Rama. Land of a thousand dances, de Thomé Araújo, es el segundo espectáculo de Factoría Echegaray. La Rama que se estrenó en el Teatro Echegaray es la heredera de la misma que se estrenó veinte años atrás, o no. Remasterizada en el elenco, en la musicalización y algún cuadro nuevo. Podría decirse que algunos espectáculos resisten el paso del tiempo mejor que las personas. Se ve un espectáculo dancístico -como gusta llamarse a sí mismo en la sinopsis-, que ofrece un gusto estético muy cuidado y al que se somete el conjunto. Esta nueva Rama del mismo tronco surge de unas raíces hispanas que beben de un manantial que se nutre de los tópicos para destilar un aroma a doctrina iconoclasta. Puede que las imágenes de hoy, esas que se adornan con el regusto de la España folclórica, no impacten como en su momento, pero sí contienen la misma crítica a lo que parece que el tiempo no ha conseguido cambiar. Hispania no quiere dejar de ser cañí. Sea como sea, supone un espectáculo de una calidad excelente. Podría decirse que hay algo más que un conjunto de coreografías bien sumadas, porque no es la individualidad de sus elementos la que lo conforma. Más bien hay una totalidad que se sostiene tras la composición musical que mantiene la unicidad del espectáculo. Antonio Meliveo firma una partitura que es la generadora del hilo conductor de la obra. Una magnífica obra dramática musical. A partir de ahí, sin saber el orden real de la creación, todos los demás elementos parecen resultantes de acomodarse a la partitura. Un complemento ideal. Escenografía sencilla de lo que parecen nichos entre los que surgen las danzantes para mostrarnos las coreografías de Thomé Araújo. Magníficas. Envolventes. Que van de lo más contemporáneo al baile español más clásico sin dejarse la una a la otra. Un juego detrás de otro en el que las bailarinas Rebeca Carrera, María José Villar, Patricia Ross y Paloma Hurtado completan uno de los lados de esta geometría de equipo con un gran nivel de profesión. Perfectamente empastadas entre las notas de la partitura, hay momentos bellísimos con los que nos recrean mientras surgen del claroscuro imperante de la paleta de luces que potencia su trabajo. Un diseño de luces que hace primordial y una de las patas del espectáculo, y que originalmente creó Antonio Arrabal. Es esta una obra bella donde cada uno de los intervinientes ha dejado mucho de sí y eso se nota sobre el escenario. Orgulloso se puede sentir el equipo de Málaga Danza Teatro entonces igual que ahora.