He oído, escrito y diseccionado el Revolver de los Beatles hasta la extenuación. Lo he tocado entero, vuelta y vuelta, lo he analizado y leído sobre él, ha sido mi disco favorito desde que empezamos a oír discos en aquel turbio EGB de los jesuitas, lo oía cuando monté mi primera banda y siguió siendo mi mayor influencia hasta hoy. Posiblemente haya sido el disco que más veces compré en todos los formatos (especialmente recuerdo el caso de un músico/productor hace muchos años al que se lo regalé para que se impregnara de su sonido e ideas antes de acometer una grabación. Me consta que ni lo abrió...) Y es el primero que nombro cuando me hacen la pregunta topicazo «¿qué discos te llevarías a una isla desierta...?».

Empecemos por lo chungo pues, como toda obra sublime, tiene sus rugosidades€ y una es su portada. Un dibujo del bajista Klaus Voormann que siendo un gran ilustrador, no es precisamente su obra más inspirada, a lo que sumamos su terrible título, que para mí casi es el peor de toda la discografía. Por lo demás, yo diría que estamos ante lo más grande jamás grabado por seres humanos.

Geoff Emerick, técnico de sonido y responsable en la sombra de buena parte de las innovaciones técnicas (George Martin era el productor y delegaba bastante), recuerda en su autobiografía que empezó a trabajar siendo un crío como técnico beatle y en ese disco precisamente, por lo que no pegó ojo la noche anterior sin esperar lo que se le venía encima. Sabía que los Beatles y George Martin ya habían empezado a utilizar los recursos sonoros de máquinas y cacharrada de la que disponían en la todavía austera Abbey Road para enriquecer las sonoridades, y que ya no se limitaban solo a grabar a una banda contundente de RnR reproduciendo su sonido de directo, pues estos empezaban a pasar de hacer giras en pos de llevar su música hasta lo más lejos que pudieran como hechiceros en su cueva. Y eso asustaba al insomne Geoff.

Pero lo que le espera el día siguiente no lo hubiera imaginado ni en sus peores pesadillas: John Lennon en modo borde habitual decreta que quiere empezar las sesiones del Revolver con un tema propio en un solo acorde que todos desconocen y como único dato comunica que su voz debería sonar textualmente «como la voz del Dalai Lama gritando desde la cima del puto Himalaya». Ringo para ello sugiere un sonido de batería hipnótica cual máquina de demolición submarina. Geoff no sabe por dónde empezar, pues además las normas de Abbey Road por aquellos tiempos, en los que los técnicos aún iban de bata blanca, eran muy estrictas en referencia a la distancia y colocación de los micros frente a los altavoces o los volúmenes de grabación y niveles de saturación, así que hubo que desafiar esas leyes aun a riesgo de que el joven Geoff se quedara sin trabajo.

El tema se llamaba en principio Mark 1 y para conseguir la batería demoledora bajó más de lo normal la tensión de los parches y se arriesgó a aproximar peligrosamente los micros de condensadores a los tambores abriendo al máximo la señal. Hicieron una toma bastante bestia ante el entusiasmo de Ringo y pararon para a ver qué hacían con la voz del Dalai Lama. En un momento de lucidez, a Geoff se le ocurre pasar la voz de Lennon por un leslie: altavoz de órgano formado por dos conos contrapuestos que giran al pisar un pedal aumentando o disminuyendo la velocidad. El efecto es un delirio vocal que entusiasma a un Lennon bastante puesto de ácido que aún sugiere a su vez colgarse él de una cuerda y dar vueltas en la sala de grabación mientras canta, cosa que evidentemente, fue automáticamente descartada. Pero Geoff se ganó sus simpatías, nadie lo había pillado saltándose las rígidas normas y esa noche pudo dormir. Más tarde añadieron ruidos y efectos grabados por ellos mismos en sus mini magnetófonos caseros y ejecutados desde loops de cintas sin fin que se iban abriendo y cerrando aleatoriamente por pistas. Habían grabado Tomorrow never knows, algo así como la biblia o el manual de instrucciones del pop psicodélico, la música electrónica, el punk más retorcido, la música de baile, el tratado básico del sampler y el trip hop. Casi todo el resto de la historia de la música venidera brotando de un solo tema. No está mal para empezar.

