La Zahara que antes pasaba un poco desapercibida en la prensa musical, ahora gana terreno rápidamente. ¿Cómo administra el creciente interés en tu obra?

Agradezco la atención, y sobre todo me gusta que se entienda lo que hago y se valore. Creo que durante un tiempo acarreaba una maleta llamada Vuelta Ciclista, Universal, Cuarenta Principales que no me representaba en absoluto, pero que era la única carta de presentación de cara a muchos medios. He necesitado que pasara un disco, montar un sello discográfico y dar un puñetazo con Santa para llamar la atención de otra manera. Pero, hey, bienvenidos aquellos que se acerquen a escuchar.

Atrás quedó la pose de chica pop y el mundo de piruletas. ¿Le gusta combinar esa actitud o esa presencia más infantil, más ñoña, con canciones duras?

No es que me guste, es que creo que la dualidad es una característica del ser humano. Todos tenemos algo de dulce y de amargo, de enérgico y de lánguido, de artista y de público. El problema fue que se entendía como una pose, y además solo se prestaba atención a las piruletas y se obviaban unas letras duras y una actitud irónica ante todo eso. Me di cuenta de que muchas veces solo llega una primera capa del mensaje, y que si quieres que se entienda la obra completa no puedes ser tan sutil.

¿Con quién formaría una pareja tóxica, musicalmente hablando?

Una de mis parejas tóxicas musicales favoritas es Santi Balmes. Creo que formamos un equipo muy interesante en el escenario, tanto para el público como para nosotros.

Sabemos de su agitada vida en las redes sociales; ¿cómo vive esta relación tan directa fan-artista? ¿Cree que Twitter es el fin de las superestrellas inaccesibles?

Me gusta que exista una comunicación con mis seguidores más allá del concierto. Creo que, precisamente gracias a Twitter, han podido conocerme más y entender mejor lo que hago. Saben mis opiniones políticas, que soy feminista, que tengo un sentido del humor bastante sarcástico... Y gracias a eso han entendido mejor lo que sucede en el escenario. El concepto de superestrella a mí se me queda muy lejano, y creo que hoy en día casi a cualquiera. Quiero decir, no vivimos en los 80 en los que no saber nada de tu artista formaba parte de lo que te generaba amor y curiosidad hacia él. Ahora sabes que detrás del personaje hay una persona y el público valora que así sea.

Existe una conexión entre sus canciones y el público LGTB que pocas veces hemos visto. ¿Tiene una explicación? ¿Hasta qué punto las redes sociales le han ayudado a darte visibilidad?

Es un tema recurrente entre amigos, porque no lo tengo muy claro. Me encanta, pero no sé a qué se debe exactamente. A veces pienso en el concepto de diva. En mi caso, una diva muy de andar por casa que, aunque sea de las que se tropiezan, hacen chistes sexuales en el escenario…, no deja de ofrecer espectáculo, del que sea. Creo que eso es lo que les engancha.

¿A quién le dedicaría Caída libre?

Ya está dedicada, y es a Marta Gon, la chica que me salvó la vida aquella noche en Albacete bailando entre los feriantes de la discoteca Lo Divino.

Su último disco se llama Santa, ¿Alguna vez ha sido una chica rebelde? Dicen que el mundo de la fama invita a llevar una vida más peligrosa.

En mi caso podría decirse que soy bastante sosa. Me levanto a las siete y media de la mañana, me acuesto a las once, hago deporte, no bebo alcohol ni fumo, estoy casada y soy ordenada y trabajadora. De niña era bastante obediente. Solo recuerdo una época más rebelde con veintipocos, pero más porque estaba mediodeprimida y salía para olvidar mis tristezas que por dedicarme a la música.

Además de ser santa, ¿Zahara tiene otra faceta más justiciera?

Jajaja, sí que tengo un sentido de la justicia bastante exacerbado, y sufro mucho ante la falta de ella, pero la venganza, que no justicia, me la tomo con mis canciones. Me gusta imaginar a aquellas personas que alguna vez me han jodido escuchando mis canciones pensando en cuál hablará de ellas.