La novelista presentó ayer en la librería Rayuela su nuevo libro, Llamadme Alejandra. El trabajo, en el que se mete en la piel de la última zarina, permitirá al lector volver a revivir en primera persona una etapa tan apasionante como misteriosa de la historia de Rusia.

¿Cuánto tiempo le llevó documentarse para escribir este libro?

Desde niña me interesó la historia de Alejandra Feodorovna y siempre he ido recopilando libros, archivos y documentación. Hace trece o catorce años decidí que quería escribir un ensayo o una biografía novelada sobre este tema pero, según iba avanzando, me di cuenta de que me apetecía mucho más escribir una novela porque con una biografía habría aspectos que se quedarían inconclusos.

¿Todo este estudio le ha servido para entender lo que ocurre actualmente en Rusia?

No y mi intención tampoco era esa, lo que pretendía era un acercamiento psicológico. Creo que Rusia siempre ha despertado la fascinación de los países occidentales porque tiene un punto incomprensible y exótico, que sería imposible abarcar en este proyecto. La propia Alejandra tampoco llegó a comprender donde se metía. Es curioso ver cómo por encima de tópicos y creencias, lo que se impone de un país, perdura.

¿Existe algún personaje en la actualidad que se asemeje a Rasputín?

No es comparable porque hablamos de alguien muy difícil de traducir. Pero, Julian Assange, sin ser el equivalente a Rasputín, está provocando el mismo tipo de reacciones. La sensación de que hay algo misterioso, que algo sabe o que nos están contando medias verdades, se produce.

¿Podría haber vivido Alejandra Feodorovna hoy día?

Sí. Probablemente hubiera sido más feliz y sin todo el peso del protocolo, tendría una mejor salud mental y física. Con Teresa de Jesús no lo tenía tan claro pero con ella lo tengo clarísimo.

Confesó haber sufrido depresión. ¿Cree que las enfermedades mentales son un tema tabú en España?

Sí, hasta el punto que se habla de «confesar». Continúa siendo complicado hablar de ello. En el caso de los escritores y de los artistas se entiende más que en otro tipo de profesiones porque hay una mayor tolerancia y sensibilidad. Cualquier persona puede pasar una depresión. Lo importante es hablarlo con normalidad.

¿La autoexigencia tiene que ver con esto?

La exigencia es algo que nace con la infancia y tiene mucho que ver con la manera en la que te torturas a diario. En el caso de las mujeres la autoexigencia está muy marcada. Mi depresión vino porque siempre tenía que hacer más en todas las cuestiones.

¿La presión del género femenino tiene que ver con nuestra imagen o con la de los demás?

No hay diferencia. Nosotras absorbemos la imagen de los demás y ellos adoptan la imagen que proyectamos al exterior.