Hace cincuenta años la figura de una muchacha rubia sobre un coche descapotable mirando al cielo servía de imagen para la portada de la primera edición de la novela Últimas tardes con Teresa, la obra que consagraría al escritor barcelonés Juan Marsé como la nueva revelación de la narrativa española. La fotografía de la portada ha sido realizada por Oriol Maspons para la editorial Seix Barral, el sello que dirige Carlos Barral y que con el paso del tiempo se convertirá en una de las portadas más icónicas de la historia del libro español del siglo XX.

«La portada -señala el diseñador gráfico Enric Satué- con la figura de la muchacha rubia sin duda responde a uno de los mitos construidos en la España de los años sesenta, el de la belleza nórdica que el turismo ha proyectado ». «Maspons -continua Satué- dio en la diana creando un ´lote´ muy seductor, uniendo la belleza física de la joven modelo y el poder de atracción de la máquina, el flamante descapotable. Si a todo eso añadimos la fuerza evocadora del título de la obra, la composición no puede resultar más acertada».

La protagonista de la portada no es otra que la modelo danesa Susan Holmquist, una joven que el año anterior había ganado en la ciudad de Palma de Mallorca el concurso de belleza Miss Naciones Unidas, uno de tantos certámenes destinados a estimular el sector turístico español en pleno boom. La flamante nueva miss con su título bajo el brazo recala en la Barcelona de los sesenta. La ciudad es la capital de la publicidad y la moda en España, unos sectores que en esos años conocen un fuerte dinamismo y han hecho de la capital catalana la meca de la modernidad.

El rostro de Susan Holmquist rápidamente atrae la atención de los medios publicitarios como imagen juvenil y renovadora. El fotógrafo milanés Gianni Ruggiero, en aquel momento compañero sentimental de la modelo recuerda el impacto de la modelo. «Si visualizamos -señala Ruggiero- la imagen de la mujer española de 1965 y la comparamos con la de Susan Holmquist como modelo galáctica del anuncio de cerveza Estrella del Sur en una marquesina de publicidad de ese mismo año, veremos que hay una ruptura total».

Ruggiero será testigo de los cambios que se producen en la imagen de la mujer española en la década de los sesenta. «En una sociedad y bajo un régimen tan opresivo para la mujer como el franquismo, ser modelo era un plus social. Que fueran más o menos profesionales era secundario. Las modelos extranjeras que venían a Barcelona con sus físicos tan alejados del cliché nacional y su autonomía, el modelo de una mujer liberada, sin duda aportaron un aire fresco en aquel sector de la sociedad y esto era de agradecer, en unos momentos en que las agencias de modelos estaban naciendo en España».

Transformación

Junto con nombres como Leopoldo Pomés, José Maria Solanes, Oriol Maspons y otros, Gianni Ruggiero colabora en la transformación de la imagen de la mujer española en los paisajes fronterizos de la moda y la publicidad. Esa «nueva mujer», sexy, joven y moderna que se promociona en los rostros de modelos publicitarias como Teresa Gimpera o Carmen Romero, más conocida por el nombre artístico de Romy, y musa del modisto Pertegaz. Como señala Leopoldo Pomés, responsable de algunas de las campañas más populares de la historia de la publicidad española del siglo XX, «en la década de los años sesenta la publicidad sin duda fue uno de los medios más importantes en la transformación y al mismo tiempo proyección de una imagen más moderna e independiente de la mujer en la sociedad española».

La figura de Teresa Gimpera anunciando la elasticidad de las media Rodiflex, el «chin-chi-neando» de Romy para el vermut Cinzano, las medias que «llegan hasta la cintura» de la inglesa Margaret Peters, el brandy Fundador de Patty Sheppard o la imagen de la warholiana Nico o Margit Kocsis sobre el célebre caballo blanco de Terry se convierten en símbolos de esta «revolución iconográfica» en la publicidad. El rostro de Susan Holmquist acompaña a esta nueva ola ya sea para promoción de un champú o de una crema de belleza. Su figura, junto a otras modelos, vestirá de sofisticación las películas de la llamada Escuela de Barcelona, el movimiento cinematográfico que nace como alternativa al cine «social» que se promociona desde Madrid y que se caracteriza por su estética vanguardista.

A diferencia de otras modelos de la época, Susan Holmquist acabará dando el salto internacional contratada por la prestigiosa agencia de modelos Eileen Ford, la cuna de las supermodelos, protagonizando las páginas satinadas de revistas como Vogue y Harper´s Bazaar. Un breve idilio con el cantante Joan Manuel Serrat quedará inmortalizado en la canción «Conillet de vellut» donde el cantautor refleja con humor y ternura su frustrado amor con la modelo en el paisaje de la Barcelona de finales de los años sesenta.

Alejada del mundo de la publicidad y de la moda desde hace años, la modelo cultiva una discreción mediática solo rota por alguna aparición televisiva donde inevitablemente se le pregunta por aquellos donde parecía que todo estaba permitido, menos aburrirse, y su figura iluminaba un país que a marchas forzadas salía de la oscuridad del franquismo.