Parecía imposible, pero Omega, el mítico disco que grabaron Enrique Morente y Lagartija Nick en 1996, vuelve a los escenarios. Tres únicos conciertos, en Valencia, Madrid y Barcelona, para conmemorar el vigésimo aniversario de una obra maestra imperecedera. «El origen es una propuesta para participar en el ciclo Club Alhambra Reserva 1925», explica Antonio Arias (Lagartija Nick). «Pero una cosa es hacer un evento de marca y otra montar Omega, un Saturno que devora todo lo que se le pone por delante. Surgió de manera espontánea con Estrella, Soleá y José Enrique ´Kiki´ Morente, hace dos años, en un concierto solidario en apoyo de los agricultores de la Vega granadina y quedó muy bien, pero no es lo mismo que cuando el motivo es puramente económico, ya que resulta más complejo. Y sin Enrique, no te digo nada». Es, evidentemente, lo que más choca, ya que el legendario cantaor es uno de los pilares del disco. «Funciona porque el repertorio tiene una gran carga emocional. Estrella estaba desde el primer día en el proyecto y lo conoce a la perfección. Soleá tenía nueve años y Kiki, cinco. Es muy emocionante. Se trata de revivir el repertorio y darle la importancia que tiene. Esas fueron mis consideraciones para hacerlo».

Así, veinte años después, se cierra el círculo de manera definitiva. «Omega es una historia de falsos finales, y este es otro de ellos. Cuando nos reunimos en 2007 dijimos que sería la última vez. En 2010 murió Enrique, pero este aniversario lo hemos cuidado mucho, aprovechando para sacar a la luz material inédito. Cada día recibimos ofertas y llamadas, pero no creo que hagamos una gira».

La gran paradoja es que Omega, poema para los muertos, nunca haya dejado de resucitar. «Es cierto. Es un proyecto cataléptico. No estaba muerto, estaba de parranda (risas). Estoy convencido de que la razón última es nuestra pasión, la de Morente y la de Leonard Cohen por la obra de Federico García Lorca. La muerte aparece abordada de mil formas en el disco de manera conceptual, pero hace unos años que ya no es una metáfora. Mi hermano Jesús, Enrique, Cohen€» De hecho, el fallecimiento del cantautor canadiense ha sido «un último golpe que hemos sentido muy cercano. Hay gente que incluso nos da el pésame. Se vinculó mucho al proyecto. En el documental se ve que cuando le llega el disco empieza a llamar a gente de la radio para dar entrevistas y promocionarlo. Fue muy cercano y aportó una gran espiritualidad al disco. Omega nos inmortaliza a todos».

Las celebraciones a raíz del aniversario de un disco tan importante permiten a Arias echar la vista atrás y recapitular sobre el trabajo realizado. «Lo que más me ha interesado, y llevaba acariciando varios años con la compañía y la familia, era recuperar el material inédito, porque hay muchísimo. Revisar los archivos de estos veinte años era muy atractivo, porque Omega es tanto lo que quedó dentro como lo que quedó fuera, con canciones como Un cantaor debe morir (versión de A singer must die, de Cohen). Se vuelve a redimensionar el trabajo del disco al sacar algunas demos, como la primera que hicimos en 1995, y que provocó que nos echaran de Sony. Todo fue muy violento en la última etapa del disco, pero si aguantabas, salías reforzado. Hubo muchas trampas. Durante la última semana, la compañía quiso eliminar las canciones de Lagartija Nick. Me llevaron a Madrid para agotarme mental y físicamente y que abandonara esa parte del repertorio, excepto Omega, que daba título al disco y era la única que les convenía, pero querían borrar lo demás y hacer un álbum de flamenco de última hora. Pero eso no podía ser, porque la decisión ya estaba tomada por parte de Enrique y del grupo. Aunque hubiese un ambiente tan beligerante en aquella época, ya estaba decidido. ¿Qué sentido tenía echarnos atrás?».

No lo hicieron, y pese a la incomprensión con que se encontró en el momento de su aparición, el disco fue creciendo hasta convertirse en la obra de referencia que es hoy en día. «A partir de 2007, cuando Enrique adquirió los derechos, tuvimos varias reuniones para darle continuidad. La idea era revisarlo, remezclar algunas cosas e introducir Un cantaor debe morir, que siempre fue una asignatura pendiente y se quedó fuera por la presiones. Estuvimos algunos años detrás de concretarlo, pero teníamos el hándicap de que todos los multipistas de la grabación en Madrid se perdieron. Por otro lado, eso nos daba ahora la oportunidad de partir de todo lo que se había hecho en Granada y ponernos a trabajar con ello. En mi opinión, era mejor, porque se podía hacer una labor muy respetuosa con Enrique y con la obra. La familia también quería, ya ha pasado un tiempo prudencial de duelo y era una ocasión de que pudieran escuchar, disfrutar y ver con otros ojos el material».

Una familia, los Morente, con Aurora, viuda de Enrique, a la cabeza, con la que no siempre es fácil alcanzar acuerdos. «Una cosa es la relación de amistad, que es intocable, porque a los niños los conocemos desde pequeños, y Aurora y yo somos amigos desde hace muchísimos años. Pero conjugar eso con actuar, organizar las cosas, que me den libertad para decidir... Eso es delicado. Y luego tocarlo en directo, con lo que supone una producción de estas características. A nivel artístico, continúan siendo dos mundos aparte. Musicalmente no tienen nada que ver, aunque en este repertorio funcionan, y gracias a eso sobreviven. Siempre que nos abandonemos al abrazo a Enrique y a la obra, las cosas saldrán adelante. Pero es muy complicado».

Queda por ver cómo han asimilado los hijos de Morente el legado del disco. La respuesta, el día 1 de diciembre en Valencia. «Ya tenemos hilvanado el repertorio. Soleá canta varias de las canciones inéditas, como Esta no es manera de decir adiós (Hey, That´s No Way To Say Goodbye, de Leonard Cohen), que también incluyó en Tendrá que haber un camino, el disco en solitario que sacó en 2015. Además, interpreta Dama errante y Pequeño vals vienés. Con Estrella tocamos Aleluya y Manhattan, mientras que Kiki tiene Omega y Vuelta de paseo, y también participa en Manhattan y Aleluya. Lagartija Nick hemos preparado una versión alucinante de Niña ahogada en el pozo. El repertorio aguanta, porque la primera parte, tal como se estableció desde el principio, es puramente flamenca, y va generando una emoción contenida que, transcurridos cuarenta y cinco minutos de espectáculo, se libera cuando sale la banda con Omega. Funciona muy bien, porque es algo que tenemos muy interiorizado».

Sea o no la última vez que interpreten las canciones, será una nueva oportunidad de escuchar en vivo un repertorio que cambió la historia de la música popular en España.