'Bacon, Freud y la Escuela de Londres'Michael Andrews, Frank Auerbach, Francis Bacon, David Boomberg, William Coldstream, Lucien Freud, R.B. Kitaj, Leon Kossoff, Paula Rego y Euan UglowComisariado por Elena CrippaMuseo Picasso Málaga, hasta el 17 de septiembre

Mi impresión al salir de la actual temporal del Museo Picasso Málaga fue la de haber asistido a una apuesta por afianzar la repercusión mediática que ya obtuvo en otra muestra reciente en torno a la figura de Pollock y la Escuela de Nueva York. Realmente se podría afirmar que ambas exposiciones trabajan como dípticos contrapuestos que reflejan de manera clara el estado de la pintura después de la Segunda Guerra Mundial en dos de los centros artísticos más importantes de la época. Lo que encontramos son maneras casi opuestas de entender la pintura a simple vista, que puede traducirse en el enfrentamiento entre la abstracción y la figuración.

Podemos situar como germen de esta escisión el periodo vanguardista de principios de siglo, truncado por el ascenso de los totalitarismos y la Segunda Guerra Mundial, sucediéndose una serie de innovaciones que terminaron por deconstruir la idea de cuadro como ventana al mundo. No obstante, el desarrollo no fue cronológico sino debido a momentos de radicalidad a los cuales se opusieron otros que Marchán Fiz denominó como de llamada al orden, una vuelta a la figuración y mirada al pasado. Cuestión que parece clara en la propia figura de Picasso, que copa gran parte de las salas del resto del museo con piezas capaces de romper totalmente con la perspectiva euclidiana, u otras de un corte mucho más clásico como Las Tres Gracias, pintada en 1923.

A diferencia de la abstracción formalista americana defendida por Greenberg en su manifiesto La pintura moderna, el remedio que encontramos en los autores de la Escuela de Londres como modo de afrontar el duelo de la Guerra es centrar su interés en la figura humana -que al mismo tiempo es deshumanizada- y en la cotidianidad que los rodea. Así la tragedia humana es representada en autores como Francis Bacon, R. B. Kitaj, Frank Auerbach o Leon Kossoff como una fragmentación del cuerpo, o como un cuerpo que tan sólo es carne carente de alma o humanidad. Casi podríamos decir en relación a ello que lo humano deviene animal, como podemos apreciar en los retratos de Bacon que acogen de la misma manera personajes, perros, monos... Resulta llamativo el juego con los títulos de Kitaj, que emplea formalmente una serie de recursos más cercanos al pop y al collage, como son El asesinato de Rosa Luxembourg, de 1960, o El ascenso del fascismo, esta última con un cierto toque premonitorio muestra la calma antes de la tempestad al retratar un grupo de mujeres pasando el día en la playa. En un plano mucho más matérico, que podría incluso recordar a autores informalistas como Fautrier o Dubuffet, encontramos las pinturas de Auerbach y Kossoff, ambos emigrantes en Londres a causa del nazismo. Su trabajo muestra figuras muy abstraídas creadas con gran cantidad de materia pictórica, casi podríamos decir que las imágenes emergen del propio pigmento dando una sensación fantasmal a la par que monstruosa. En la exposición aparecen rostros melancólicos como en Mujer III en la cama, rodeada de su familia, de Kossoff o un retrato del propio autor realizado por Auerbach en 1931.

Se podría decir que casi la totalidad de los autores que reúne la muestra tienen aún ese afán por la originalidad, entendida como la creación de algo nuevo en pintura. Aspecto que puede reflejarse en la sentencia de Auerbach que asociaba la creación de una nueva pintura como modo de ejercer influencia en lo social. Todo ello parece estar integrado en la idea de progreso y paz propio del periodo de la Modernidad. Como contrapunto a este exceso matérico situamos las pinturas de Paula Rego, nacida en Portugal, con obras que llaman la atención por su extrañeza y elementos oníricos que hacen confluir a sus personajes con el paisaje, así como de Michael Andrews, del cuál destaca la pintura Melanie y yo nadando. Llama la atención la sutileza de este último, con telas que transmiten cierto sosiego debido a las veladuras que emplea con gran precisión. Y Lucien Freud presenta pinturas de distintas épocas que oscilan desde su época temprana un tanto surrealista que ahonda en la psicología de los retratados, dentro de su estudio londinense.

Lo cierto es que al igual que ocurriera con la exposición en torno a Pollock, el centrar el discurso curatorial en una corriente específica da como resultado una propuesta un tanto monotemática que no termina de exceder el propio caparazón formal de la pintura. En este sentido, se echa en falta que la línea de otras exposiciones como Registros alemanes hubiera continuado y contaminado en algo el discurso más allá de las magníficas obras que hemos podido contemplar.

@javierbp1984