Debía de ser una visión sorprendente la de Málaga desde el mar en el siglo XIX. Eso es lo que cuentan los viajeros románticos que entonces llegaban por barco. En numerosas ocasiones citan la imagen de la bahía, con sus blancas casas, arropada por las cercanas montañas y una colina, coronada por un castillo árabe, hasta cuya falda llegaban las olas. La fachada litoral sin la existencia aún del parque permitía apreciar mejor los dos grandes edificios, la Catedral y el Palacio de la Aduana. Los grabados, y después fotografías, que nos ofrecen una visión de esta zona permiten apreciar el volumen rotundo de éste último. Inaugurado en 1829, sin embargo, no aparece citado en las apreciaciones de Henry David Inglis, Spain in 1830, ni en la de la mayoría de los viajeros que pasaron entonces por la ciudad y dejaron sus recuerdos por escrito.

Este destacado edificio, de más de 18.000 metros cuadrados construidos, será la sede del Museo de Málaga con sus dos secciones, la de Bellas Artes y Arqueología. Ambas surgieron bajo historias y tiempos diferentes puesto que fueron museos distintos. Fue la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, la que solicitó, desde 1866, la creación de un Museo Provincial de Bellas Artes. Su aprobación llegó en 1913 y tuvo su base en el Palacio de Buenavista, a partir de 1961 y hasta 1997, año en que abandonó este edificio. El Museo Arqueológico Provincial fue creado por decreto en 1947 e inaugurado dos años más tarde. Su origen físico fue otro noble edificio de la ciudad, la fortaleza de la Alcazaba, cuya restauración había impulsado Juan Temboury, a la sazón delegado de Bellas Artes y posteriormente Concejal de Cultura, y quien se encargó de impulsar que la antigua fortaleza árabe acogiera al nuevo Museo Arqueológico. Para la exhibición de las piezas se escogieron las estancias palaciegas donde se mostraron los hallazgos que habían reunido los Marqueses de Casa-Loring a lo largo del siglo XIX y quienes crearon el primer museo de la ciudad. Junto a estos restos, la institución ha llegado a recopilar cerca de 15.000 piezas que ponen luz a un amplísimo arco cronológico que se inicia en el paleolítico. Muchas de ellas son producto de otros hallazgos y yacimientos de la provincia, algunos producidos en fechas recientes. La colección se compone de objetos prehistóricos pertenecientes a los asentamientos humanos en cuevas como la de La Pileta o la Victoria, restos fenicios, bustos y mosaicos romanos, objetos árabes, procedentes, entre otros, de las propias excavaciones de la Alcazaba y obras de procedencia medieval. Algunas de estas piezas serán una novedad para el gran público que no ha podido tener acceso a ellas en los últimos años al estar el Museo cerrado. En esta sección destacan, entre otras, la Venus de Benaoján, encontrada en la Cueva de la Pileta, un escarabeo de oro, encontrado en 2012, en un enterramiento fenicio en Málaga o el Mosaico romano del Nacimiento de Venus, datado en el s. II d. C.

En cuanto a la colección de Bellas Artes la representación es amplia y consta de unas 2.000 piezas. Destacan un Ecce Homo y Dolorosa de Luis de Morales, una Dolorosa de Pedro de Mena del s. XVII, o la Adoración de los Pastores de Antonio del Castillo, s. XVII. El conjunto es especialmente rico en las obras del siglo XIX, de tal manera que, junto a la colección del cercano Museo Carmen Thyssen, sitúa a Málaga como una de las ciudades con mejor representación artística de esta centuria. Obras de Federico de Madrazo, Esquivel, Vicente López o Ramón Casas y una muy buena presencia de la Escuela Malagueña de pintura, Carlos de Haes, Antonio Muñoz Degrain, Moreno Carbonero, Enrique Simonet, José Nogales o Bernardo Ferrándiz que reflejan la labor de una burguesía influyente y cosmopolita y la bonanza económica, breve pero intensa, de la ciudad en esta época. Algunas de estas obras son auténticas piezas de referencia como Y tenía corazón de Simonet, 1890, el Milagro de Santa Casilda, 1892, de José Nogales, La destrucción de la Armada Invencible de José Gartner de la Peña, 1892, o la Esclava en venta, h. 1897, de Jiménez Aranda.

El siglo XX se adentra de la mano de Picasso y del legado Sabartés, así como con obras de Moreno Villa, Ponce de León y la revista Litoral, semilla de modernidad y de la generación del 27. Existe una representación de obras de artistas malagueños actuales Barbadillo, Dámaso Ruano, Joaquín de Molina, Enrique Brinkmann, Juan Béjar, Chicano o Diego Santos.

Rafael Puertas Tricas, quien fuera director del Museo durante treinta y dos años, defendió la unificación de las dos secciones en un artículo publicado en Mainake, en 1998. En él aparece explicado su proyecto: «La hipótesis inicial es la de un Museo que albergue en un solo edificio las colecciones de Arte y Arqueología en el Palacio de la Aduana de Málaga, pudiendo tener unos Servicios Generales Comunes que permitan un trabajo más eficaz». Con un razonamiento pragmático, continúa argumentando que es más viable que los dos Museos se presenten como un proyecto único. En líneas generales, con los cambios pertinentes y necesarios cuando un proyecto es acogido por otro equipo, ese es el planteamiento que se ha seguido.

La museografía ha sido realizada por el estudio de Juan Pablo Rodríguez Frade, especialista en arquitecturas y rehabilitación de museos. Para evitar el exceso de iluminación natural del edificio y exponer las obras en sus condiciones idóneas de conservación se han creado una solución de cajas neutras que son como una segunda piel dentro del edificio. En estas cajas, cada una resaltada por un color, están expuestas las obras. Los paramentos están sostenidos por unos pequeños pilares y se ha decidido acortar la parte baja de los mismos, de manera tal que éstos no llegan a tocar el suelo, quedando una estética y proporción singular de los mismos. Estos paramentos son el soporte de las obras y cumplen la misión de protegerlas y aislarlas para su contemplación además contribuyen a organizar el discurso expositivo. Por otro lado, este sistema permite la comunicación visual entre el interior y el exterior del edificio. El espectador puede salir de estos espacios, acercarse a los grandes ventanales del edificio y disfrutar de las perspectivas urbanas.

La inauguración del Museo de Málaga supone el regreso de una institución que guarda gran parte de nuestra memoria histórica. Alberga la historia colectiva de la provincia, el patrimonio común que permite alumbrar los acontecimientos pasados. Es el reencuentro con las raíces de la ciudad, a través de épocas, en que ésta tuvo nombres diversos. Jorge Luis Borges reconocía: «Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos. Además, por los acontecimientos que han jalonado las últimas etapas de la institución, su apertura es también el reconocimiento de que un deseo y un objetivo de la ciudadanía, en aras del bien común, puede verse cumplido.

*Lourdes Moreno es directora artística del Museo Carmen Thyssen