Una vez me dijo un tipo: «Enhorabuena, aparentas más de lo que eres». Antes de que terminara de pronunciar la última s le espeté: «Enhorabuena, con esa frase ya no hace falta que aparentes nada». Los peores monstruos los crea la falta de talento y la necesidad imperiosa de atención. Pobre hombre.

Esta semana les escribo corneado por un virus que me tiene de la cama al living como diría el maestro Charly García , así que no he podido ir al acecho de pokémons virtuales; solo me ha dado tregua para bajar por limones y bicarbonato para la soda estéreo contra la desmineralización, aunque me ha dado tiempo a pensar algunas aplicaciones con éxito asegurado, como la de súmate a la mudanza más cercana, o píntale a tu madre el techo de la cocina 2.0.

Mientras tanto me distraigo como puedo, viendo en la televisión como se cumple eso de que la realidad supera la ficción; cuando el bueno de Groucho Marx decía eso de «estos son mis principios y si no le gusta tengo otros» al final el señor Rivera se ha apropiado del lema de su amigo Pablo, «unidos podemos», pero con Mariano. Otras veces me distraigo más acertadamente revisando los vídeos de Les Luthiers, con el lagrimón piantado cada vez que veo al maestro Rabinovich aparecer en escena: hay gente que no se debería morir nunca. En una de sus míticas escenas Carlos López Puccio, parapetado en un rosco gigante hinchable a modo de púlpito, arengaba a sus acólitos metido en papel de político dictatorial: «Se piensa que nuestro gobierno es autoritario; que no se piense eso, es una orden». Precisamente ese día que veía el número humorístico del grupo argentino, se cumplía ese ochenta años del número trágico del golpe de estado a la ll República. La televisión se inundaba de manidas frases de no abrir heridas y no remover las aguas fecales del pasado. Eso estaría muy bien si se hubieran sanado las heridas correctamente, llamando a las cosas por su nombre, restituyendo, desenterrando y con justicia de verdad, no mandando a la fundición alguna que otra placa y monumento ecuestre. Una victoria que es restregada en las narices en el día a día con permisividades, banderas y la falta de justicia, como pretenden silenciar a la otra parte... No veo que en Alemania se celebre el día de los cristales rotos, ni que Mengele tenga una plaza en Baviera. Hay cosas que te remueven las tripas con y sin virus.

De vez en cuando le echo una mirada al móvil, donde releo los mensajes de trabajo y me doy de narices de vez en cuando con textos, ripios o no sé qué cosa, vendidos a boca llena con orgullo y maestría, que parecen conversaciones de radiotaxi, jaleados por primos y novietas, unido todo al rock, rocanró o roquerío de Carrasquilla que ya te están dando ganas de pillar la guitarra de palo y echarte a tocar bossa nova en una esquina del paseo marítimo del Palo; creerse rockero por ir disfrazado de Keith Richards es como aspirar al Nobel de Ciencia por aprenderse de memoria las preguntas amarillas del Trivial. En bermudas voy a salir a tocar a este paso. Parece que el virus del cólico en el que vivimos no tiene arreglo ni con una lluvia de bicarbonato y limón; mirémoslo por el lado bueno: a lo mejor algunos buscando pokémons encuentran la personalidad que les falta.

«De cada diez personas que ven la televisión, cinco son la mitad»... Bendito sean Les Luthiers. Discúlpenme pero me voy a tomar otro suerecito a su salud, que la mía está regular.