¿Cómo será el concierto de Colours?

Lo que vamos a hacer es presentar este álbum. Colours es una carta de presentación. Es un disco envuelto en el jazz, con standards de jazz clásico, pero en el que también hay bolero, homenajes al pop con una canción de Billy Joel, rhythm and blues, soul... Es como un amplio abanico de colores con el que le digo a la gente que canto. Que llevo cantando desde hace mucho.

Atreverse con Ellington y Gershwin es de valientes.

Llevo cantando muchos años. Mi padre [Natalia es hija de los actores Daniel Dicenta y Lola Herrera] hacía giras de teatro por Estados Unidos y era un enamorado del jazz. Traía unos elepés fabulosos que no se podían encontrar en España. Y empecé a escuchar esa música que inmediatamente me enamoró perdidamente. Empecé a cantar a finales de los noventa en el Café Central de Madrid. Y desde entonces llevo cantando. En 2010 tomé la decisión de hacer este disco y convertirme en mi propia productora. Y así nació Colours, que presentamos en febrero de 2013 en el Teatro de Bellas Artes de Madrid.

Cuando escuchaba esos discos, el jazz era considerado -aun hoy lo es, aunque mucho menos- una música sofisticada y culta.

Esta etiqueta de música para entendidos alejó a la gente del jazz, porque parecía que había que estudiar una carrera para disfrutar de esta música. He sido muy amiga del gran jefe del jazz en este país, Juan Carlos Cifuentes, Cifu. Fue él quien me impulsó a seguir en el jazz. Y hablando de esto de la etiqueta de música culta me dijo que eso eran bobadas. Decía que el jazz es disfrute, felicidad, libertad, improvisación..., una forma de vida.

¿Considera más complejo el mundo de la música que el del teatro?

Todo cuesta. Nada es fácil. Y ahora las dificultades están en todas partes con el 21% de IVA que tenemos que pagar todos los artistas. Una representación de teatro y un concierto son hechos que se producen sobre el escenario y son únicos e irrepetibles. Y ésa es la gran magia.

Aunque el teatro se libra de la tiranía de las grandes discográficas.

Es cierto que los sellos se ponen a modificar lo que uno tiene en la cabeza y quiere hacer. Si lo haces tú mismo, como he hecho yo, pues eres libre. En teatro también hay muchas cortapisas, pero quizá no tanto como en una casa discográfica, que es capaz de modificar totalmente tu proyecto para sacarlo.

¿No le ha picado el gusanillo de la composición?

Mucha gente me ha dicho que me siente a componer, pero creo que es bueno saber tus limitaciones. Quien mucho abarca, poco aprieta. No es una puerta que tenga cerrada, pero creo que todavía no ha llegado el momento.

El IVA de la cultura es abusivo, ¿pero qué me dice de las cláusulas suelo de las hipotecas y las subidas del precio de la electricidad en plena ola de frío?

Es una vergüenza. Esto es como Ali Babá y los cuarenta ladrones. Se lo van a seguir llevando muerto. No sé lo que tendríamos que hacer. A veces pienso que deberíamos estar protestando en la calle todos los días. Es bestial, como el infierno en vida, la falta de empatía y la falta de humanidad que está demostrando toda esta gentuza.

«Gentuza» que está ahí porque les han votado...

Luego la gente va y les vota... Hay ciertas cosas que ya no me caben en la cabeza, pero la gente les ha votado y han ganado las elecciones. Creo que con los avances tecnológicos, desde el teléfono móvil a la tablet, se han procurado que estemos muy ocupados y mirando siempre para abajo. Creo que los smartphones son como un grillete que te ancla la cabeza y los ojos a la pantalla. Y uno deja de ver lo que pasa en la vida: ni lees, ni estudias, ni hablas, ni reflexionas... Así se han procurado a gente dócil, trabajadora y amedrentada.