­­La sorpresiva muerte de Juan Gabriel ha conmocionado al mundo de la música latina. Artistas de todo el planeta han manifestado su tristeza por el autor de algunas de las mejores páginas del repertorio popular y trasversal de la canción en español, pero muy pocos lo han hecho con el pesar de un joven de Torremolinos que lleva años labrándose su carrera musical en México. «Hoy con dolor en el alma, recuerdo cuando me dijiste: Ayúdame a ayudarte». Así comienza la carta que Jas Devael ha dirigido al fallecido divo de Juárez -en realidad, a Alberto Aguilera Valadez, nombre auténtico del ídolo- y que sirve de epitafio a una historia de apadrinamiento artístico, de admiración mutua, de amistad íntima y, para algunos, de amor inconfeso.

Se conocieron en 2007, cuando Juan Gabriel visitaba Torremolinos en compañía de su gran amiga e intérprete de sus canciones Isabel Pantoja. Allí vio en una TV local a un joven que versionaba con pasión y arrebato Se me olvidó otra vez. El mexicano googleó a aquel chaval y descubrió unos vídeos que le encantaron; le localizó y le escribió por email anunciándole que asistiría a su próxima actuación, en el Auditorio Príncipe de Asturias. Y después del recital sonó ese Ayúdame a ayudarte de la boca de Juanga. Empezó una relación tutor-alumno, que cristalizó en dos discos de estudio de Devael, producidos y arreglados por el mexicano -el primero, Jas Devael, en 2010 y el último, La Diferencia, en 2013-, y una gira de conciertos en las que el malagueño teloneaba al primer espada azteca. Pronto empezaron las especulaciones: varios medios del país hablaron sobre que ambos mantenían una relación que trascendía lo profesional y lo amistoso, rumoreándose incluso que se habían casado en secreto. Ninguno de los dos protagonistas salió al paso de la historia: Devael siempre se mostró muy agradecido con Juan Gabriel y manifestó en múltiples ocasiones «cuánto lo amaba», sin aclarar nunca qué tipo de vinculación íntima había entre los dos músicos. Quizás seguía al pie de la letra esta frase del azteca cuando le preguntaron por su tendencia sexual: «Lo que se ve no se pregunta». Las últimas palabras de la carta de Devael a su padrino artístico han realimentado la palabrería: «Un amigo es para siempre, un amor como tú es eterno. Te amé, te amo y te voy amar siempre. Sólo tú y yo sabemos nuestro amor eterno, ése que seguiré cuidando hasta el día que te vuelva a ver. Tu consentido», se despide el malagueño. Por cierto, El Consentido es la marca artística con la que se promociona artísticamente Jas Devael: ése es el título de su álbum y de su gira.

Nombre real. ¿Quién es Jas Devael? Su nombre real es Juan Antonio Santaella Gordillo y así se presenta: «Se siente muy orgulloso de haberse criado en Torremolinos, lugar de pescadores, tierra amiga, bajo el manto de la Virgen del Carmen y con la defensa de San Miguel Arcángel. Creció en el barrio El Calvario, entre sones flamencos, entre fiestas bravas, cruces de mayo, carnavales, Semana Santa, romerías...». Sigue su biografía: «Su padre dice que con tan solo 4 años le pedía que le montase un escenario en la terraza de casa, cosa que consiguió poco después por su insistencia. Compró lo necesario y le hizo el escenario con luz y sonido. La abuela, su madre y unas amigas hacían las cortinas para el escenario»... De ahí, a Juan Gabriel, quien, por cierto, no sólo le terminó tutelando sino también le bautizó artísticamente: JAS, las siglas de su nombre completo, Devael, el término referido al Dios Ibérico Lobo. De ahí, al MGM Grand de Las Vegas, donde selló su relación artística con Juanga cantando juntos un tema, su paseíllo por la alfombra roja de los Grammy Latinos, la presencia costante de ambos, a su pesar, en el papel couché...

Ahora, el joven de Torremolinos que empezó como un prometedor cantante de copla llora al divo de América. «Como amigo era fiel, incondicional, inigualable. Era todo lo grande y divo en el escenario, pero era mejor en persona», declaró el cantante en el programa Las Tardes con La Bigorra en su primera entrevista tras la muerte de su tutor. «No quería reconocimiento alguno, no quería premios; lo único que pedía era una caja de chocolates: le gustaban mucho».