Lindsay Kemp ha pasado por el Festival de Teatro con su espectáculo. Kemp aglutina como intérprete disciplinas de las que destacan su carácter coreográfico y su estampa de mimo. Es un artista personal del que se repite una y otra vez que escandalizó los escenarios en los años ochenta con sus creaciones. Es cierto, y de ahí pasó a una gloria mezcla de underground y burguesía mitómana. Lo cierto es que sí es un artista que no se puede copiar. Sólo él es capaz de hacer de él. De mover las manos con una gestualidad delicada que se funde con el ambiente del escenario como si su movimiento diera aire. Sólo él es capaz de mantener esa mirada desconcertante en sus personajes. Vale la pena comprarse una entrada bien cerca del proscenio para disfrutar de sus ojos. Juega con su expresividad como si formara parte de la propia coreografía, como un elemento más de su cuerpo. Y es perturbador porque si te atrapa, te atrapa.

Puede que sus coreografías resulten sencillas. Básicamente lo son. Narran pequeñas historias fáciles de comprender. Pero historias con corazón. Con algo de nostalgia. Con alegría y melancolía. Pero son sobre todo historias que pretenden servir de vehículo a emociones. Es ahí, en el paroxismo, en el sentimiento, en las sensaciones que se desprenden de los movimientos y ademanes de los bailarines dentro de la serie que conforma la composición y que dirige el señor Kemp, donde se define el gran creativo. Sólo Lindsay Kemp puede bailar como Lindsay Kemp, pero sabe impregnar de sí mismo esas historias en las que no aparece. Lo vemos en la forma de mover sus brazos Daniela Maccari. Lo advertimos en la forma de colocar los dedos, en las expresiones de la cara, en los quiebros de los intérpretes. Y lo sentimos envolviendo el ambiente del escenario en imágenes y cuadros simbólicos. Y sin embargo parece todo tan descuidado. La puesta en escena es casi espontánea. Tal vez ingenua. Por momentos da la sensación que lo han montado sobre el escenario con prisas, que llegaron tarde a la hora de la descarga y salió como pudo. Que los efectos, pocos, las luces, todo estaba así, a la bulla. Algo de infantil y de campechano sí que hay en la poesía de este autor. Pero te engancha sin remisión.