Love of Lesbian logró un nuevo tirón en su carrera con El poeta Halley, un disco que le ha servido al grupo catalán de enganche con otros públicos, además de mantener los que ya tenía afiliados en los años noventa. La gira recala hoy en la Sala París 15 y Santi Balmes (voz y guitarra) cuenta cómo transcurrió la carrera del grupo, las claves del buen funcionamiento de El poeta Halley y el desarrollo de estos conciertos, en los que es habitual que cuelguen el cartel de no hay billetes.

Desde luego, muchas alegrías con El poeta Halley.

De maravilla. Ha sido un momento de inspiración por la calma. Por primera vez hacemos un disco pensado y reflexionado a partir de ideas. Antes grabábamos al momento. Esta vez veníamos de dos giras que se habían dado la mano casi cinco años. Pudimos parar y hacerlo a partir de una reflexión. Llevárnoslo a casa y trabajar más allí que en el local de ensayo. Mimando al milímetro cada canción de manera cariñosa. Efectivamente, nos ha dado muchas alegrías este trabajo que ha sido número uno y disco de oro.

¿Cuál es el hilo argumental del trabajo?

La búsqueda de la inspiración. Más que la canción propia de amor de ésas de «tú y yo», «hoy por ti», «por qué me has dejado» y esas cosas. Hombre, el «por qué me has dejado» sería esta vez un poco la musa. La perspectiva de un autor de música, la propia crisis de identidad, la falta de ideas y la inspiración, hasta que aparece Halley.

¿Cómo es la gira?

Intentamos hilvanar con la parte más mágica, más que la desfasada, que también tendrá sus momentos. Pero es el repertorio más mágico. Así la resumiría. Trabajamos en un espectáculo que no va a dejar indiferente a nadie. A veces hay salas a las que no puedes llevar la totalidad del equipo escénico porque está limitado en algunos sitios. Pero cada canción es un cuadro que ha montado nuestro diseñador de luces, que es espectacular. No sé si en un futuro trabajaremos con alguien de teatro que nos dé orientación escénica...

Al grupo le han pillado todos los cambios tecnológicos y de negocio en la música, ¿cómo se vivió todo eso?

Sí, sí, todos los cambios, todos. Al principio no sonábamos en radio ni nada por el estilo. Luego llegó internet y lo cambió absolutamente todo. Y ahora cambió de tal manera que hasta las radios nos vuelven a poner. Hemos hecho casi todo el ciclo. Y todo fue muy paradójico. Nosotros somos de esas bandas que crecieron en una plataforma como Myspace.

Que se esfumó...

Todo va rápido. Tu plataforma, que valía mil millones de dólares en la Bolsa, de repente vale un puto centavo. Las plataformas son algo caduco, lo importante tiene que ser el contenido.

¿A estas alturas se ampliaron mucho su circuito de actuaciones y su propio público?

Está claro que al principio entramos en un circuito concreto, pero al menos tienes que aspirar a ser conocido como una banda con un sello propio. Más allá de esa banda que pertenecía a la movida indie de los noventa. La obsesión de cada banda es que sea conocida por sí misma más allá de la cuna de donde salió.

Tal como está todo no parecía fácil llegar a 2017 tan aclamados.

No lo imaginábamos, pero fuimos muy pacientes. Pensamos que si descuidamos los discos, unos se engancharán a una canción y otros, a otras.

Y también son de los pocos que han sobrevivido a aquella escena indie de los años noventa con tantísimos grupos como hubo.

Quedan pocos. O los que quedan se han transformado. Somos supervivientes, pero está claro que el viaje continuará mientras haya inspiración. Para sacar un mal disco será mejor hacer directos. Me preocupa ya el siguiente disco porque ya tenemos gira y nos lleva a la tesitura de las prisas. Eso me raya un poco.