Ya no se prodiga en la televisión ni en los escenarios (vive semirretirado de la cosa pública, a la que regresa para alguna campaña publicitaria o una entrevista esporádicas); para ver a Don Gregorio Sánchez Fernández hay que patearse el Centro y acercarse cualquier día al Chinitas, su templo particular, su refugio, especialmente desde la muerte, hace cinco años, de su esposa y gran apoyo, Pepita. Hoy, Chiquito de la Calzada cumple 85 años, una fecha redonda pero tan buena como cualquier otra para celebrar la vida y la obra del gran genio del humor que ha dado nuestra tierra.

Aunque ya le veamos en acción casi sólo en reposiciones de sus míticas actuaciones, Chiquito sigue inspirando y bien presente: una de las cuentas de Twitter más tronchantes que pueden encontrar, @chiquitogif, sube cada día estupendos montajes en los que el humorista y sus intransferibles movimientos se cuela en escenas de películas y hasta en la foto de la familia Trump con el papa Francisco, piezas que suelen viralizarse a los minutos. Precisamente desde esta cuenta quieren que hoy, para agasajar al maestro, se declare, vía trending topic, el #ChiquitoDay.

Hoy, treinta años después de su fulgurante irrupción en el mundo catódico, se ve con claridad la auténtica influencia y popularidad de Chiquito de la Calzada no sólo en el humor español moderno (los chanantes le deben bastante, y no lo ocultan y los extravagantes Venga Monjas sueñan con colaborar con él) sino también en nuestra sociedad («Ser malos, torpedos», tuiteó Pedro Sánchez tiempo ha para cachondeo general estos días). ¿Se imaginan que hoy la megaempresa Matutano sacara al mercado unos snacks para gloria y majestad de una persona? Pues lo hizo en los 90 con el malagueño: comercializó los Fistros, un aperitivo cuya bolsa inmortalizaba al humorista (y que, por cierto, incluía los chiquitazos, un juego). ¿A qué humorista español contrataría hoy una cadena de comida rápida para conceptualizar y protagonizar sus spots? Pues una lo hizo con Chiquito.

¿Quién se iba a imaginar que un malagueño sexagenario que había sido palmero y cantaor, que había vivido en Japón por cosas del flamenco sería la gran estrella televisiva de aquellos años? Pero lo fue: nadie que viera aquellas seminales entregas de Genio y Figura, el programa presentado por Bertín Osborne y Pepe Carrol, podrá olvidar cómo irrumpió en nuestras vidas aquel señor con camisas de lunares, movimientos estrambóticos, chistes más o menos anodinos pero vestidos asombrosamente... Y, sobre todo, generador de expresiones, hoy, treinta años después, en pleno uso: fistro sexual, diodeno, pecador de la pradera y, sí, torpedo, entre muchas otras.

Nada mal para un hombre que vivió una infancia miserable como pocas. «Estuve en el colegio muy poco tiempo. Le fui a comprar una barra de pan al maestro y ya no volví más», suele recordar Don Gregorio, que ya con 12 años iba de pueblo en pueblo cantando los temas del momento para sacarse unas pesetas para la familia.

Entrevista

Lo recordó también en la que es, de momento, su última aparición televisiva, una entrevista con Osborne, en 2016. Qué lástima que en ella el hombre que tantas veces nos ha hecho reír apareciera llorando al recordar la muerte de su esposa, Pepita: «Se murió de repente, de una arrítmica que le dio. Estaba hablando conmigo y de repente empezó a decir que le dolía el pecho, llamé a la ambulancia y cuando llegamos al hospital me dijo el médico que estaba muerta».

Casi coincidiendo con la emisión de esta entrevista, las redes sociales y ciertos trendsetters (hasta Antonio Banderas) se pusieron manos a la obra para honrar el genio y la figura de este hombre, exigiendo a diversas instituciones que le otorgaran sus mayores reconocimientos. El de la Junta de Andalucía lo seguimos esperando, pero la Diputación Provincial de Málaga le nombró Hijo Predilecto. Desde estas páginas, el día de su 85 cumpleaños: felicidades, maestro.