La lírica posee latido propio, una cadencia que provoca sentimientos a veces encontrados en el oyente pero siempre con la misma afinidad, ese deseo de búsqueda de la belleza pura en la doble dirección que se establece entre el solista y el oyente. De esta forma, aun siendo similar es siempre diferente y no siempre cala de igual manera. El pasado domingo tuvo mucho de esta idea, poco de distancia y en absoluto indiferencia. José Bros, Ainhoa Arteta y el piano acompañante de Marco Evangelisti dieron luz al cielo plomizo del Cervantes cuando hablamos de la lírica, la canción o la romanza de zarzuela, un género este último tan nuestro que hasta el propio teatro se ha permitido renunciar a su producción desde hace años.

Hay una cosa buena en todo esto, y es que la nueva gerencia pudo comprobar en primera persona la capacidad de convocatoria que poseen dos figuras como las que nos han visitado. Todos reivindicamos una temporada con títulos y solistas concretos, veraces y solventes donde también cabe un ciclo de recitales líricos, con continuidad, pero sobre todo que posea el efecto llamada de Arteta y Bros. Tampoco estaría de más el formato de gala junto a la OFM que si bien no tiene la libertad plástica del piano atiende, por otro lado, una demanda real y constatable.

Con el Cervantes hasta arriba inauguraba el recital Arteta con una selección de las Seis Baladas Italianas, de Albéniz, en las que la soprano vasca supo destacar la esencia belcantista y schumaniana que impregnan estas canciones de juventud del músico español; páginas que en la voz de la soprano resultan maleables y evocadoras. José Bros, a punto de cumplir su primer cuarto en la escena, apostaría por Tosti, que de alguna forma mantenía la esencia de la canción italiana inaugurada por Arteta.

Tras las canciones españolas e italianas llegaría el capítulo dedicado al verismo de Puccini, Cilea y Bizet con su inmortal Carmen en los que ambos solistas brillarían en el dúo Parle-moi de ma mère! Antes Arteta dibujaría un Vissi d´arte cargado de emoción. Puccini se pliega en la voz de la soprano hasta transformarse en un cuadro lleno sensibilidad donde la cantante española se maneja con soltura y resolución; el instrumento que posee más allá de su capacidad técnica, conmueve. Fue el instante de los primeros bravos hasta el dúo de Bizet donde las voces de Bros y Arteta marcarían uno de los puntos sobresalientes del recital.

La segunda parte del concierto de ambos solistas tendría como protagonista indiscutible nuestro género, con romanzas y dúos que elevarían el tono con momentos difícilmente olvidables. Destacar la romanza La paloma de Barbieri por Arteta o Bella enamorada de Soutullo y Vert por Bros. Los inacabables aplausos serían correspondidos con tres bises en los que no faltó el aria de la O soave fanciulla que concluye el primer acto de La Bohème y puso el broche a una tarde difícilmente olvidable.