Recital de Ángel Sanzo

Sala María Cristina

4 de marzo

Programa: Fantasía en Do menor KV. 475, de W. A. Mozart; Sonata op.2 n.3 en Do menor, de L. V. Beethoven; Sonetos de Petrarca n. 47 y 123 y Valle de Obermann, de F. Liszt y La valse (poema coreográfico), de M. Ravel

Acudir a la Sala María Cristina es siempre una experiencia no sólo por la seriedad del pùblico que la frecuenta, sino también por ese sonido tan especial que hace de este espacio lugar obligado peregrinaje cuando la ocasión así lo merece. Ángel Sanzo volvía a Málaga, y para la ocasión contó con la mítica sala. Profesor del Superior de Badajoz, pedagogo incombustible e intérprete por vocación, Sanzo nos proponía un viaje anclado en la tradición desde la perspectiva que va desde el clasicismo mozartiano hasta la mirada clásica de Ravel, pasando por la escuela alemana de Beethoven o el virtuosismo de Liszt y, por supuesto, libre entre sus manos. Dos horas colmadas de sensibilidad con un programa pleno de hallazgos y técnicamente impecable. El pianista malagueño, desnudo de convencionalismo,s se entregaría a una interpretación donde la sutileza fue su timón y la técnica el lienzo para dibujar la tradición que llega hasta nuestros días.

Mozart y Beethoven ocuparon la primera parte del recital y aunque las indicaciones del clasicismo los dirigen, dibujan un nuevo horizonte estilístico que reinará sobre el piano: el romanticismo. La 'Fantasía KV. 47'5 presenta a un Mozart poliédrico capaz de enlazar, en apenas diez minutos, todo lo que bulle en su interior sobre rígidas convenciones clásicas. Fue esta idea la que manejaría Sanzo en su interpretación, destacando el inquietante tema de apertura y cierre; subrayar el conmovedor andantino que sitúa el músico en el corazón de la fantasía.

Haydn fue el dedicatorio del op. 2 de las Sonatas para piano de Beethoven y en ellas más que una influencia condicionada hacia Beethoven, descubrimos una arquitectura que traspasa esos límites y amplían los márgenes de un músico que busca su propio lenguaje. Desde esta idea, el pianista malagueño nos ofrecía un Beethoven que haría del piano uno de los pilares de su producción más como maduración que experimentación. Tras el enérgico Allegro inicial le sucederían un adagio de ensueño hasta un scherzo saltarín, prólogo al contundente allegro conclusivo brillantemente defendido por Sanzo.

Las transcripciones de Liszt posiblemente han eclipsado su abundante catálogo original para piano. Páginas de pequeño formato que avanzan desde el innegable virtuosismo hacia la evocación de momentos vividos que constituyen sus cuadernos de 'Años de Peregrinaje'. Obras que servirían de puente con el apoteósico Ravel propuesto por Sanzo y que cerraban este personalísimo viaje. Recital, en pocas palabra,s redondo, cargado de intención y siempre revestido de esa acertada intuición con la que el maestro Sanzo conquista a su público.