La inauguración del Museo Provincial de Bellas Artes en La Aduana de Málaga quizás sea una oportunidad para reflexionar sobre la política cultural de la Junta de Andalucía. En esta España que ha sufrido miseria, excesos y de nuevo pobreza es una gran noticia recuperar un bello edificio como el de la Aduana, con esas magníficas palmeras washingtonias. Y lo es también exhibir la colección pictórica, y los fondos arqueológicos, almacenados durante demasiado tiempo. Pero la alegría de estas noticias no puede dejar de cuestionar las formas y los métodos de su ejecución. El ministro de Educación, Cultura y Deporte le entregó una llave a la consejera de Cultura de la Junta. Se hicieron la foto y nos lanzaron la promesa de su pronta puesta en marcha. Sabemos que se inaugura el Museo, pero que el camino hasta esta fecha no ha sido tan transparente como los manuales de buenas prácticas recomiendan. En 2006 se nombró a dedo como directora a María Morente del Monte, funcionaria de la Junta desde 1986, y entonces con un pobre curriculum para este importante museo, con un presupuesto de 2,5 millones de euros al año. Y aunque confiamos que la directora esté a la altura del cargo, de nuevo la falta de transparencia de la Junta planea sobre sus instituciones, y nos recuerda que no siempre reconoce la valía del mejor, y que sus acciones responden más veces a cuestiones políticas que reales.

Si revisamos las actuaciones de la Junta en otras situaciones parecidas y recientes, tenemos por ejemplo el C4, Espacio Andaluz de Creación Contemporánea en Córdoba. Un gran edificio vacío. Más de 12.000 metros cuadrados construidos desde 2013 y sin actividad, aunque sí genera importantes gastos de mantenimiento. La consejera de Cultura de la Junta, Rosa Aguilar, que era la alcaldesa de Córdoba cuando comenzaron las obras, en 2008, está ahora prometiendo la apertura del Centro para antes de que acabe el año, pues ésta era la gran apuesta de la Junta para que Córdoba fuese Capital Europea de la Cultura en 2016. Parece que el año se acaba, y el espacio sigue sin tener funciones ni proyectos definidos. Un cascarón vacío que recuerda la crisis del ladrillo y la facilidad con la que los políticos despilfarran el dinero de los contribuyentes. Otra propuesta de la Junta se centra en la producción y difusión de cultura en toda la Comunidad, como el programa Desencaja, que fomenta el Instituto Andaluz de la Juventud. La última convocatoria de 2015 concede tres proyectos ganadores a los que les promete 5.000 euros en concepto de adquisición de la obra, y «una exposición y un catálogo sobre dichas obras y el proceso de creación de cada una de ellas». Pero la realidad es que este premio no está asociado a ningún lugar, y ya hace varias ediciones que no se muestran los proyectos ni se realizan los catálogos. Pero para conseguir los objetivos de 2016 desde hace unos meses se hacinan en las salas de la Sociedad Económica las piezas de varias ediciones, y lo que parecía una gran oportunidad para los jóvenes artistas premiados, se ha convertido en una tortura y fuente de gran malestar. De los catálogos aún no se sabe nada. Otro fiasco parecido ha ocurrido este año con Iniciarte. Un programa que «nace con el fin de facilitar e impulsar la producción y la innovación artística». Este verano, justo a finales de julio amenazaron con cerrarlo, pese a que había proyectos subvencionados pendientes de exposición. La presión de los medios de comunicación y las redes sociales llevaron a los responsables a confesar un error, que no su cierre, de momento. Pero acaba el año, y los artistas que están esperando exponer en el Palmeral, ya han recibido la amenaza de que van a ser cambiados de ubicación, y quizás también de fecha, en una dinámica que parece imitar la de Desencaja. La realidad es que ninguna de estas propuestas está asociada a un espacio propio de la Junta, y los responsables se quejan del coste del alquiler de salas como la de El Palmeral. Pero la gran pregunta es cómo si la Junta tiene dos magníficos espacios en la ciudad, primero el Museo Picasso y ahora la Aduana, por qué no utiliza salas adecuadas de estos edificios para las propuestas de promoción del arte joven. El cuidado y la divulgación del arte antiguo no están reñidos con la promoción y difusión del arte contemporáneo.

Esperemos que este nuevo museo no sea la charca del Serengeti al que se acercan turistas nerviosos como la gacela Thomson, sedientos, mientras los bares y restaurantes de los alrededores se relamen. En Málaga hay público para los museos. No necesitamos que los construyan para los hosteleros y/o los enchufados del régimen.