En ocasiones, y razones no faltan, al hablar de la actividad cultural e intelectual en la ciudad da la impresión de que abrimos la temible caja de Pandora. Contrasta bastante la imagen dada desde las instituciones locales y autonómicas, y el esfuerzo personal (la mayoría de las veces) por acrecentar la producción cultural, aunque según para qué cosas la manga sea más o menos ancha. Focalizando la polémica en el ámbito de la música clásica, la experiencia nos hace ver o quizás sentir que las distancias son más abultadas y encendidas. A pesar del negro sobre blanco de lo que ha de ser la gran música en Málaga, la realidad dibuja un panorama en ocasiones decepcionante. Mientras, sobre la tierra sigue floreciendo el talento. Y de ella surgen iniciativas como las de Javier Claudio, que pudiendo disfrutar de la comodidad que le brinda su cátedra en el Conservatorio Superior de Música de Málaga, se afana en ese trabajo callado, imperceptible y nunca reconocido de hacer del violín escuela y de éste los cimientos del futuro.

El Proyecto Promúsica no es una aspiración, sino una realidad constatable, y vinculada, aunque muchos lo desconozcan, a una larga tradición malagueña que hunde sus raíces en el siglo XIX. A mediados de diciembre pasado el conjunto recogía otro de sus frutos con la publicación de un nuevo trabajo discográfico. Apoyado incondicionalmente por la Fundación Musical Málaga, Javier Claudio hace una amplia selección de obras interpretadas por las tres formaciones que componen Promúsica: la Orquesta de Cámara Promúsica, la Joven Orquesta Promúsica y la Orquesta Infantil Promúsica, cada una con sus propias cualidades dentro, claro está, del ambicioso proyecto pedagógico en el que se desarrolla. El maestro Claudio, como si de los vinos de solera se tratase, va comunicando los distintos conjuntos hasta alcanzar la excelencia que les llevó hace dos años, baste un pequeño ejemplo, a conseguir en Viena el segundo premio del Concurso de Jóvenes Orquestas.

Promúsica lanza su tercer disco que, como los anteriores trabajos, es el reflejo material de la intensa actividad concertística que lleva a cabo la formación, entre las que cabe destacar la actual segunda temporada de conciertos, que tienen en la Sala María Cristina como protagonista de sus encuentros. Y es que el profesor Claudio deja poco margen al azar y mucho a su vocación docente; sin disimulo, lo mismo es capaz de caracterizarse de maestro de capilla del dieciocho que ahondar en la faceta investigadora y la literatura científica propias de su cátedra.

Nada mejor que este disco para poner en valor la versatilidad de los conjuntos dirigidos por el maestro malagueño, en los que no faltan intervenciones solistas reseñables, que nos esbozan futuros instrumentistas y solistas para las cuatro cuerdas. En su aparente heterodoxia, por la variedad de temas y estilos, en su corazón late el gusto por la música sin grandes envoltorios, en estado puro. De la mano de estos jóvenes intérpretes nos conducen por un curioso viaje musical desde la 'Suite Española', de Albéniz, a la 'Fantasía sobre un tema de Thailanda', y de 'Suite St. Paul' de la escuela inglesa de G. Holst a las 'Estaciones Porteñas', de A. Piazzolla, corazón y piedra angular del trabajo discográfico.

La tradición convive con páginas actuales reivindicando no sólo la propia vigencia del repertorio sino también introduciendo un elemento activo con oyente al que intenta seducir, despertar emociones y sentimientos, sin renunciar al propio valor técnico de las obras recogidas e interpretadas por estos entregados músicos, a los que por momentos podríamos ponerles cara si bien las voces apenas se disimulan en Siyahamba que cierra el disco. Meses de duro esfuerzo que traen a la luz este último capítulo de la saga que dirige Javier Claudio.

Finalmente, en el apartado técnico, reseñar fraseos, dinámicas y empastes que producen una emisión que no empaña la propia energía que derrochan estos jóvenes o la propia personalidad del repertorio llevado al disco en este nuevo trabajo de Promúsica.