Soy un firme defensor de bastantes películas de Rob Zombie -su música, tanto con White Zombie como en solitario, es otro cantar-. John Carpenter puede decir que su reimaginación de Halloween le quitó «lo místico» a Michael Myers -o incluso llamar «pedazo de mierda» a Zombie- pero a mí me parecen dos estimulantes remakes, idas de olla incluidas. Aunque los dos mejores filmes del cantante son The Devil´s Rejects -thriller sureño, con una épica crepuscular a lo Peckinpah- y Lords Of Salem -la película por la que será recordado, por su atmósfera extrañamente perturbadora-. Por eso, que 31 sea algo tan torpe, ramplón y complaciente consigo mismo hace hasta que me enfade con él -¿Cómo es posible esta impericia cuando has firmado cosas tan atractivas? ¿Ha dejado de tener suerte?- y, claro, conmigo mismo -¿Estuve obnubilado de alguna manera cuando vi sus anteriores películas y me he dado cuenta ahora?-. La cosa es que este survival con el que el amigo Zombie se autohomenajea a sí mismo, a su estética y a su forma de concebir el cine, es, sobre todo, convencional y aburrido: su look grotesco ya no mueve ni un pelillo del cogote en una sociedad como ésta en la que cualquier colgado sale a la calle disfrazado de payaso demoniaco para fardar en Instagram y YouTube; la fotografía y el montaje, efectistas y caprichosos, demuestran que alguien ha faltado aquí en el control de calidad... Parece una de esas cosas cutrillas firmadas por un Darren Lynn Bousman, por ejemplo. Menos mal que Richard Brake, pasadísimo de rosca como Doom Head, es el único capaz de aportar la fisicidad y la demencia que requería esta, ejem, historia.

Otra decepción, pero muchísimo más leve, me la procuró The Wailing -en España se titulará El extraño-, una de las cintas que más y mejor está paseándose por los festivales de género de medio mundo. Normal: detrás está el grandísimo Hong-jin Na, uno de los surcoreanos más talentosos del momento, responsable de cintas memorables como The Chaser y The Yellow Sea, modélicos thrillers que procuran arritmias cardiacas al más pintado. Pero en The Wailing se le ha pasado la mano: el metraje es exagerado -las 2 horas y 36 minutos no están justificadas- y la historia carece del interés y atractivo suficientes -por no hablar de su resolución: rápida y anticlimática-. Eso sí, a ver quién es el guapo que le pone un pero a las capacidades como realizador de este hombre: sólo por la escena del exorcismo merece la pena pasar por taquilla.