Sobre las tablas, dos escenas diferenciadas: la habitación del hogar del matrimonio formado por el periodista Solomon Shereshevski y su esposa Magda y la consulta del doctor Luria, neuropsicólogo al que la pareja acude en busca de ayuda. Por encima de ambas estancias, separadas por unas futuristas puertas desencajadas, un manto de cuerdas enredadas y varios marcos vacíos evocan la complejidad de la mente de Shereshevski, el protagonista de Souvenir, el quinto montaje de la Factoría Echegaray.

Durante el ensayo general del día previo al estreno de este martes (20.00 horas), los nervios y la concentración dominaban el ambiente. De un lado, los actores ejercitaban las cuerdas vocales y recitaban el texto en voz baja antes de iniciar las escenas. De otro, sentado en el patio de butacas, el director daba señales a técnicos, intérpretes y ayudantes. Para Fran Perea, actor de amplio bagaje profesional sobre los escenarios, ésta es su primera experiencia como director. Reconoce que «más que nervioso» se encuentra «muy concentrado para intentar detectar cualquier problema» con el fin de anticiparse. «Normalmente estoy dentro y desde aquí fuera no puedo hacer nada. Es una sensación diferente para mí», confiesa Perea.

Escrita por Pablo Díaz Morilla, Souvenir cuenta una historia basada en la vida de Shereshevski, plumilla ruso que fue diagnosticado de hipermnesia, la habilidad de recordar hasta el más pequeño detalle de todo. Ángel Velasco encarna al desdichado enfermo incapaz de olvidar nada. Esther Lara se mete en la piel de su amada Magda y Steven Lance se enfunda la bata blanca de Luria. La acción pasa de ser feliz y pausada a trepidante y atormentada. Igual ocurre con las conversaciones entre los personajes, repletas de detalles, ideas, sensaciones... El conjunto resulta se fascinante para el espectador. Aunque la obra ofrece una reflexión que nada tiene que ver con los juegos de artificio y sí con los mecanismos que usamos los humanos para encontrar la felicidad.

«Es una función muy compleja. El texto está a una altura a la que nosotros tenemos que ir. Es una historia fascinante. Y el esfuerzo en estos días de montaje ha sido facilitarle la lectura del texto al espectador y que exista un fuerte consenso entre todos para que la función llegue limpia», detalla Perea.

El director debutante asegura que el proceso de ponerse en el lado de la dirección ha sido «muy natural», reconociendo que lo que más ha hecho durante este camino ha sido ponerse «en el lugar del actor» para «intentar facilitar la labor de los compañeros». También asegura que siempre ha sido consciente de la responsabilidad que tienen los directores «de coordinar todos los elementos» de un montaje teatral.