¿Cómo vive este momento en el que la película llega al público mayoritario?

Es importante. He hecho una película para la comunidad, con un sentido. Las películas son para que la gente las disfrute, pero se ven en el tiempo; no me obsesiono con cuánta gente acude a las salas. El mío es un cine con alma y frágil y la irresponsabilidad de muchos agentes del cine y de la cultura ha hecho que se pierdan muchos espectadores.

Desde luego, cuanto mejor vaya en las salas, más ayudará a que este tipo de cine, como expresión artística, resista.

Un premio en el Festival de Cannes, ¿aporta mayor tranquilidad?

Los premios ayudan porque legitiman mi manera de hacer cine, especialmente en un festival como Cannes. Cuando presenté el proyecto algunos no se fiaban de que pudiéramos sacarlo adelante porque era demasiado grande, pero hemos demostrado que merecemos que se nos den oportunidades y ya veo cómo se nos abren las puertas. Ahora soy un autor estratégico porque vamos muy pocos españoles a este festival y es una posición hegemónica que voy a aprovechar para seguir haciendo un cine libre.

¿Cine con alma?

Hay un cine con alma y otro desalmado. Uno que intenta ser responsable y otro que no. Uno dormido y otro que intenta despertar a la gente y hacer que el nivel de sensibilidad y de libertad de los miembros de esa comunidad crezca, que es algo que realizadores, productores, directores de canales públicos deberían atender. Yo creo que el arte es el motor que hace evolucionar la sociedad, con más amor y sensibilidad. Mi pequeña experiencia como realizador me dice que la gente tiene mucha sed de películas que les hagan vibrar y recuerden que el ser humano es bello.

¿Solo el cine de autor consigue estos objetivos?

No, también hay películas comerciales muy luminosas. Vi estos días con mis sobrinos la última de Star Wars y en ella localizas mensajes muy interesantes.

Hay un público que piensa que su cine puede ser demasiado complejo, no de disfrute.

Mimosas es un western, hay un equilibrio entre misterio y poesía, trazos que siempre hubo en mi cine y un relato de aventuras muy popular. Estas películas no son raras ni inaccesibles; el único problema es que no tenemos promoción como otras y que la gente no está acostumbrada a un cine en el que hay un espacio para él. Y es paradójico porque, por otra parte, tiene sed de este tipo de cine.

La película Mimosas trata el tema de la religión musulmana, complicado en el momento actual.

Lo hice por un sentido de la responsabilidad que asumo que tengo como cineasta. Yo creo que nosotros tenemos la mirada ensanchada y podemos ver cosas de manera diferente, con mayor distancia y una sensibilidad particular. Tengo claro que no voy a tocar temas que atraigan a las miradas perezosas; intento recordar a la gente una serie de valores de la cultura marroquí que no es antagónica a la nuestra, sino muy cercana a la del rural gallego. Hoy en día la tendencia es hacer un cine sarcástico e irónico, moderno. Yo quería tener coraje para hacer una película más espiritual y que mis maestros estuvieran orgullosos de mí.