¿Cómo nace su deseo de colecionar obras de arte?

Comencé mi vida como artista plástico. Y dejé se serlo, aunque puede que un día vuelva otra vez, porque caí en una depresión. Tenía la idea, un tanto ecológica, de que creando obras estaba llenado el mundo de cosas innecesarias. Sin embargo, este pensamiento nunca me ha molestado como coleccionista. El coleccionista recicla cosas que ya existen y no crea cosas nuevas. Para hablar de coleccionismo primero hay que definir qué es el arte. El público de hoy confunde lo que es el arte con el producto del arte, donde el dinero juega un papel protagonista, como lo hizo también en el siglo XIX, aunque hoy es peor.

¿Se puede convertir el coleccionismo en una obsesión?

Yo no lo llamaría una obsesión, puesto que la obsesión esconde una enfermedad. Lo llamaría una vocación. Algunos hemos tenido la suerte de haber nacido con una vocación y los que no la tienen lo llaman obsesión. Pero es una vocación, como la que tiene el que decide hacerse cura o monja. Desde hace muchos años, la nueva religión no es la que aprendemos en la iglesia o en las clases de catequismo, sino el museo. Cuando tenía veinte años y visitaba el Louvre, la entrada principal del museo se hacía por la fachada de la Colonnade, que queda frente a la iglesia Saint Germain l´Auxerrois. Cuando iba los domingos al Louvre, había mucha gente que hacía cola para acudir a misa y no había nadie en la puerta del museo. Ahora es al revés. Porque el arte es la nueva religión. Esta no es una idea nueva: Schopenhauer ya dijo que lo único que podría sustituir a la religión sería el arte.

Su deseada colección se quedará finalmente en Toledo y Cuenca y no aquí. ¿Qué pasó para que rechazara dejar sus cuadros en Málaga?

Málaga fue la primera ciudad de España en interesarse por mi colección. Pero en ese momento la ciudad andaba ocupada con otras cosas que eran también muy importantes. Y los coleccionistas somos personas muy impacientes. Tenemos esa urgencia de las cosas que hay que hacer y que no pueden esperar. Pero eso no ha creado ninguna antipatía entre Málaga y yo. Todavía podría hacer otras muchas cosas en esta ciudad.

¿Qué opina de que Málaga haya hecho de la cultura y el arte su gran apuesta de futuro?

Han tenido la inteligencia de hacerlo así. Creo que todo esto se remonta a los primeros años de la reina Sofía, que declaró que ella quería que España usara la cultura para atraer al turismo y hacerse conocer más todavía. Ahora España es el país más visitado del mundo, con una estimación de 75 millones de personas. Y eso ofrece una gran oportunidad para un coleccionista, cuyo deseo es compartir lo que él ama con los demás. Aunque en los periódicos a veces leo cosas sobre mí al respecto de confabulaciones que en nada obedecen a la realidad.

Bueno, tenga en cuenta que el arte mueve mucho dinero y a menudo se juega con la ignorancia de la gente...

Ese es el gran problema de hoy. El señor Alcouffe [habla del conservador jefe honorario del Museo del Louvre, Daniel Alcouffe, que también participó ayer en el seminario] se refirió en su conferencia al arte coleccionado por reyes, monarcas, aristócratas, nobles y hombres de negocios que hicieron mucho dinero. Pero no habló de las colecciones aún más importantes, creadas por hombres pobres. La colección más importante que entró en el Louvre en el siglo XIX fue la de Charles Sauvageot, que era funcionario por el día y violinista por la noche. Era un hombre muy pobre. Tampoco tenía mucho dinero Peggy Guggenheim. Ella y su hermana heredaron poco más de 400.000 dólares cuando eran niñas. Todos los artistas se pegaban a ellas creyendo que eran ricas por el apellido que tenían. Pero no lo eran. Peggy sufría y hacía grandes esfuerzos para poder comprar. Cuando finalmente su museo abre en Venecia en 1951, no es porque tuviera entonces dinero o el estado italiano la hubiera financiado. Fue porque pudo convencer a su tío Solomon, que sí era muy rico, para que la fundación absorbiese su colección. Si uno analiza la colección Guggenheim de 300 obras que tenía Peggy cuando se abrió aquel museo, observa que ninguno de esos artistas, entre ellos Jackson Pollock, tenían ningún valor monetario. Creo que el cuadro por el que más pagó a Pollock fue de 100 dólares. Y ninguno de ellos había estado antes en ningún museo.

¿Usted es un hombre de arte o de dinero?

De arte. He sufrido mucho para poder comprar. A veces, cuando no he podido comprar alguna obra porque no tenía el dinero, he pasado cuatro o cinco días en cama sufriendo. Y nadie entendía la razón. Yo no compro con dinero. Claro que todo cuesta dinero, pero yo compro con erudición. Con conocimiento. No compro firmas. Soy yo el que ha hecho las firmas. Soy yo el precursor del mercado. Es importante definir por qué una persona colecciona.

¿Por qué?

Los hay que coleccionan porque tiene mucho dinero y así siente que han encontrado el símbolo de que han llegado a algo importante en la vida, cosa que es legítima, y los que coleccionan por vocación. Los que aplican sus conocimientos del arte a sus adquisiciones. Hoy en día la situación es muy peligrosa. ¿Quiénes son las personas que forman los consejos de adquisiciones de los grandes museos norteamericanos? ¿Son nuevos ricos que en general no tienen ningún conocimiento del arte? Vivimos con la idea de que el dinero aporta automáticamente conocimiento. Tengo dinero, tengo gusto y por tanto tengo conocimiento. Estas personas promueven en los consejos de los museos el arte que ellos mismos compran para que el museo se sume a esas compras y así suba el valor de sus propias colecciones. Eso es muy peligroso. Estoy en contra de los museos que solo funcionan con fondos públicos. Y tampoco estoy a favor de los museos que están completamente sostenidos por el sector privado. Estas fórmulas dan lugar a muchos conflictos de intereses y corrupción. Lo ideal sería un híbrido, con el 50% público y el 50% privado.