El escritor catalán Josep Palau i Fabre (1917-2008) convirtió casi en una obsesión documentar los hitos biográficos de Pablo Picasso, «como un sabueso o un Sherlock Holmes», en palabras de Maya, hija del artista malagueño, pero no lo hizo de un modo científico, sino con los ojos del poeta que era.

Una selección de los fondos recopilados por Palau, ahora pertenecientes a la Fundación que lleva su nombre en Caldes d'Estrac, se muestran desde hoy en la sala de exposiciones de la Fundación Picasso, cuando se celebra el centenario del nacimiento del poeta y dramaturgo catalán.

«Palau tenía la obsesión de documentarlo todo, de pisar donde pisaba Picasso, y para ello iba a todas partes con sus notas y su cámara de fotos», explicó el comisario de la exposición, Víctor Fernández.

No son imágenes propias de un fotógrafo profesional, sino de alguien que quiere documentar un recorrido vital de Picasso por Málaga, La Coruña, Barcelona, Madrid, Horta de Sant Joan o Gósol y precisar dónde estuvo su primer taller en la barcelonesa calle de la Plata o dónde pintó Las Señoritas de Aviñón.

La segunda parte de la exposición recoge la serie de fotografías que Palau hizo al artista en el reencuentro de ambos en 1962, cuando el catalán no dejó de disparar su cámara incluso «en el momento en que Picasso se aparta a orinar entre dos coches», según el comisario.

Entre los documentos expuestos figura el cuestionario que Palau le hizo a Picasso, que éste rellenó a mano y en el que, para explicarle cómo era su taller del Bateau-Lavoir, le dibujó tres bocetos. «La exposición muestra cómo Palau miraba a Picasso. No lo mira como un estudioso o un científico anglosajón, sino que tiene ojos de poeta, lo que le hace moverse por intuiciones que el propio Picasso considera acertadas», señaló Fernández.

Encuentros

La directora de la Fundación Palau, María Cholla, recordó que el poeta y dramaturgo se exilió voluntariamente a París en diciembre de 1945, y en 1947 consiguió conocer a Picasso, con el que desde entonces tendría «encuentros muy puntuales y casi casuales». Fue a partir de 1962 cuando esos encuentros se hicieron más habituales, entonces ya en Mougins, y Palau «consiguió la confianza de Picasso, quien, a través de sus preguntas, vio que era alguien con interés por conocer su vida y su obra y detalles que nadie le preguntaba».

En la muestra se expone también la que se considera primera obra de Picasso, que pintó con hacia 1888 con unos 7 años, Vista del puerto de Málaga, una versión de la copia que a su vez hizo su padre del lienzo original de Emilio Ocón y Rivas, y que ha sido cedido desde París por Maya Picasso.

Según cuenta la propia Maya, el pequeño Picasso copió de memoria el cuadro, a la luz de una vela, escondido debajo de la cama de su hermana Lola, quien también le había suministrado pintura rascada de la paleta de su padre, José Ruiz Blasco.