Los vecinos de arriba, con Eva Hache como cara más conocida, ha estado en el Festival de Teatro de Málaga para deleite de espectadores. La obra del también director Cesc Gay no deja dudas de sus pretensiones, una comedia con todas las armas propias del género para entretener de la mejor manera. Y lo consigue plenamente, el resultado es un entretenido vodevil en el que los personajes se enfrentan a situaciones que les son inesperadas y que provocan que afloren sentimientos escondidos y secretos más o menos ocultos. El texto, bien escrito, nos conduce a conocer un matrimonio madurito convencional que hace poco se ha mudado a un nuevo edificio y en el que han realizado una serie de reformas. El carácter diferente de cada uno de los integrantes se manifiesta en la relación con los vecinos, que viene a ser limitada al simple saludo en el ascensor. Pero para subsanar este desapego que es más bien el del esposo, es ella, la que decide invitar a los vecinos de arriba, con la excusa de enseñarles los arreglos y agradecerles las facilidades en la mudanza. Esta decisión de invitar a la pareja de arriba provoca una discusión entre ambos ya que ella sólo pretende agradar, mientras que él quiere echarles en cara el ruido que provocan a altas horas con sus excesos amatorios. Lo cierto es que la cosa se complica cuando los invitados se sinceran y desvelan una conducta liberal en el sexo que deja sin habla a la pareja principal y que les lleva además a una discusión aplazada y a una ruptura del matrimonio. La trama se complica como en toda buena comedia para permitir a los actores dar rienda suelta a sus dotes cómicas pero sin que el exceso solape esa visión de una situación que podría ser auténtica y que podría suceder a cualquiera. Es eso, lo de verse reflejado en una realidad, lo que logra que el espectador se sienta cómplice del actor y, como en un momento catártico, se libere con la risa de sus propias aprensiones. Y ahí el logro de Gay, que conduce con maestría las situaciones, los ritmos de las escenas y los ritmos internos de cada personaje, que resultan bien dibujados y reconocibles en la representación. Hache, María Lanau, Xavi Mira y Andrew Tarbet mantienen un enfrentamiento artístico con un resultado excelente donde la complicidad de los actores se refleja en la frescura de cada gag. Con una mesura muy de agradecer para que el espectador se regodee en la expresividad de los momentos.