Zénit, la realidad a su medida es lo último de Els Joglars. Zénit es una empresa periodística en la que un diverso grupo de profesionales realizan su trabajo diario. Entre estos hay un singular personaje que es el prototipo del antiguo redactor de libreta y bolígrafo. Todos los demás han evolucionado a un procesamiento de las nuevas tecnologías, las herramientas con las que en el siglo veintiuno se maneja la gente.

Els Joglars nos presenta un trabajo de construcción formal exquisito en el que destacan las imágenes que logran las coreografías corporales de los actores. Hay un esfuerzo muy elaborado para que los retablos iconográficos sorprendan por lo ocurrente. El ingenio se centra en provocar que veamos como sencillo lo que evidentemente tiene un proceso complejo. Encadenar las imágenes, irlas deformando para reconvertirlas en otras diferentes, utilizar elementos de utilería básicos.

Hay todo un desarrollo visual que acompaña la obra formando parte de la misma dramaturgia. Realmente momentos muy bellos. Y un elenco que demuestra una portentosa versatilidad para desdoblarse o cuadruplicarse en tipos físicos variados que van desde lo perturbador a lo querible. Esta mezcla entre el trabajo corporal, los juegos de imaginería, la simplicidad y la aparente naturalidad de lo grotesco, es probablemente parte de lo que se espera de Els Joglars. Eso y la visión crítica de la actualidad. Y aquí nos encontramos con que le ponen el acento a esa prensa que sin cotejar a conciencia las noticias que luego nos van a ofrecer, buscan los grandes titulares con la única intención de vender su producto, alcanzar grandes premios o influir en la opinión pública. Cierto que esto existe hoy, o tenemos la sensación de que es así. Pero no parecen dar opción a otros, parece indicar que en conjunto los informadores y los medios han caído en lo más profundo y tentador, y que el auge de las herramientas de comunicación actuales y las redes sociales son los causantes del deterioro. Al menos eso transmite el espectáculo, metiendo a todos en el mismo saco. Demasiado derrotista la idea, si además lo contrapone a un personaje, antiguo redactor de libreta y bolígrafo, que sólo aparentemente conserva la dignidad ética, mientras que la pierde en lo moral. Algo para pensar. Sin embargo, aún apreciando el trabajo escénico y el fustigador apunte, la representación es poco estimulante, incluso aburrida, se mantiene distante y bajo mínimos emotivos, y sólo a ratos logra enganchar al espectador.