Han sido casi veinte años de vagar por almacenes. Pero las obras de arte claman por ser vistas, porque el arte necesita de los ojos del espectador para completar su existencia, así como los versos necesitan de los ojos del lector para darles vida. Quevedo lo dijo muy bien en famoso soneto, cuya primera estrofa reza:

«Retirado en la paz de estos desiertos con pocos, pero doctos libros juntos, vivo en conversación con los difuntos, y escucho con mis ojos a los muertos».

Los cuadros y las piezas arqueológicas de nuestro Museo han estado dormidas demasiado tiempo. Con gran entusiasmo y aún mayor esfuerzo sus responsables han mostrado algunas obras de vez en cuando en pequeñas exposiciones, como para mantener la memoria viva, para hacerlas despertar del sueño, aunque solo fuera temporalmente. Pero el grueso de las existencias del Museo, la parte importante de sus colecciones, no tenía espacio suficiente para ser expuesta.

Ya están aquí y lo hacen en el mejor lugar posible, el Palacio de la Aduana, cuya historia se ha constituido en una en una metáfora del rumbo que la ciudad ha tomado en las últimas décadas. En el mejor edificio civil de la ciudad se han ubicado muchas y diversas actividades administrativas y ahora todas ellas ceden para dar paso al uso cultural. Por instalaciones y espacio será el Museo más importante de Andalucía y uno de los más importantes de España.

Cuando, hace ya ciertos años, algunos hablaban de la posibilidad de una Málaga cultural, en los más se esbozaban sonrisas de incredulidad, cuando no de indisimulada ironía. Esta ciudad parecía no estar destinada a ello, el peso de las «ciudades históricas y monumentales» que nos rodeaban casi impedía que se pudiera ver a Málaga como destino cultural.

Pero hubo mirada estratégica, voluntad ciudadana y, al final, también voluntad política. Estratégica, porque ahí están los Planes Estratégicos de la ciudad y sus sucesivas revisiones para comprobar que ese modelo de ciudad era una aspiración común. Voluntad ciudadana, porque difícilmente en la historia de España se ha puesto en pie una ciudad entera, y hasta por cuatro veces, pidiendo que esa Aduana fuese para Málaga y precisamente para ese Museo. Y con él para la Academia, que era el origen y clave de aquel. Y voluntad política porque, a pesar del diferente signo de las Administraciones actuantes y a pesar de que hemos atravesado una pavorosa crisis económica, se ha llegado a hacer realidad el Museo de Málaga. Se añade, así, a la oferta cultura de la ciudad, un eslabón excepcional de la cadena. Además del Arqueológico, con su colección muy enriquecida en los años de travesía silenciosa, tenemos una de las mejores colecciones de pintura del XIX que existen en nuestro país. Sin olvidar los significativos conjuntos de las vanguardias históricas de la primera mitad del XX y la pintura, especialmente malagueña, de la segunda mitad del mismo hasta nuestros días. Buena parte de la colección del XIX pertenece a la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, que la tiene cedida al Museo de Málaga. Otro tanto ocurre con las obras que los pintores académicos van cediendo a la propia Academia y que ésta deposita en el Museo. Fue la Institución académica la que, casi desde su fundación en 1849, luchara por el Museo, lo que terminó por conseguir en 1916; siendo encargada por el Ministerio para la constitución del mismo; que inicia su colección con cesiones que la Academia hizo de obras de los académicos y de las colecciones de éstos, donadas por ellos a la Academia y que ésta cedió en depósito al Museo; donde aún continúan. Por ello la Academia tendrá su sede donde naturalmente le corresponde: en el mismo edificio de la Aduana. Porque Museo y Academia tienen una naturaleza común, en tanto la una fue el origen del otro y ahora han de continuar esa marcha unidos.

Y una reflexión final. El Museo de Málaga nació como museo de arte contemporáneo, ya que los pintores lo que donaron a la Academia para que las cediese al Museo fueron sus propias obras y sus colecciones, esencialmente de pintura de la época. La mirada plástica del Museo fundacional no se dirigía pues al pasado, por lo que ahora el Museo de Málaga debe incidir también en la pintura actual, en la magnífica pintura malagueña y con Málaga relacionada que va desde la segunda mitad del XX hasta nuestros días (y los futuros). Debe convertirse en el gran lugar artístico de los siglos XX y XXI de la ciudad. Del XXII, ya hablaremos.

¡Enhorabuena a todos los malagueños! Con el deseo de que para visitar el Museo de Málaga pongan tanto interés e ilusión como la pusieron para pedirlo.

*J. M. Cabra de Luna es presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo