Under The Shadow

Director y guionista: Babak Anvari. Actores: Narges Rashidi, Avin Manshadi, Bobby Naderi, Ray Haratian, Arash Marandi, Bijan Daneshmand. Música: Gavin Cullen, Will McGillivray. Fotografía: Kit Fraser

Todos los años hay una película de terror aupada por festivales indies como el acontecimiento del género de la temporada. Algunas veces la crítica y la máquina del hype aciertan -It follows, ciertamente, es una película extraordinaria- pero la mayoría pasa lo de siempre: que las reseñas positivas suelen ser exageradas, que la cosa no era para tanto. Vamos, lo que ocurre con Under the shadow, que es lo que sucedió con The Babadook, cinta con la que no sólo comparte el ser objeto de múltiples hagiografías. Porque, como le leí a un cinéfilo, Under the Shadow es «The Babadook con velo»: o sea, una madre, su hijo -hija, en este caso- y un fantasma que atormenta al infante, como en el filme australiano, igual, pero aquí con la particularidad de que todo sucede en Irán, mientras la madre sufre su propio infierno simplemente por ser mujer y suenan las amenazas de bombas en las calles. En realidad, más que un filme de terror, Under the Shadow es una disquisición más sobre la terrible discriminación femenina en la cultura musulmana -como The Babadook era un Estrenos TV sobre la maternidad en solitario-. Hay pocos sustos y, casi mejor, porque son fáciles y convencionales, de los de toda la vida. Así que si lo que le atrae de la perspectiva de ver una película de terror iraní es su supuesto exotismo, considere las desventajas de vivir en un mundo globalizado porque esto, la verdad, podría ser un producto de género hecho en los circuitos alternativos de EEUU. Mejor persiga por ahí filmes turcos de Can Evrenol y Hasan Karacadag, más interesantes para el explorador multiculti.

Vale. No funciona mucho como terror. El problema es que tampoco Babak Anvari se muestra especialmente diestro y hondo desentrañando el asunto diferencial ya comentado de Under the Shadow -atención, spoilers-: que el fantasma sea una mujer sin rostro ataviada con un velo y que en la escena clave la madre protagonista se pierda dentro de las telas de la aparición no es precisamente muestra de gran sutileza.