Un músico malagueño, Jaime Torrens accedía al cargo de maestro de capilla de la Catedral tres años después de la muerte de otro gran maestro Juan Francés de Iribarren, para muchos, uno de los grandes referentes del repertorio barroco español en su etapa tardía. Torrens nos conectó con la gran tradición a través del dictado de Haydn. En aquella Málaga de la segunda mitad del dieciocho la actividad musical pasaba irremediablemente por la capilla catedralicia en la que muchos de sus integrantes compaginaba la labor como instrumentista con la de composición. Fruto de aquellos trabajos son hoy el gran archivo musical que custodia nuestro Primer Templo.

Tras la reinauguración del Palacio Arzobispal, la Capilla de Música Maestro Iribarren organiza un ciclo de conciertos centrados en la recuperación, transcripción y puesta en valor del legado musical catedralicio dándolo a conocer en sus distintas actuaciones. Trabajo cuanto menos heroico especialmente de la mano de su director Antonio del Pino, músico incansable que no deja de sorprender tanto por sus hallazgos, como la cuidada selección de obras en concierto. Claro ejemplo lo encontramos en el programa propuesto para el último programa del ciclo: dos tradiciones, germana e italiana enmarcando la obra del compositor malagueño que regresa del olvido.

Haydn reviste su producción sacra de un velo místico que en oposición a las fuerzas demostradas por Haendel se preocupa más por formas más íntimas no menos ambiciosas. La introducción a Las siete últimas palabras de Nuestro Salvador Jesucristo en la Cruz, lo confirman; la interpretación de los profesores de la Capilla incidía en el carácter meditativo del pasaje instrumental que abre la página. El rotundo cello de Carlos Cardinal anunciaba en su cordaje grave el drama evangélico. Interpretación centrada sobre dinámica pausada de espacio suspendida aprovechando las cualidades acústicas de la sala de concierto.

El plato fuerte del programa nos lo ofrecía el tenor malagueño Luis Pacetti -la jornada anterior actuaba con la OFM y la batuta de Salvador Vázquez en el programa Ocón-Fauré en la Catedral- reestrenando una selección de piezas de las Lamentaciones de Jeremías escritas por Jaime Torrens para el olvidado Oficio de Tinieblas. Pacetti posee un instrumento del que extrae el máximo rendimiento a fuerza de técnica vocal, pero sobre todo gusto musical que lo convertían en el solista ideal para dar a conocer estas piezas rescatadas por Antonio del Pino. Cada una estas lamentaciones tienen su centro en la importancia del texto, aunque cada una de ellas forman un tesoro en sí mismas. Las estudiadas inflexiones dibujadas por Pacetti destacaron el inmenso valor musicológico de estas páginas que muy bien podría ser llevadas al disco. Finalmente, el viaje concluía en Venecia de la mano de Vivaldi y su Sonata al Santo Sepulcro, toda una rareza teniendo en cuenta la plantilla para la que la dispone.