Celebra su primer cuarto de siglo en escena. Mantener una carrera al más alto nivel durante tanto tiempo no es fruto de la suerte.

Es, sobre todo, el resultado de mucho estudio y dedicación, pero también de estar atento al instrumento que es la voz, estar pendiente a cómo se desarrolla uno como persona, el físico... Encauzar cada momento en el que te encuentras. Personalmente pienso que no se trata tanto de cómo se aguante o se lleve. Estoy en mi mejor momento, me queda, si me lo permite, mucha cuerda. No se trata tanto de una madurez artística como la madurez personal. Pero lo único que puedo decir es que han pasado muy rápidos todos estos años. Quizás porque cuando uno se levanta cada mañana y piensa «voy hacer lo que me gusta», no hay en ello sacrificio alguno.

¿Cómo evalúa la nueva generación voces nacionales?

Tenemos grandes voces en este país, siempre ha sido así. Cuando empecé daba la sensación de que existía un abismo entre mi generación y la de Jaime Nadal, José Carreras, Domingo, como si hubiese un eslabón perdido. Hoy casi que se solapan, y es algo muy bonito pero a la vez preocupante: va todo tan rápido y la vida es ya de por sí tan acelerada. Creo que el cantante que desea hacer una carrera debe dilatar en el tiempo la voz, cuidando sus descanso, atento a lo que llamo mi laboratorio de la voz. Las nuevas voces podrían ir por esta línea, trabajar intensamente sin dejarse arrastrar por las prisas, el marketing, el ego personal, siendo consciente del valor de ese gran recurso que es su voz y tratando que dure muchos años. Estas generaciones nuevas salen muy bien preparadas pero después hay que sostener lo que conlleva una carrera que es muy intensa, con una presión muy fuerte.

Su repertorio supera holgadamente el medio centenar, y se ha convertido por su evolución vocal en un tenor lírico. Tampoco faltan las incursiones a la caza de nuevos repertorios que descubrir. ¿Es una forma personal de decir qué, cómo, cuándo y dónde?

Sin lugar a dudas, tengo la suerte de poder ofrecerle a mi voz lo que considero en cada momento más oportuno y en la voz no sólo está el instrumento, esta todo tu cuerpo, toda tu mente, deseos, las inquietudes que llevas dentro. He disfrutado de una evolución natural de mi instrumento cuidándolo siempre y ofreciéndole las obras que unas por deseo y otras porque eran más convenientes para abordar con mi voz. La evolución ha pasado de lírico ligero a lírico puro, no pretendo en ningún momento ser spinto. Sería como engañarme a mi mismo, debo ser honesto principalmente conmigo y con mi trabajo para poder transmitir honestidad, profesionalidad y buen hacer. No pretendo firmar ningún récord pero como intérprete también tengo inquietudes y es bueno poderlas desarrollar.

Si el lunes se acompañaba usted de la ORCAM hoy lo hace con el piano de Marco Evangelisti junto a Ainhoa Arteta, otra de las grandes de la escena. ¿Dónde se siente más cómodo, el lied, la zarzuela, la ópera…?

Los distintos géneros que he cultivado me han aportado muchísimo pero también tengo que decir que en mi trayectoria, aunque el mayor repertorio es operístico, dedico mucho tiempo también al recital. Me gusta incorporar canciones en las cuales poder disfrutar de momentos placenteros tanto propios como para el público. Estoy ahora terminando de montar La bella Molinera, que requiere también una gran madurez lingüística, campos menos visitados pero que me gustaría explorar. El recital a piano es algo especial. Puedo decirle que el concierto de hoy recoge un repertorio muy interesante, contando con el acompañamiento de uno de los mejores en este género, Marco Evangelisti. Me une a él una relación de veinte años, es mi repertorista habitual. Hemos trabajado muchas óperas y recitales por lo que la complicidad es absoluta. Confeccionamos juntos los distintos programas.

Hablemos del programa del Cervantes. Hay un poco de todo: Puccini, Bizet, Gustavino, Moreno Torroba... ¿Qué pretenden?

Queremos retratar la diversidad de los distintos géneros que cultivamos. En este caso, con Ainhoa hemos seleccionado dúos plegados a nuestras características vocales y que nos apetecía compartir. El dúo que abordamos de Carmen no lo habíamos pasado anteriormente pero otras piezas sí. El público va a poder disfrutar y nosotros también, porque los recitales a piano nos dan mucha libertad para programar. Ainhoa y yo hemos compartido muchos momentos y pensamientos, maneras de abordar el repertorio; queremos acercar a los oyentes obras distintas que es lo que te permite el recital. Quien no sea de lírica puede disfrutar más de la zarzuela y saborear también la canción italiana, la española o tal vez con las melodías que va a desgranar Ainhoa. Esa variedad sólo te la permite un recital.

¿Piensa que el público más joven ve con distancia el género lírico? Tal vez los nuevos formatos en grandes salas es una forma de acercar nuevos aficionados... ¿Le preocupa esta cuestión?

El público debe partir de la inquietud y nosotros debemos darle proximidad. Creo que es una cuestión de base, debe llegar desde la escuela. De hecho hay muchos teatros que tienen ya una programación específica en esta línea y que gozan de programas pedagógicos en los que se acerca este mundo. Hay que cuidar el público del futuro porque hay medios para hacerlo y en ellos entran los medios audiovisuales, poseen un papel importantísimo. Hay que dar facilidades en este sentido, hacerlo atractivo, cercano. Lo deseable sería que ese relevo que menciona no sólo de artistas sino de público generacional fuese más rápido. La música tiene que tener la misma importancia que las matemáticas, la física o las ciencias. Es maravilloso poder entender la música y entrar en ella.