Llevas más de treinta años, primero en Siruela, luego en Atalanta, buscando e investigando en gran cantidad de tradiciones sapienciales de la Antigüedad. ¿Qué esperas encontrar?

En realidad, nunca he hecho una distinción entre mi profesión de editor y mi persona. Si he pensado que algo me gusta de veras y lo veo claro, me digo: ¿por qué no puede gustar a otros muchos? La cuestión radica en acertar en las necesidades o vacíos culturales que existen, porque entonces es cuando la gente se lanza... Pero el gozo importante está siempre en aprender ¿no? Y la lectura es el único deporte verdaderamente saludable.

Como lector y editor te has dedicado a rescatar literaturas olvidadas, como autor el mundo de los sueños y la literatura fantástica. ¿Emergen estas propuestas del inconsciente?

Bueno, del inconsciente emerge el 70% de las cosas de nuestra mente, y seguramente me quedo corto. La realidad es nuestra experiencia, y todas nuestras emociones, asociaciones, sentimientos, imaginaciones, intuiciones, sueños, todo eso proviene de lo inconsciente. La consciencia es la punta del iceberg, solamente la parte visible, y lo invisible es inconmensurable. De ahí que conocer lo inconsciente es hacerte más consciente. Parece una paradoja, pero hay que escuchar lo que viene de allí, porque ahí se esconde nuestro verdadero ser. Desde muy joven, Jung me abrió las puertas a ese conocimiento y he permanecido fiel a ello durante toda mi vida, intentando siempre ampliar mis perspectivas.

¿Qué piensas del boom de la autoedición? ¿Y de la proliferación de pequeñas editoriales jóvenes?

Me parece bien, ¿por qué no? Todo lo que sea diversidad y libertad de oportunidades ha de ser bienvenido. En cuanto a la proliferación de las pequeñas editoriales, creo que es lo mejor que ha podido pasar al ecosistema editorial. Hace algunos años, corríamos un grave peligro con el cuento del libro electrónico, al que todos se apuntaban irreflexivamente como si se tratara del paso del barco de vela al barco de vapor, porque habríamos caído en las garras de una o dos multinacionales, que tendrían en sus manos el negocio global del mundo del libro. Lo cual sería monstruoso. Pero afortunadamente, esto ha fracasado, y representa un porcentaje cada vez más minoritario en los índices de lectura. Así que ha ganado la biodiversidad frente al pernicioso monocultivo de la cultura. En el fondo, ha ganado lo que he venido defendiendo toda mi vida: que el libro del siglo XXI es el libro real y sensual. Tal como piensan hoy la mayoría de las pequeñas editoriales jóvenes. Y luego viene el ebook.

Tras casi dos décadas retirado en el campo. ¿Qué te ha aportado la vida rural? ¿Qué echas de menos de la urbana?

Yo no estoy retirado de la vida urbana. Gracias a internet, hemos podido llevar a cabo una editorial desde el campo, y gracias a ello converso casi todos los días con personas de varias ciudades, o países o que viven en otros continentes. Ojo, la vida rural no me interesa especialmente. Otra cosa es la emboscadura, como decía Jünger, que practico, y que me parece la mejor manera de vivir hoy en día. El mundo actual es demasiado ruidoso en sentido literal y figurado. Y el ruido es el reino de la confusión.

¿Estamos ante un cambio de paradigma?

Sin duda, lo necesitamos. ¡Pero este sistema lleva agonizando tantos años! Resulta increíble que aún no hayamos asimilado lo ocurrido en el siglo veinte y en muchos aspectos sigamos atados a los más rancios dogmas científicos del diecinueve. Al determinismo y pesimismo darwinianos, que afortunadamente ya empiezan a matizar muchos biólogos y filósofos, al espacio y tiempo absolutos de Newton, que ya fueron pulverizados por Einstein y la física cuántica hace casi un siglo. Y lo peor de todo, a la falsa y pobre idea, que ha invadido nuestro imaginario, de que somos una máquina y el universo una especie de mecanismo que sigue ciegamente leyes mecánicas. El materialismo ya no se sostiene. Hay infinidad de evidencias y teorías consensuadas que demuestran que su reduccionismo es ya inaceptable, y que ya no vale la fórmula de seguir echando las pelotas fuera. Ha llegado el momento de ampliar la visión de la realidad. La materia es una parte de la realidad, pero no la única. La otra es la experiencia psíquica. No se puede excluir la psique de la naturaleza y el cosmos. Es un mero acto de fe. En el «nuevo» (entre comillas) paradigma, la psique es la fuente de la realidad, no la materia. La mente ya no es un epifenómeno de la materia, sino la materia una representación de la mente. Existe, pero es indisociable de nuestra experiencia psíquica. Los nuevos paradigmas -porque no solo hay uno-no se limitan a ofrecer soluciones simples -como aquello de que sólo lo que tocas es lo real-sino que dan respuestas más complejas e integradoras. Pero además se ha de otorgar un sentido al mundo, porque en la ciencia clásica el azar y el determinismo ciego es el único sentido subyacente. La vida carece de sentido y de propósito. ¡Y a esto lo llaman madurez del pensamiento!

