Ser artista, ¿una profesión o una pasión? Desde hace siglos, denominarse artista, ya bien sea en un ámbito, como por ejemplo la escritura, o en otro, como la pintura o la música, nunca ha estado del todo bien visto. Ser actor o actriz significaba pertenecer al mundo de la farándula e incluso algunos decían que al de los vicios, ser escritor te hacía ser un bohemio, loco, trotamundos abocado a la bebida, y ser músico, un mendigo que ofrecía un par de sus mejores notas en la calle a cambio de un par de monedas. ¿La diferencia con la actualidad? El matiz sutil de describir los artistas como gente que «intenta llegar al estrellato», pero no, ese no es el fin. No existe un fin y mucho menos uno relacionado con lo material o la fama, solo existe, y eso no abriga, la pasión, ese «algo» que florece en el interior de cada artista y que le hace amar el arte y lo que es capaz de hacer.

Desde muy joven ella quería ser actriz, sin motivo alguno, sin saber por qué, mientras sus familiares reían y pensaban que, con tan solo siete años, una niña no podía saber a qué quería dedicarse en el futuro. Diez años después, ella, Sandra Medina, una linarense afincada en Córdoba, comenzó sus estudios en la ESAD de esta misma ciudad. Contra todo pronóstico, esta situación ya no era una ilusión infantil, no eran comentarios espontáneos, ni sueños de adolescente, era real, la interpretación era su vida. «El teatro es vida», expresa Sandra mientras trata de explicar como este arte ha cambiado su visión del mundo en general. «Ahora, ya que han pasado algunos años desde que terminé la carrera, me di cuenta que la vida es un teatro, sin guión, una obra que vamos improvisando».

«Mi familia siempre me ha apoyado, me ha permitido ser lo que yo quisiera ser y siempre se han sentido muy orgullosos de que haya estudiado arte dramático, aunque yo sabía que tenían mucho miedo por no saber que sería de mi futuro laboral», explica Sandra. Durante sus cuatro años de formación, Sandra comenta que ha tenido profesores que han marcado un antes y un después en el camino y que le enseñaron, que «el interprete, el actor, es el artesano de las emociones». En su escuela había una profesora a la que ella recuerda con cariño ya que dedicaba horas y horas de sus clases a meditar con los alumnos. «Ella quería que fuésemos conscientes de nuestras emociones, para ser capaces de deshacernos de ellas, vaciarnos, y así, poder absorber las de nuestro personaje, convirtiéndonos en él», expresa Sandra.

Estudiar alguna carrera relacionada con el arte es algo que no está bien visto por la escasa salida laboral que tienen estas carreras. «La gente siempre me decía o que no conseguiría llegar a nada, o preguntaban que cuándo saldría por la televisión. Yo me reía, siempre he decidido hacer lo que me gustaba sin pensar en el que dirán», afirma la actriz.

Actualmente, Sandra, que alcanza la treintena, trabaja en el sector de la hostelería, pero su apego y amor por su profesión no ha cambiado «en absoluto». «Después de muchas horas de ensayos, de cuatro años trabajando duro para conseguir sacar esta carrera adelante, no, no trabajo en mi profesión, pero jamás dejaré de amar el arte dramático», indica la joven.

Muchas horas de ensayo y trabajo ha tenido también tras de si Toni Guerra, o como el prefiere identificarse , «Anthony War», un almachareño que decidió salir de casa para comenzar a formarse en el mundo de la música y el audiovisual. Con trece años de conservatorio, un grado en audiovisuales, un máster en cinematografía y otro en creación audiovisual y artes escénicas, este joven de amplio currículum descubrió su pasión tras haberse matriculado en una carrera cuyo ámbito, se alejaba mucho de sus verdaderas aspiraciones. «Comencé la carrera de Telecomunicacones, pero ese mismo año, descubrí que ser ingeniero no era mi futuro», explica Toni, que reconoce que lo que siempre había querido hacer era «contar historias y que la mejor forma de hacerlo era a través del audiovisual».

«Dejé la carrera y me matriculé en el Grado de Audiovisuales en Málaga. La reacción de mis padres no podré olvidarla, se les vino el mundo encima, mi madre siempre había querido que estudiase algo que me diese un futuro estable», expresa el joven. A partir de ese momento, comenzó a escribir guiones. Su relación con el cine comenzó a partir de los catorce años, época en la que «ser director no era algo que yo pudiera imaginar», expresa el joven.

