Edipo Rey, de Teatro del Noctámbulo, es la cuarta entrega de la programación del Teatro Romano de Málaga para esta temporada. La versión de la obra de Sófocles es de Miguel Murillo que firma la dramaturgia junto a Denis Rafter a su vez director de la tragedia. El mito de Edipo parece suficientemente conocido por todos aunque para llegar al asunto más enjuiciado, Sófocles creó una trama complicada que se va desvelando a lo largo de la narración a través de los diversos personajes intervinientes. En esta nueva adaptación prima por encima de todo la figura del protagonista que da nombre a la obra. El héroe se rodea de interlocutores que a veces pasan demasiado a segundo plano -suponemos que para aligerar de páginas el volumen-, pero que ponen demasiado énfasis en una único figura dando a entender que es causa y efecto de los acontecimientos. El coro sin embargo mantiene esa parte de conciencia y voz colectiva omnipresente en la tragedia pero que evita el cara a cara con otros intérpretes. No es que no existan esos enfrentamientos dialécticos y actorales, pero sí están subestimados. De ese modo la definición del Edipo resulta sobrevalorada pues no tiene quien le niegue. En esa tesitura de casi soliloquio hay que decir que José Vicente Moirón (Edipo) se mueve como pez en el agua. Aunque el estilo interpretativo entre él y los demás actores parece venir de lugares distintos; mientras unos se mantienen en una búsqueda del clasicismo académico, Moirón opta por algo más desenfadado, aunque no se aprecia si es por una decisión de la dirección para diferenciar al personaje. Lo cierto es que el conjunto del elenco se mantiene en una calidad apreciable y loable. Hay momentos de hermosos encuentros actorales que bien merecen la pena. Los juegos e imágenes que ofrece el coro en sus participaciones son de los elementos visuales más efectistas; así como la acertada utilización de alturas para dinamizar el escenario. El ritmo ayuda con ligereza a seguir con interés una historia que sí está bien expuesta. De factura, la presentación logra, con sencillez enmarcar las escenas dentro de ese estilo clásico sugerido, y a pesar de que todos sabemos con lo que cuenta el Romano de Málaga en dificultades, ofrece un ambiente coherente y práctico. Sin duda destaca el vestuario por lo prolijo y consonante dentro de esa línea elegida para la puesta en escena. No cabe duda de que el espectáculo consigue mantener finalmente un interés deudor de un nivel artístico realmente magnífico.