Esta anécdota aglutina ella sola el método de trabajo y todo el proceso creativo del Revolver. George Harrison, harto de la política fiscal británica de aquel entonces, escribe Taxman, que junto a la oda lennoniana a la pereza que es I´m only sleeping o la antes citada Tomorrow never knows, están trufadas de solos de guitarra al revés, algo que parece entusiasmarles a los cuatro fumarolas. Harrison, un poquito harto del binomio compositor del grupo, decide que para Love you to traerá músicos hindúes con sus sitares, tablas y dilrubas, por lo que el resto de la banda decide cogerse día libre. Como el día que McCartney les enseña Eleanor Rigby, tema muy Dickens de Sir Paul, donde ningún beatle toca, solo hay un octeto de cuerda y las voces de Paul y John haciendo coros. Por si fuera poco, Ringo no se quedaría atrás: para él tienen preparada Yellow submarine, posiblemente la canción mas popular (¿y peor?) del disco. Aun así es un prodigio sonoro que entusiasmaría a Walt Disney y que rebajaría la edad de la psicodelia a todos los públicos, emparentándola directamente con fenómenos posteriores del psicobabyboom: desde Willy Wonka y Mary Poppins hasta Bob Esponja.

La utilización de recursos del estudio como un instrumento más es pues la tónica general, así como las señas de identidad del disco, que sin embargo no empaña la calidad de las canciones. Además del material antes citado, Paul M. se columpia por un lado entre las baladas magistrales como Here, there and everywhere o la desgarradora For no one y por otro lado por los temas más Kinks: Good day sunshine, la ya citada Eleanor Rigby y el fogonazo soul de Got to get into my life. Lennon, por su lado, además de hacer de Dalai Lama, desarrolla su faceta más tóxica y ensoñadora escribiendo el susodicho himno a la holganza, I´m only sleeping (de mis favoritas); She said, sobre un día en que Peter Fonda no dejaba de darle la plasta puesto de LSD; Doctor Robert, acerca de un dentista neoyorquino suministrador de anfetaminas; y And your bird can sing, su tema que él mas detesta, pero que le mola a Paul Weller y a mi chica.

Aunque McCartney, durante una época, tras publicarse el disco, estuvo paranoico por la afinación del bajo, cabe destacar el sonido de las guitarras (los amplis VOX de 100 w. hacen estragos con las Epiphone Casino y la recién llegada SG), como cabe destacar el tratamiento del sonido de cada instrumento para cada canción. Antes todo era dejar listo el sonido de cada elemento y añadir algún detalle. Ahora no. Ahora disponían de Abbey Road como de su propia casa y aunque las pistas eran limitadas, la cabeza y el ingenio se disparaban. Creo que ese sonido de guitarras, desafinadas o no (qué más da), suena a gloria. Y la ejecución, con sus pifias y descontroles de edición, está realizada con tanta alma y tanto riesgo que se lee claramente la emoción de saber que hacían algo que no se había realizado en la música pop y que conscientemente se estaba llevando a cabo sin límites, como el que lanza piedras en el río hasta lo más lejos que puedan llegar botando.

Creo que tras la visión que dan estos 50 años, lo realmente grandioso del Revolver no es ya el disco en sí: es que está grabado unos meses después del Rubber soul y unos meses antes del Sgt Pepper´s. Posiblemente era una época para eso: para volverse loco haciendo algo que poco antes era impensable y que dos días después se le darían dos vueltas de tuerca y así sucesivamente en constante crecimiento. Demasiado campo libre todavía por arar. Hace 50 años. El verano del amor y todo eso.