Mahler , un siglo después de su muerte -como vimos también en Bruckner, sigue despertando la misma vehemencia e indiferencia en el auditorio. Ante este hecho, algo de apuesta por el todo tenía el programa de clausura de la Filarmónica. Manuel Hernández Silva suponemos que era consciente de esta circunstancia. ¿Capricho? ¿Idoneidad? ¿Tal vez una consecuencia lógica? Preguntas abiertas que en nada entorpecen el trabajo expuesto por el titular de la OFM. A muchos se les escapa que está batuta es la gran embajadora de la escuela vienesa en Málaga. A lo ya escrito nos remitimos, cada vez que el maestro aborda este pilar del repertorio queda ridículo el reconocimiento que supone el aplauso unánime. Exagerado o no tenemos dos referentes hasta llegar a esta tercera Mahleriana. El trabajo expuesto por Bernard Haitink en los Proms londinenses pasados junto a la London Symphony Orchestra; y en un ámbito más cercano la inolvidable versión de la Sinfonía Resurrección y nuestra orquesta con el entonces titular del conjunto, Edmon Colomer.

Entre La Creación de Haynd y la Sinfonía en re menor del bohemio no sólo transcurre la centuria que las separa, sino también la evolución de una escuela y dos decisivos discursos musicales. Mahler en su particular visión de la creación - plagada de angustias y preguntas sin respuestas- dibuja un escenario ascendente, magistralmente dirigido por Hernández Silva sobre la base de dinámicas contrastadas, pulso enérgico sin menoscabo de remansos suspendidos como el Cómodo, Scherzando del tercer tiempo. Ciento cuarenta y tres minutos de hasta ese momento de clímax del movimiento conclusivo iniciado con el vasto movimiento inaugural en el que nuestra batuta sentó las bases de todo lo que iba a acontecer.

Hemos aguardado pacientemente el reencuentro con el Coro de Ópera y subrayar que esta columna, por encima de afectos, se debe al trabajo meditado y valorado en su justa medida. De este modo, el esfuerzo de Salvador Vázquez con la cuerda femenina denota la calidad e intención del maestro en contraste con el papel en Los Planetas de Holst salvando, eso sí las distancias. Interesante también la escolanía que dirige Pérez del Campo aunque el foco de atención era, obviamente, la voz de la mezzo María José Montiel. La Montiel demostró una vez más la versatilidad de su instrumento marcando otro momento de interés en el desarrollo de la sinfonía, por algo es uno de los referentes en este género tan delicado como es el lied.

Termina la temporada, los profesores han gozado del espacio necesario donde mostrarnos hasta qué nivel pueden llegar ¡y de qué manera! Tan sólo nos faltan dos cosas para que la formación alcance su cota ideal: el auditorio, sea en el Astoria, el puerto... pero el auditorio; y en segundo lugar, una mayor implicación de los aficionados bien con el abono o acudiendo regularmente a las propuestas de Manuel Hernández Silva.