La ecofilosofía es una corriente de pensamiento que promueve el saber habitar el planeta. Nos encontramos en medio de una crisis ecosistémica global. ¿Crees que hay una contradicción fundamental entre sociedad humana y naturaleza?

Sí, pero la hemos creado nosotros. Nuestra separación de la naturaleza ya es tan grande que apenas somos capaces de poderla experimentar de forma natural. Pero todo el desastre actual se ha venido preparando desde muy atrás. Durante el paganismo, todo en el mundo era natural y a la vez divino. El ser humano vivía inmerso en la vida que, en esencia era sagrada, porque todo estaba lleno de dioses. El primer cambio drástico vino con el cristianismo, cuando la naturaleza está condenada por el pecado original y lo divino ya no es algo inmanente, capaz de vivirse en los todos fenómenos que nos rodean, sino una suprarrealidad trascendente, transmundana. Pero fue Descartes quien dio el golpe de gracia definitivo, al establecer el dualismo radical entre la mente y el mundo, es decir, cuando las cosas vivas materiales pasaron a convertirse en cosas inanimadas o en meras máquinas automotrices. Desde entonces, el yo pensante se fue separando más y más de la totalidad de la vida. Ya el Génesis proclamaba que el hombre ha de someter a todas las criaturas de la Tierra, y el hombre moderno, desde Bacon, sigue esta pauta, al asumir con terrorífico optimismo su derecho absoluto a someter y explotar la naturaleza sin contemplaciones. Todo esto ha conformado nuestro imaginario. Ya está metido en las capas más profundas de nuestra psique. Y claro, ahora es muy difícil cambiar, porque a lo más que llega la empatía hacia la naturaleza es a un sentimentalismo individualizado, como hacen por ejemplo los animalistas, pero no en una conciencia profunda y holística de la realidad en que somos parte de la naturaleza, es decir, formamos parte un todo pleno de vida. Porque, aunque lo hayamos olvidado, somos eso.

El antropocentrismo es tan antiguo como Aristóteles. ¿Está en peligro que la especie humana pueda continuar coexistiendo como parte de la biodiversidad del planeta?

No soy aristotélico. Me parece que se adecua mucho más a la realidad la antigua idea de la cadena del ser. Somos parte de la vida y toda la vida, como intuyó bien el animismo, está lleno de espíritu, o nous, como lo llamaron los griegos. La biología actual ya empieza a ver las cosas de otra manera. Se observa, por ejemplo, que los árboles, las flores, las células, es decir, todo lo vivo, se comporta inteligentemente. La cuestión radica en saber qué clase de inteligencia y sensibilidad se encuentra en todo lo que vive. Si asumiéramos que todo lo vivo, y no solo el ser humano, tiene alma, es decir, es de alguna forma sensible e inteligente, actuaríamos de otra manera, con más conciencia. Por eso la naturaleza era sagrada. Pero, ¿qué es lo sagrado? Para mi es la percepción del misterio que late en todo lo vivo, desde la semilla a los planetas. La vida no es un teatro de máquinas, como nos quieren hacer creer. Todo lo vivo es misterioso y bello. Por eso, belleza es verdad, como escribió Keats, y sintieron tantos otros seres despiertos. La belleza es la vida, y la vida es la naturaleza, no las ideas ni las formas estáticas, sino el milagro de todo lo vivo que siempre es bello en sí mismo.

¿Hacia dónde va Europa? ¿Crees que se debe redimensionar? ¿Cuál será su nuevo papel en el orden emergente que parece desplazarse hacia Oriente?

