­­Desde los doce años, cuando veía las películas de los 80, Juan Antonio Espigares soñaba con trabajar algún día en Industrial Light&Magic (IL&M), el estudio que ponía la magia visual en películas como Willow, Star Wars o Indiana Jones. Hoy, este malagueño forma parte de esta industria de efectos especiales en Singapur. Se encarga de la composición visual, es decir, de mezclar las imágenes reales con las que genera el ordenador. Es el que introduce al androide de Star Wars BB8 en la ficción o el que hace posible que los jefazos de Star Trek sean atacados en el cuartel general de la Flota Estelar.

Espigares nació y estudió diseño industrial en Málaga. Desde los 19 años, que empezó a dirigir cortometrajes siendo autodidacta, gana premios en reconocidos festivales. El primero fue el premio Canal+ de la primera edición del Notodo FilmFest en 2001 por su primer trabajo: La escalera de Escher. Pero el corto más premiado y admirado por la crítica del malagueño es Fuga, de 2012, nominado a más de 80 festivales nacionales e internacionales y galardonado con más de 30 premios.

Sus cortometrajes han sido su carta de presentación para trabajar, primero en Pixomondo, (Alemania) haciendo comerciales y películas, y más tarde en IL&M, fundada por George Lucas, y propiedad de LucasFilm y Disney. Además, también ha trabajado en anuncios en España y en cinemáticas de videojuegos. Ha participado en las dos últimas películas de Star Wars, en la cuarta de Transformer, en Star Trek. Into the Darkness, que fue su primer gran proyecto con Pixomondo, y en Warcraft. Juan Antonio defiende que «no tiene por qué gustarte la película en la que trabajas».

Transformer le aburre y confiesa quedarse dormido viendo muchas de ellas, pero son proyectos grandes y «ayudan a mejorar el currículum». «Sin ser un tipo de película que me apasione, técnicamente tiene muchos desafíos».

Un mago de los efectos especiales

Espigares ha sido el artífice de míticas escenas de Star Wars, por ejemplo la de la persecución en el mercado en el planeta de Rey. Él introdujo las explosiones, el humo, a BB8 y el rastro que éste dejaba en la arena. El ritmo de trabajo en IL&M «es sacrificado», confiesa, pero en otros estudios «existe cierto grado de sobrecarga de trabajo y de horario». «Nosotros, en cambio, tenemos un horario de ocho horas», salvo cuando se acerca la fecha de estreno, entonces hacen horas extras. «Nuestro trabajo es como el de un médico, sabemos que tenemos que hacer guardias».

Y es que, la labor de un compositor visual no está regulada ni existe un sindicato que vele por los derechos de este tipo de trabajadores. «El mercado tiende a exprimir a las empresas de efectos especiales. Exigen más en menos tiempo. Cada plano de menos de 10 segundos, necesita entre un mes y dos meses de trabajo». Juan Antonio asegura que hay buenos efectos especiales en mucho cine de bajo presupuesto pero, que sin embargo, otros proyectos de gran envergadura no quedan bien por esa tendencia a limitar el tiempo. Para él esto es un error, los efectos especiales son «un producto artesanal» y necesitan dedicación para que sean «transparentes», es decir, que el espectador no se dé cuenta de que están ahí.

El diseñador malagueño cuenta que la industria que se encarga de la posproducción funciona de una forma estratégica para tener un flujo de trabajo constante. Él está en Singapur, pero hay otros estudios de IL&M en Reino Unido, en Canadá y en Estados Unidos. De esta manera, «mientras en San Francisco están durmiendo, nosotros estamos trabajando». A pesar de eso, el proceso -sólo de posproducción-puede durar aproximadamente un año por película.

Juan Antonio trabaja para el estudio de LucasFilms, sin embargo no ha llegado a coincidir durante su contrato con el famoso cineasta George Lucas puesto que se retiró y cedió los derechos a Katheleen Kennedy. A pesar de esto, el ingeniero se ha codeado con grandes directores como Michael Bay, de quien dice que «es demasiado detallista. Siempre exige un tipo de calidad que no todos los directores exigen».

Aunque le encanta su trabajo, le queda «el gusanillo de la dirección» y le gustaría dedicarse en un futuro a dirigir largometrajes. Pero antes, «hay que demostrar que sé dirigir», reconoce. Por ello, intercala la profesión de compositor con proyectos personales. Por ahora, Juan Antonio no va a volver a España, prefiere seguir creciendo profesionalmente en el extranjero. «Trabajar en España es difícil, pero no es imposible. Pero está claro que los sueldos fuera son más altos». Tras tres años en Singapur, reconoce que su carrera sólo acaba de despegar, entre sus deseos trabajar en Nueva York, seguro que la suerte le acompaña.