Dirty Dancing. El musical no ha parado de sorprender al público desde su llegada a Málaga. Y una de las mejores sorpresas es la presencia de una torremolinense que está pisando fuerte sobre las tablas del Teatro Cervantes, entre su elenco artístico.

Orgullosa de ser malagueña, Marisa Pareja sigue hablando con la misma ilusión de su trabajo que cuando salió de su querida Málaga natal, a la temprana edad de 17 años. Una vida dedicada al baile y a formarse como artista, que le ha obligado a renunciar a ciertos placeres, como estar en casa con su familia o disfrutar de la compañía de sus amigos en ciertos momentos, pero de la que no se arrepiente en absoluto.

La artista, que cuenta ya con más de doce años de experiencia sobre los escenarios, confiesa que dedicarse al mundo del baile requiere mucha valentía,pero sobre todo «constancia»,ha encontrado en Dirty Dancing, la oportunidad de actuar en su Cervantes como ella misma expresó. «Tenía muchas ganas de actuar en mi Cervantes, en mi Málaga... He estado en otros musicales que tenían actuaciones aquí, pero siempre se cancelaba, y la verdad es que siempre me ha quedado esa espinita», comenta entre risas.

Esfuerzo

Dedicarse al baile requiere mucho sacrificio, años de preparación y mucho esfuerzo que no aseguran lograr conseguir vivir de ello, y menos lograr un nombre dentro del mundillo: «Es una profesión que requiere dedicación completa, no solo es lo que se ve encima del escenario, sino muchas horas de preparación física y mental». Marisa conoce muy bien el lado oscuro de esta profesión que asegura es «preciosa», pero sin olvidar los sinsabores que esconde. La artista, define sus inicios en este mundillo como «muy bonitos, pero complicados» , ya que siendo muy joven tuvo que renunciar a las comodidades de estar en su ciudad para salir a formarse: «Me fui primero a Estados Unidos y luego volví a Barcelona y después a Madrid para seguir formándome». Su profesión la ha obligado a distanciarse de su querida ciudad, sin embargo reconoce orgullosa que todo empezó, aquí, en su Málaga, donde comenzó sus estudios de baile en Escuela Superior de Artes Escénicas de Málaga, a la que define como una de las mejores escuelas de baile que ha conocido y que esconde una gran «cantera de talento que va a dar mucho que hablar».

Doce años de profesión dan para mucho currículo. Desde el conocido musical Hoy no me puedo levantar,un sinfín de giras a nivel internacional y nacional, impartir clase e incluso lanzarse al mundo de la canción y ahora los escenarios del Cervantes en un musical con coreografías con un gran nivel de complejidad que requieren como ella misma expresa «un trabajo de 24 horas» y de mucho empeño: «Los bailarines somos nos lesionamos, nos recuperamos y volvemos».

Una trayectoria en la que dice ha aprendido mucho, sobre todo en las giras, de las que afirma, se lleva la enseñanza y el valor del trabajo en equipo, además del placer de haberse enamorado de cada ciudad que ha visitado, aunque afirma entre risas que aún «no ha encontrado ninguna como Málaga». También reconoce que con los años ha aprendido a seleccionar: «Al principio llegas con muchas ganas, y no dices no a nada, con tiempo aprendes a saber qué parte quieres explotar más y a qué decir sí y a que no».

Bajo el lema de «mujeres al poder», Marisa reconoce que aunque no siempre es así, en ciertas ocasiones ser mujer ha sido un lastre en su carrera: «Muchas veces tienes que demostrar más que un hombre, que no sólo eres mona, para los ojos de quien te juzga».

Hablar con Marisa es como hablar con alguien que acaba de terminar su carrera; muestra la misma fuerza e ilusión que aquellos que están empezando a labrarse un futuro pero con la sabiduría del que ya andado el camino. A los que, como ella, sueñan o soñaron con vivir siempre del baile, les aconseja: «Que que se formen todo lo que puedan, porque la competencia es muy dura, pero que de verdad merece la pena».