Claramente hacia el declive, aunque Europa me sigue pareciendo, de momento. el mejor sitio para vivir. Pero, aunque la balanza se incline hacia Asia, Asia camina, si cabe, aún más locamente hacia el colapso de nuestro sistema, porque ni hay recursos suficientes en el planeta para abastecer nuestras necesidades futuras, ni vida ilimitada para seguir destruyendo metódicamente y continuar alimentando el inconmensurable apetito de este ignorante y perverso sistema económico que llaman progreso. Tarde o temprano, la realidad nos forzará a ver qué hay realmente tras las apariencias de todo este espectáculo, lleno de las promesas tecnológicas. Esperemos que aquí también se produzca un reequilibrio de los sistemas, como sucede en todas las estructuras vivas y naturales.

Alguna vez te he oído decir la frase de Lezama «cultura es paisaje». ¿Qué puedes añadir sobre ello?

Bueno, la frase es suficientemente elocuente: el paisaje, el clima, conforma las culturas, condiciona nuestros hábitos. Ahora no lo vemos así, porque las ciudades altamente tecnificadas, y la globalización, en donde encuentras las mismas propuestas y marcas en todas las tiendas del mundo nos hace creer lo contrario. Creo que esta uniformización está dibujando los perfiles de un mundo que camina en la dirección opuesta a lo humano, cuya principal característica es la diversidad y la empatía con el paisaje que nos rodea. Este mundo uniforme, maquinal, y deshumanizado es la muerte de la imaginación. Pero confío en que, finalmente, se imponga lo humano. Todo es perecedero, los imperios, las formas de gobierno, los gustos, las ideas rectoras, menos el substrato humano. La esencia. Y confío en ella.

¿Cuáles son los libros que más has deseado publicar?

La lista es inmensa, claro... Un libro que influenció mucho en mi vida fue Recuerdos, sueños, pensamientos de Jung. Me hubiera encantado haber publicado a Borges, a Rulfo, a Nabokov, Sebald... No sé, ¡hay tantos! A Sheldrake, también, y a Calasso, que es mi gran referencia como editor, también me gustaría conversar con ellos dos de vez en cuando.

¿Qué sorpresas tienes preparadas para este año?

Ahora acabamos de publicar un libro escrito por J. F. Martel, un joven cineasta canadiense, que tiene el jugoso título de Vindicación del arte en la era de artificio y que creo que pone los puntos sobre las íes, en cuanto a arte actual se refiere. También en primavera saldrá el primero de los cuatro volúmenes de Las máscaras de Dios de Joseph Campbell, que es una de la obras más relevantes sobre mitología del siglo veinte y que mejor transmite al lenguaje de hoy el sentido profundo de los antiguos mitos. También Ecofilosofía de Skolimowsky, que ofrece unas bases filosóficas comprensibles que vayan convirtiendo paulatinamente la ecología en una ecosofía. Y en otoño preparamos una gran antología titulada, El lector decadente,sobre el movimiento literario que se produjo en Francia e Inglaterra en los años 90 de siglo XIX, y que para mí es interesante, aparte de sus virtudes literarias, por tener muchas similitudes con el cinismo y la fascinación por el artificio de la sociedad actual. Estamos en una época decadente y es interesante buscar modelos del pasado.

Hay un cierto enamoramiento en el proceso de editar: encontrar un buen manuscrito, luego buscar un tratadista o un traductor, buscar portadas, decidir tiradas... ¿Sigue estando viva esa llama?

Desde luego, es un proceso maravilloso, aunque arduo. La gente no sabe bien cuando dice que un libro es caro, la cantidad de trabajo que lleva, y lo cualitativa que es esta tarea. El proceso es un larga cadena que va desde la contratación, traducción, corrección, diseño, impresión a la encuadernación. Una vez acabado todo esta cadena de trabajos diversos, parece casi un milagro que todos sus mil y un detalles coincidan en un resultado venturoso. Y aún queda su distribución, promoción y comercialización. En fin, es insensato meterse en esto por dinero. Cada producto es distinto y tiene una información muy sofisticada que requiere de personas muy cualificadas. Uno edita por amor; editar es una pasión, y también un perpetuo anhelo. La llama, como dices, no se puede apagar nunca. La llama es la sustancia de la vida.