la posibilidad de que en vez de ser una confabulación de hombres los que asesinaron a César en el Senado, fue en realidad un grupo de mujeres. Estas, tras alcanzar momentos de poder mientras los varones andaban de guerras, y tras alcanzar cotas de libertad a las que no están dispuestas a renunciar si no es en bien de la República, y ante la inminente autoproclamación de César como Rey y dictador máximo, resuelven acabar con su vida. Es una manera poco fina de solucionar los problemas, pero eran otros tiempos. La idea es que tras esta ejecución, las facciones contrarias guiadas por la viuda dan el gobierno a Octaviano que luego terminaría siendo emperador, y que se deshizo de las féminas anulando la historia y convirtiendo en nombres masculinos a las protagonistas de la revuelta. Algo que no anda lejos de una realidad en la que los vencedores manipulan el contexto histórico para su beneficio. Pues bien lo que podría ser interesante, se queda en eso, en un podría. Lo cierto es que la puesta en escena es bastante simple, y no es que sea mala la sencillez, pero seis bastidores arrastrados a mano por las actrices para crear algún que otro ambiente no es muy imaginativo. Por otro lado el vestuario tampoco es que indique una intención dentro del planteamiento, parece que cada cual se ha puesto lo que tenía para hoy y se ha echado una tela con más o menos gracia en lo alto. Y todo esto hasta podría resultar perdonable ante la carestía de medios, pero es que la dirección está ausente en el espectáculo. Es una lástima ver encima del escenario a un grupo de profesionales tan desorientado. No hay personajes claramente definidos, ni se aprecia un punto de vista femenino en ese intercambio de género del original (que para algo se habrá hecho). La dirección escénica carece de sentido teatral del espacio, cada cual anda por ahí con apenas algunas marcas que además son poco útiles y sucias. Los intérpretes no pueden hacer gran cosa, salvo cuando les llega el momento del monólogo que ahí si hay quien puede lucirse un poco, aunque da la sensación que se lo ha preparado en casa para una prueba, eso sí, con la mejor voluntad.