El teléfono vibra, o esa impresión nos da, cuando José Sacristán empieza a hablar desde el otro lado del hilo con esa inconfundible voz suya de terciopelo espeso, como surgida de algún abismo anatómico sin nombre. Voz grave, severa incluso, pero proveniente de un hombre que es todo educación y cortesía, inteligencia, sentido del humor, compromiso, intuimos que paciencia, y sabiduría, mucha sabiduría: vital y, no habrá que recordarlo, teatral.

Don José, un honor hablar con uno de los mejores veinticinco actores del mundo, según el AFI (American Film Institute).

Gracias, pero ya se ha descubierto que ahí, en el AFI, se coló uno de mi pueblo, de Chinchón. El tipo ya está en la cárcel, ha sido neutralizado.

Ya..., pero dígame: ¿No le parece extraño que Al Pacino siga en el tercer puesto de esa lista, que no haya bajado ni uno desde que usted interpreta Muñeca de porcelana?

Le dieron con un caño al hombre...

¿Conoce usted el montaje americano?

No, yo no lo vi, lo vio Bernabé [Bernabé Rico], el adaptador. Y tuve comentarios del representante del señor Mamet, que vino a nuestro estreno. De hecho, me estuvo comentando pormenores del montaje de Broadway y me dijo que le iba a contar al señor Mamet lo que había visto. Y el señor Mamet, generosamente, me envió una carta preciosa felicitándome, y acompañada de un regalo, una pulsera de plata... En fin, todo un detallazo.

¿Sabe si hay constancia de que le haya regalado lo mismo o algo mejor a Al Pacino?

No, parece que no. Hubo ahí sus diferencias, sí... Pero bueno, ya en serio, sería absurdo por mi parte menospreciar la figura de Al Pacino, si lo hiciera sería un idiota.

Muñeca de porcelana explora «la cara oculta de los sueños del mundo, el poder». De hecho, usted comentó que la obra era una colonoscopia al poder. ¿Cree que al poder le duelen las colonoscopias como al resto de los mortales?

El poder siempre teme (y es lo que pasa en este caso) que haya otro poder por encima. No a la justicia, no el tener que rendir cuentas a la honradez. Teme a una fuerza superior. Sí, estos desaprensivos no temen sino el ser devorados, deglutidos por otro poder superior, que es lo que le pasa al tipo este.

Que es el que les arrebata la impunidad en un momento dado...

Sí, pero hay algo terrible, que también está en la obra de Mamet: Estos fenómenos no se producen por generación espontánea, sino en el marco de una sociedad integrada por unos individuos e individuas que, en muchas ocasiones (y España, y Valencia concretamente, es un territorio donde esto se da con bastante frecuencia...) saben quiénes son esos señores y lo que hacen, y vuelven a elegirlos. Lo que Mamet plantea, y lo dice en un momento determinado, es que el mundo está lleno de gilipollas, y muchos de ellos con derecho a voto. No, estos fenómenos no se dan porque el pueblo sea bueno e inocente y los otros unos malvados que no se sabe de dónde han venido. No, no, no, estos nos representan, son los que nosotros queremos que estén ahí.

Quizá también porque muchos medios no ayudan a que la gente abra los ojos...

Claro, por ahí, por ahí. Lo que pasa también es que yo no sé cuándo coño el ciudadano va a alcanzar la mayoría de edad, y ya con ochenta años uno tiene el culo chamuscado de varias sillas eléctricas... ¡Franco se ha muerto ya, joder! ¿El ciudadano va a depender del historial de este o de aquel medio? Lo que quiero decir es que hay responsabilidades, y algunas de ellas son criminales; que lo difícil es encontrar inocentes, que los hay, pero es difícil. ¡Mira lo que está pasando en el seno de la izquierda de este país! Si no asumimos un espíritu crítico y un sentido de la responsabilidad de una vez... En fin, bueno, hablemos de teatro.

Su papel en La muñeca de porcelana se estructura a través de conversaciones telefónicas, de tal manera que se podría decir que es casi un monólogo...

Bueno, hay otro personaje que tiene un papel de vital importancia como contrapunto al protagonista [interpretado por Javier Godino], pero sí, efectivamente, la mayor parte de la obra trascurre a través de conversaciones telefónicas.

Lo remarcaba porque Al Pacino dijo en su día que ese papel era muy difícil, mientras que tengo entendido que usted opina que no es tanto el papel como la técnica que requiere, en la que también influye la edad del actor.

