Muchos conocieron a James Rhodes a través de su Instrumental, un libro de memorias y confesiones en que el pianista británico hablaba sin tapujos de los abusos sexuales que sufrió durante años y del complicado camino para superar sus secuelas. En un mundo como el de la música clásica, tan dado a ámbitos encorsetados y quizás frío, la sinceridad y honestidad a tumba abierta de Rhodes resultó refrescante, de ahí que el teléfono del solista no haya parado de sonar desde hace meses y de que su agenda siempre esté repleta. En abril fue uno de los invitados estrella a Málaga 451. La Noche de Los Libros de La Térmica; anoche fue el encargado de cerrar el festival veraniego del Teatro Cervantes (y con él la temporada 2016-2017 del templo) con un recital que llenó el teatro y que satisfizo a sus seguidores de entonces y los de nuevo cuño. Y eso es porque James Rhodes propuso un recital híbrido, entre el concierto clásico, tradicional (sonaron sus exquisitas lecturas de la Chacona en Re Menor de Bach y Busoni, la Partita Número 1 de Bach y la Balada Número 4 de Chopin­) pero con nutritivos monólogos sobre las piezas y su significación dentro de su propia vida (sin, por supuesto, olvidar los episodios más oscuros de ésta). Una velada perfecta para conocer el alma de un músico y de un superviviente.