­José Lebrero, director artístico del Museo Picasso de Málaga, continuará en este cargo hasta 2019. El pasado viernes, la consejera andaluza de Cultura, Rosa Aguilar, anunció su renovación sin dar más pistas al respecto. Tampoco Lebrero quiere ofrecer más información sobre su situación laboral. Una vez aclarado que no piensa responder cuestiones relacionadas con este tema, Lebrero atiende a La Opinión para hablar sobre el futuro de la pinacoteca malagueña.

¿Después de su última renovación anual, se siente satisfecho de haber firmado por tres años?

El pasado viernes, en el Consejo Ejecutivo del museo, la consejera de Cultura, que es la presidenta del Patronato, me ofreció la posibilidad de continuar tres años más, cosa que agradezco y que me hace sentir contento. Cada vez que ha habido una renovación ha sido particular. Afortunadamente, llevo ya siete años trabajando aquí.

¿No cree que tras el éxito de la pasada exposición de Jackson Pollock, la segunda más visitada de la historia del museo, se ha tocado techo? ¿Y que va a ser difícil superar este hito?

Esta nueva etapa viene marcada por la autoexigencia. Poco a poco, este museo viene recibiendo un mayor número de personas. Y todos nos acostumbramos a lo bueno. Este centro tiene una vinculación clara con el turismo y en Málaga estamos disfrutando de un momento turístico de crecimiento, algo que se refleja en la afluencia de visitantes. El nivel de exigencia es mayor porque los resultados son buenos. Y porque el nivel de las obras, los artistas y las instituciones con las que colaboramos es alto. Es el espíritu de los tiempos: estamos contentos, pero sabemos que hay que trabajar más y mejor. Para mí el techo llegará el día que este museo no pueda recibir a más personas por cuestiones de aforo. O el día que no seamos capaces de superar el nivel de las exposiciones y el programa del museo.

¿No teme que esta nueva etapa acabe siendo medida por éxitos pasados?

Espero que no. Además, creo que no toca tener miedo. Toca tener imaginación, buscar alianzas y también aprender de lo aprendido. Esta institución ya tiene 14 años de vida y en eso, en experiencia, le saca ventaja a las nuevas hermanas que han llegado a la ciudad. También es cierto que el mundo del arte internacional está cada vez más mercantilizado. Es un mundo en el que cada día es más difícil conseguir buenas obras y en el que el dinero juega un papel cada vez más importante. Pero más que miedo, lo que hay que tener es un poco de valentía, imaginación e intentar que el equipo de personas que trabajamos aquí sea cada día más eficaz.

¿No se guarda ningún as en la manga para hacer que su misión suba un peldaño? ¿Qué proyectos tiene para el futuro?

No hay un proyecto. Cuando tuve la oportunidad de presentarme al concurso público convocado para dirigir este museo lo hice con un proyecto. El tipo de proyecto que presenté entonces ya no se puede realizar hoy, algo que no es ni malo ni bueno, porque los tiempos y la situación han cambiado. Un proyecto, como documento cerrado, se puede compartir, pero creo que la clave está en que hay que tener un gran sentido de la versatilidad, porque la situación es de una gran incertidumbre, tanto en lo referente a los presupuestos como al público.

El museo trabaja a largo plazo y seguro que ya baraja algunos nombres y están dibujadas las líneas de trabajo a seguir...

Hay una exposición centrada en la figura de Andy Warhol. Se está trabajando en ella, aunque no es prudente hablar mucho porque no se tiene la certeza de que se vaya a realizar. En cuanto a las líneas de trabajo, vamos a ahondar en el estudio de la colección permanente; continuar con un programa de exposiciones a nivel internacional y en colaboración con otras instituciones de primer nivel, tratando de vincular la obra y la figura de Picasso con otros artistas; explorar conceptos relacionados con las nuevas maneras de entender la educación y ver en qué modo se pueden aplicar al programa del museo, e incidir en una dedicación mayor a los espacios digitales... Hay líneas de trabajo y retos por delante.

¿Se le puede acusar al museo de haber abandonado la mirada hacia el universo picassiano en favor de otros artistas como Denis Hopper, Louise Bourgeois o Pollock?

Se puede criticar. Es verdad que siendo una institución que tiene como primera misión profundizar en el estudio de Picasso, tiene que hacer más por estudiar de un modo más riguroso y académico su colección. Ahora bien, también hay que añadir que la yuxtaposición de la obra de Picasso con la de otros artistas nos ayuda a encontrar pistas y conectar movimientos. Y también nos ha ayudado a salir un poco del mundo picassiano, que siendo riquísimo e intensísimo, a veces es muy narcisista.

¿En base a los datos de visitas -la Junta apunta que en lo que va de año ya se han alcanzado los 400.000 visitantes-, sería normal plantear una ampliación?

El museo tiene que crecer. Porque es cierto que está creciendo en muchos aspectos. Y creo que empiezan a faltarle metros cuadrados. En mi opinión le faltan, precisamente, para dar cuenta de aspectos de ese mundo picassiano que no llegamos a mostrar. No sólo en cuestión de tener más obras, que sería magnífico, sino para acompañar los espacios de la colección permanente con más metros.

¿Cree que se hace suficiente en Málaga por dar a conocer a Picasso más allá de la postal y los muñecos con camisetas de rayas?

Esa banalización de Picasso es inevitable e incluso en ocasiones simpática. Pero creo que sería deseable que fuera acompañada de más investigación y estudio sobre su obra. Y no solo se banaliza su figura, también nos preocupa -y no somos la única institución dedicada a Picasso- que se banalice el entorno. No puede ser que los balcones de San Agustín estén llenos de ropa tendida, que las calles estén repletas de anuncios de todo tipo o que casi no haya sitio para pasar a causa de esta invasión de los espacios públicos. Y ahora va a abrir el Museo de Málaga. Y la pregunta es, ¿qué ciudad queremos? Ni un museo tiene que hacerlo todo ni una tienda de souvenirs tampoco. Hay que buscar equilibrios.