No exactamente. Vamos, si en algún momento apareciera el menor síntoma de que la edad va a interferir entre mi trabajo y yo, ten por seguro que no me subo al escenario ni me pongo delante de una cámara. Es una cuestión técnica, una cosa puramente mecánica, porque cuando tú hablas por teléfono nadie te da el pie, tú tienes que inventarte la conversación. Es algo puramente mecánico.

Partiendo de La muñeca de porcelana, ¿cree que el poder visible, el ejecutivo (político, económico, religioso...), es implacable y anula siempre la voluntad humana?

Bueno, esa pregunta tendría que contestarla el señor Mamet... Lo que está claro es que en esta obra mi personaje es una especie de Frankenstein construido con retales de todo tipo de ser humano. De hecho, al terminar la función mucha gente comenta: «¡Qué cabrón, al final se nos hace simpático!». Claro, porque todo ser humano, poderoso o no, tiene sus razones. Absolutamente nadie es de una pieza. Y lo que distingue a los grandes autores de los que no lo son tanto, es que no construyen arquetipos monolíticos. Este de Muñeca de porcelana es un ser perfectamente reconocible en sus cosas siniestras y también en sus aspectos más humanos y normales. Fíjate que a muchos, y volvemos otra vez a lo de la clase política en nuestro país, hay políticos que nos parecen unos chorizos, pero, sin embargo, al vecino de al lado, que es poco más o menos como tú, le parecen gente cojonuda.

¿José Sacristán se lleva algo de este Mike Ross inventado por Mamet al salir del escenario?

No, no es mi caso. Hay actores o actrices a los que sí les ocurre algo de eso, no sé si por el método, el contramétodo o el paramétodo... Pero a mí, no. Yo, como decía López Lagar, me pongo la gorra cuando entro en el escenario y, cuando salgo, me la quito y me voy a mi casa. Lo que sí ocurre con personajes que merecen la pena, como este, es que en el tránsito hay un curioso intercambio de fluidos. Este Mike Ross tiene cosas mías, qué duda cabe, y yo encantado de dárselas, porque, si no, no me lo paso bien. Hay siempre un guiño entre el personaje y el actor, repito: cuando el personaje merece la pena, porque hay cosas que se hacen para pagar el recibo de la luz, y yo encantado de hacerlas.

¿Alguna de esas cosas suyas que le da a Mike Ross?

Yo no sé si soy buen actor, pero sí presumo de ser una buena correa transmisora, de manera que cuando yo cuento cosas, la gente se las cree. Entonces, hay cosas de este personaje que a mí me importa acercárselas a la gente, porque (no he hablado con Mamet de esto, pero creo que está implícito en el texto), momentos en los que este hombre manifiesta una manera de sentir y de ser que yo no tengo ningún reparo en prestársela.

Volviendo al poder, ¿usted utiliza de algún modo su presencia en el escenario para golpearlo?

Si desde un escenario se pudiera golpear al poder, ya debería estar aniquilado. Yo, por supuesto, disfruto al poner sobre el escenario ciertos asuntos y contar ciertas historias que tienen que ver con lo que nos pasa. Pero, volviendo a los grandes autores, y Mamet es uno de ellos, sin hacer el trabajo que le corresponde al ciudadano. No, yo tengo que opinar, manifestarme, votar, y si llega la ocasión, dar la cara. Pero como ciudadano, no por mi condición de actor. Con Franco, sí, porque no había otra tribuna, pero ahora, no; ahora puedes hacer cosas, al margen de la ley mordaza esa de los cojones...

Dice que disfruta con su trabajo. No hace mucho, una compañera suya me comentaba que en los platós de televisión, grabando series, era usted quien más animaba y ayudaba a sus colegas más jóvenes.

Bueno, es un privilegio para mí el llevar sesenta años en esto y que mi vida y mi trabajo marchen juntos. Desde crío, y la andadura no ha sido fácil, pero la verdad es que yo no sé entender la vida si no es a través del amor a mi trabajo, sí.

Desde crío.. Disculpe una pregunta de Wikipedia. Dicen que cuando estaba haciendo la mili en Melilla, dejó el oficio de mecánico para seguir la vocación teatral.

¡No hagas caso de la Wikipedia! No, yo desde niño ya quería ser actor, lo que pasa, ¡joder...!, empecé a trabajar de mecánico a los trece años porque había que ayudar a la economía familiar: vivíamos en una habitación con derecho a cocina, era el mundo del gasógeno, mi padre en la cárcel..., ¡la hostia! No, lo que pasa es que yo me preparé los dieciocho meses que me tocó en Melilla, leí todo lo que pude, porque mi idea era, y así sucedió, no volver al taller al regresar de la mili.