"Este modelo nos está resultando un modelo de éxito y no estamos pensando en lo contrario. Además, el debate no está en la calle. Al menos yo no lo he escuchado", aseguraba la concejala de Cultura, Gemma del Corral, en este periódico al ser preguntada por la posibilidad de que el Ayuntamiento asuma como propia la gestión del CAC Málaga, hasta ahora adjudicada siempre a una empresa privada (y siempre la misma). Bueno, pues vamos a salir a la calle, coger un megáfono y abrir el debate. Sí, como los locos que se ponen en el speaker´s corner de Hyde Park...

Y lo hago con una pregunta: ¿Por qué una ciudad como Málaga, que ha hecho del turismo cultural su factor diferencial hasta el punto de que constituye su estrategia de posicionamiento, que ha creado una agencia para cobijar y unificar las pinacotecas municipales, va a seguir confiando en un elemento externo la gestión de, precisamente, uno de sus centros museísticos?

Entiendo que, en su momento, cuando se emprendió la aventura del CAC, etapa en la que Málaga contaba con más vinotecas que pinacotecas, se tuviera que entregar la dirección del centro a una empresa experimentada en un sector para nosotros ajeno. Pero si, hoy, más de 14 años después, no somos capaces de asumirlo nosotros mismos (y más, insisto, si eso es lo que vendemos como fortaleza y singularidad), si aún tenemos que dejar que lo hagan por nosotros, es que hemos fracasado con estrépito en nuestro propósito de generar y vender cultura. Y escribo todo esto independientemente de mi opinión al respecto de la gestión del CAC a cargo de Fernando Francés.

No estoy de acuerdo con Gemma del Corral cuando habla de «modelo de éxito» (supongo que se referirá al número de visitantes que acuden al CAC, impactos mediáticos, menciones en redes sociales, puntuaciones en Facebook y demás zarandajas sin sentido). Para mí, el éxito verdadero sería que una institución pública no tuviera que recurrir a un gestor privado (qué difícil es conciliar la consecución de los objetivos comunes, sociales y generales con la lógica búsqueda de un beneficio económico; tanto que el diálogo de lo público y lo privado suele terminar en monólogo de... ¿adivinan qué parte?) para diseñar una de sus estrategias culturales, y más cuando esa institución pregona a los cuatro vientos que lo suyo, de toda la vida, es la cultura.

Bien, pues la cultura no es más, ni menos, que el conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico; justamente lo contrario a dejar a otra persona que piense, diseñe o reflexione por nosotros. Hagamos, entonces, cultura. Asumamos la gestión del CAC como museo municipal, que pagamos todos, que es.