El arquitecto de software malagueño Marcos Fajardo, que el próximo 11 de febrero recibirá el Oscar en la categoría de Premio Científico y de Ingeniería, confiesa que todos los algoritmos y ecuaciones utilizados en Arnold -programa informático con el que ha conquistado Hollywood- tienen su origen en el Proyecto Manhattan, desarrollado en los años cuarenta por el gobierno norteamericano para construir la primera bomba atómica antes de que lo hiciera la Alemania nazi. «Lo que he hecho es mejorar y adaptar esos viejos métodos numéricos y ecuaciones para una aplicación concreta: la generación de imágenes de síntesis para el cine». Con ello trata de explicar la eterna relación entre el bien y el mal de todo avance tecnológico.

¿Se imaginó alguna vez recibiendo un Oscar?

No, para nada. Ni siquiera tenía idea de que iba a acabar haciendo cosas para el mundo del cine. Estudié Informática en la Universidad de Málaga y por entonces lo que me gustaban eran los gráficos por ordenador y los videojuegos.

¿Qué destacaría de su trayectoria hasta llegar a este momento?

Son veinte años... Comencé con estos códigos en 1997 como experimento. Y con la idea de aprender un poquito. Nunca pensé que acabarían teniendo una aplicación real y mucho menos que la gente pagaría dinero por ello. Pero una cosa llevó a la otra y acabé encontrando una empresa en Toronto que hacía escenarios de conciertos de rock. Se dedicaban a programar las luces y los efectos con cañones de humo. Entonces conectamos el software que yo estaba haciendo para hacer fotografías realistas de cómo quedaría el escenario antes de montarlo. Ese fue el inicio de mi carrera profesional, con una empresa de iluminación de escenarios de rock.

¿Recuerda para qué grupos trabajaban?

Sí. Con el software que hice para esa empresa se hacían los escenarios para los espectáculos más grandes del mundo, como los conciertos de U2 y Cher o las Olimpiadas.

¿Se siente un poco culpable por robarle autenticidad al cine? ¿De hacer que Arnold logre engañar completamente al espectador?

La verdad es que cuando nuestro trabajo está bien hecho es cuando el espectador no se da cuenta o no percibe que lo que está viendo no existe. Es curioso, porque hay películas en las que uno sabe que no existe una nave espacial de medio kilómetro de largo, pero hay otras en las que el espectador no sabe que está rodada en Madrid aunque lo que vea en la pantalla sea Nueva York, por ejemplo. Cuando el trabajo está bien hecho, el espectador se cree que la acción transcurre realmente en Nueva York.

¿Tiene ilusión por cruzarse con alguien en particular en la ceremonia de los Oscar?

No sé a quién nos encontraremos. Me encantaría conocer a Antonio Banderas y a Guillermo del Toro, con el que hace poco hemos realizado un proyecto conjunto. Dreamworks ha realizado una serie de animación, titulada Trollhunters, para Netflix, codirigida por Guillermo del Toro y el granadino Rodrigo Blaas, que es amigo mío.

La primera cinta de Star Wars es de 1977, hace cuarenta años. ¿Cómo se contemplan hoy aquellos efectos especiales?

Lo de Star Wars fue épico. Son obras maestras. Y te pueden gustar más o menos las películas, pero la tecnología que se desarrolló entonces para crear esos efectos especiales, cuando los pocos ordenadores que había eran muy primitivos, es pionera. De las producciones de Star Wars nació Industrial Light & Magic, y de ahí Pixar. Ellos son los pioneros, los padres de la industria de los efectos especiales.

¿Suele analizar los efectos especiales cuando se sienta a ver una película?

Depende de la película. Lo que mola de ir al cine es olvidarse de todos tus problemas y disfrutar. Que el director te agarre y te meta en el universo que ha inventado para hacerte olvidarlo todo.

¿A qué filme histórico le hubiera gustado meterle mano?

Aunque me dedique a esto de la tecnología del cine no soy un gran cinéfilo. Me gustan mucho las películas de Woody Allen, en las que no hay mucha tecnología que digamos.

Películas en las que lo que manda es lo que verdaderamente importa: la historia.

Claro. Los efectos especiales son una herramienta más, al igual que las distintas cámaras y lentes que se pueden usar. Si la película es mala, no le puedes echar la culpa a los efectos especiales.

Dentro de nada volveremos a ver a Bogart, Bacal o Dietrich protagonizar nuevas historias como si nunca se hubieran marchado. ¿Qué opina de la resurrección digital de actores?

Curiosamente, utilizando a Arnold reprodujimos hace unos años a Marlene Dietrich por ordenador para un anuncio de Dior. Y te crees que es ella. Es muy probable que en el futuro podamos resucitar a cualquier actor. Aunque no sé las ventajas, inconvenientes o polémicas que eso podrá suscitar.

Pero, imagínese que George Clooney le pilla en los Oscar y le dice: «¡Oiga, su maldita tecnología va a acabar con mi profesión!»

Bueno, eso es algo que no veremos nosotros. Pero quién sabe... Quizá dentro de setenta años la tecnología lo permitirá. No sabemos cómo va a evolucionar la industria visual del entretenimiento.