01 «Acción Nuclear», Francisco Peinado. Galería JM. Hasta el 18 de febrero

Lo que se pudiera entender, en un primer momento, como una exposición un tanto irónica, sarcástica o incluso divertida no deja de ser un despliegue de todo lo que atesora el carácter irreverente, personal y, en ocasiones, terrorífico, de la pintura de Francisco Peinado. Enfrentarse con su universo personal es como caer al abismo. Hoy día, en un mundo lleno de referentes donde abundan imágenes de las exposiciones por doquier y de obras de arte en la red, nos resulta más sencillo encontrar similitudes entre el trabajo de distintos artistas. Es más difícil que algo te sorprenda. Nuestra cultura visual es amplia y los que nos dedicamos a esto ya hemos visto bastante. Esta retahíla no hace más que situar el trabajo de Peinado desde el punto de vista de un outsider, un pintor que es uno de los grandes olvidados dentro del panorama nacional. Quizás hagan falta años o décadas para que su trabajo se coloque a la altura que se merece. Estamos hablando de un artista que en la década de los 60 participó en la Bienal de Venecia, que, asimismo, ha sido premio Andalucía de Artes Plásticas en 1992 y que fue asiduo a ferias internacionales como ARCO Madrid. Aún así, hoy día, es una especie de creador silencioso, ajeno a todo el ruido mediático del arte contemporáneo.

Acción Nuclear es la última exposición, compuesta por múltiples rarezas, de Francisco Peinado en la galería JM. Podemos decir que se distribuye a través de tres grandes grupos de obras que pueden guardar distintas relaciones entre sí. De este modo, el primer espacio que nos encontramos cuenta con una serie de cinco cuadros, dos de gran formato y tres más pequeños, con una temática entorno a los desastres llevados a cabo por la militarización, que cuentan, en todo momento, con reminiscencia a la destrucción, a la muerte y a la podredumbre humana. Hay un hedor, que yo traduzco en un color verdoso que nutre gran parte de estas pinturas, que parece poner en alerta al espectador. Es como si los propios cuadros estuvieran prestos a contaminar a aquellos que quieran acercarse a él.

Humo verde que nos conduce al siguiente espacio donde mi obra favorita La mesa apocalíptica se presenta como una pieza que pudiera haber firmado el propio Füssli, desde luego es como si de una pesadilla se tratara. Dos figuras, dos personajes demoníacos se apoderan de la escena y presentan una especie de ritual carnavalesco en un entorno inhóspito e inimaginable. Lo cierto es que existen en esta pintura una serie de elementos que difícilmente entran dentro de lo explicable para una mente humana: la figura ‘momificada’ de la izquierda; aquello que expulsa de su boca; esa especie de garfio que posee por mano; el tratamiento esquizofrénico de la mesa; la tenebrosa mano roja casi fantasmal que hay en ella y que no parece pertenecer a nadie; y las cuatro cruces que se reflejan sobre su superficie. Un entorno claustrofóbico que nos conduce al horror. Peinado traduce y compone estas escenas oscuras con un estilo único e inimitable. Nos encontramos con trabajos que llevan tras de sí horas y horas de tormento. Algunas piezas como Submarino ha sido trabajada durante ocho años, cuestión que nos habla de la implicación del artista con su obra.

En la sala inferior encontramos una serie de pinturas que pueden englobarse dentro del género de interiores. No obstante, tanto las composiciones como los títulos nos hablan de que no estamos ante interiores muy convencionales. Podemos observar como hay, en la mayoría de ellos, entornos donde la podredumbre humana, que ya vimos en la primera sala, se enfatiza y algunos de los ambientes son tomados por animales e insectos que conviven con seres antropomórficos mutilados o directamente engendros humanos. La chinche podría ser un claro ejemplo de ello. Todo parece llevarnos a una cuestión fundamental: quizás el ejercicio de la pintura no sea, para Peinado, más que el medio de exorcizar sus demonios internos, quedando estos alojados en el interior de sus cuadros.

02 «En torno al paisaje». José María Escalona. Comisariado por Carlos Delgado Mayordomo. Sala María Victoria Atencia, Centro Cultural Provincial. Hasta el 28 de febrero

Este proyecto de José María Escalona queda alojado a lo largo de las dos salas que componen el espacio expositivo María Victoria Atienza en el Centro Cultural Provincial. Un espacio éste, que ha sido dirigido durante casi cuarenta años por Javier Becerra, gran dinamizador cultural de la ciudad, desde un organismo como es Diputación, y que deja su puesto apostando por el arte joven con esta exposición. En torno al paisaje supone una reflexión del mismo, una manera de abordarlo o especular sobre él. Lo que encontramos es un trabajo eminentemente fotográfico donde distintos objetos de origen antropocéntrico mantienen una extraña relación con el medio natural. Quizás esto sirva para fijar un leitmotiv que se traduce en una visión desde lo humano del paisaje, una visión que media el sentido del paisaje a través de nosotros.

En la primera sala se despliega la serie titulada La paradoja donde distintos invernaderos conviven de diversos modos con el medio natural. Este objeto, en un primer momento, da la sensación de aparecer de modo amenazante, acotando y dominando lo informe del vasto campo que emerge a su alrededor. Del mismo modo, en las sucesivas relaciones entre objeto y paisaje, también ahondan en esa tensión latente algo que puede tener que ver con lo salvaje y lo doméstico. Aquí, el objeto sustituye al hombre y es éste desde su dominio del medio a través de la técnica quien somete lo natural mediante su visión matemática del cosmos: una modo racionalista de ver.

La siguiente sala, profundizando estas relaciones, parece optimizar de mejor manera el uso del medio fotográfico. Da la sensación de una serie con un resultado más compacto y notable. La dimensión del contacto. Del equilibrio entre el orden y el caos en la naturaleza sumerge más aún al hombre dentro de esta tensión paradójica entre lo artificial y lo natural. En esta ocasión son unas cuerdas las que acotan el lugar, las que topografían lo natural para que centremos nuestra visión en lo que hay dentro de su área. La visión, no obstante, se torna más oscura en otra serie que aparece en sala. Son imágenes borrosas que se contraponen a una forma de codificación que parecen fijarlas, dibujos geométrico-descriptivos que, de algún modo, tratan de hacerlas legibles.