La Sala María Cristina volvía, este pasado sábado, a ser el escenario elegido por la formación camerística malagueña Cuarteto Granada para materializar su proyecto de interpretar la monumental integral de los cuartetos de cuerdas de Shostakovich. El frío no impidió una entrada notable de público, melómanos conscientes de la importancia y valor de la hazaña. Se trata de una aventura que tiene un fuerte componente personal, ambicioso, coherente con los grandes retos y metas a las que el conjunto nos viene acostumbrando. Como a su altísimo nivel técnico e interpretativo. El programa lo exigía, las expectativas eran altas, y cuando hay un trabajo serio, formal y madurado esta circunstancia aflora.

Los cuartetos de Shostakovich comenzaron a crecer a partir de la treintena del compositor y se dilataron hasta casi su muerte, por lo que abre un arco temporal tan amplio que más allá de sus virtudes técnicas condensa un discurso musical de su autor. Una especie de memoria en la que no es difícil hallar elementos ambientales, en ocasiones decisivos, y autobiográficos. Estos elementos están presentes en los cuartetos cuatro y cinco cercanos temporalmente aunque distanciados en sus ideas y planteamientos. Mientras que el primero sigue formas de Haydn y Beethoven, en el segundo aparece el armazón sinfónico. Sobre todas estas ideas se hilaría el programa presentado por Navas, Ferriz, Moreno y Sanz: el Cuarteto Granada.

Régimen

Redactado en 1949, acabada la guerra, el Cuarteto número 4 no sólo refleja el duro momento que atraviesa el músico dentro del régimen, sino también posee destellos judios bajo formas populares, modeladas bajo una estructura clásica que mira hacia el interior del compositor. En este sentido, Granada centraría su discurso sobre dinámicas serenas, entrelazadas y cuidando sin reparos el tono cantabile que posee la página. Expresión sin exageraciones marcaría toda la interpretación destacando el susurro del Andantino frente a los contrastes en ocasiones acerados de los dos Allegrettos conclusivos de carácter contrastante y obstinado.

El Cuarteto Beethoven, dedicatorio del quinto trabajo para cuerdas de Shostakovich, estrenó conjuntamente ésta y la cuarta pieza. Se inaugura una nueva faceta en el trabajo camerístico del compositor al dotar al op.92 de una dimensión sinfónica que avanza la Décima Sinfonía. A todo esto debemos añadir el tono inseparable entre movimientos que acentúa la expresión y el discurso dialogante que mantienen las cuerdas de principio a fin, junto a esas notas agònicas, diluidas en el silencio, del primer violín en el tiempo final. Cuarteto Granada marcó los elementos dinámicos y rítmicos del cuarteto, sobre el leitmotiv que lo atraviesa y el sentido circular en la vuelta a la tonalidad inicial en el cierre. Concierto el de la Sala María Cristina, en suma, que supo a poco y dejaba el deseo de una próxima entrega.