De forma paralela, su historia con la música se inició en la adolescencia. «Mi madre me apuntó a clases de guitarra, yo por aquel entonces no sentía mucha pasión por la música. Con el paso de los años, en el conservatorio comencé a sentir que la música, era otra de mis pasiones. Para mi, tocar la guitarra es como viajar a otra parte y que no te importe nada». Para el joven, que actualmente se dedica a dar clases de guitarra y comenzará el próximo curso la carrera de Filosofía, «el arte es un método para cambiar el mundo», el arte, explica, « te aporta una sensibilidad especial que yo, no cambiaría por nada».

Alguien que no cambiaría su profesión por nada del mundo es Belén Martos, profesora de danza en el Conservatorio Superior de Danza en Málaga. Una malagueña del barrio de San Rafael, que ha pasado de trabajar repartiendo propaganda, a ser dependienta de una charcutería, pasando por la venta de enciclopedias o por cualquier otro tipo de trabajo que le diera beneficios económicos para poder pagarse cursos, viajes e incluso una habitación para seguir formándose en el mundo del baile.«Bailo desde pequeña, hice el Conservatorio profesional de danza española en Málaga y finalicé mis estudios en el año 95, después me especialice en flamenco y me dedique a bailar por España y el extranjero», expresa Belén, que además, indica que todo esto pudo lograrlo gracias al apoyo de su familia. «Yo he tenido mucha suerte con mis padres porque siempre he tenido su apoyo, veían que tenía las ideas muy claras, veían que me esforzaba y por eso creo que jamás me han dicho que estudie otra cosa».

Esta profesora de danza cuenta con cariño que gracias a una de sus profesoras hoy puede ser quien es. «Mi padre estaba enfermo y mi madre no podía pagar mis clases, pero esta profesora me ayudó a continuar sin pagarlas». El baile forma parte de su vida y afirma que no puede concebir su vida sin él. «Si no hay pasión, es imposible dedicarse a esto. He dedicado muchas horas de mi vida a los ensayos, a las clases, era lo que quería hacer, el baile es parte de mi vida y cuando bailo, siento que soy yo, en toda mi esencia, libre», afirma Belén.

Como el baile para Belén, el dibujo y la ilustración forman parte de la vida de Fran Robles desde muy joven, un linarense que no sólo dibuja, sino que disfruta de las obras de arte «sintiendo esa sensibilidad que te hace saber que esto, no solo es un pasatiempo, para mi tiene un peso real, el dibujo me aporta sensaciones y emociones y por ello, comprendí que el dibujo formaba parte de mi vida». Este joven, que ha estudiado ilustración y ahora está en el grado de diseño, explica que mientras dibuja, está dando una parte de si mismo y dibuja «como aquel que necesita comer o descansar, es algo que mi cuerpo necesita hacer, un impulso», destaca. La familia de Fran creía que el dibujo era sólo una afición que no se extendería «hasta una futura profesión». «Estudie el bachillerato de artes y aunque mis padres creyeran que haría ingeniería o algo similar, decidí estudiar ilustración», explica Fran, que además destaca que sintió que había encontrado lo que realmente quería hacer «y los demás pensaban que estaba equivocándome y entonces, tuve miedo a ser un pez pequeño en un estanque muy grande».

Este ilustrador y futuro diseñador gráfico, no se imagina su vida sin el dibujo. «El arte es un puente hacia un horizonte más allá de lo que mucha gente busca», indica, tratando de resaltar cómo «el arte, para muchas personas, es un gran desconocido». En cuanto al trabajo, el joven reconoce que sabe que la situación es complicada ya que «es un mundo competitivo y hay que saber identificarse, haciendo cosas que no sean similares a las del resto. Actualmente, Fran ya ha realizado algunos proyectos independientes como un fancine llamado «Inquieto», para promocionar el arte en Jaén.

Actriz

Sandra Medina «Un actor es el artesano de las emociones»

Durante sus cuatro años de formación, Sandra explica que ha tenido profesores que han marcado un antes y un después en el camino y que le enseñaron que «el interprete, el actor, es el artesano de las emociones» y desde que salió de la carrera ha comenzado a comprender que el teatro, «es vida». En su escuela había una profesora que Sandra recuerda con cariño ya que ésta, dedicaba horas y horas de sus clases a meditar con los alumnos. «Ella quería que fuésemos conscientes de nuestras emociones, para ser capaces de deshacernos de ellas, de vaciarnos, para así, poder absorber las de nuestro personaje, convirtiéndonos en él», expresa Sandra.

Creador audiovisual y músico

Toni Guerra «El arte es un método para cambiar el mundo»

Con trece años de conservatorio, un grado en audiovisuales, un máster en cinematografía y otro en creación audiovisual y artes escénicas, este joven de amplio currículum descubrió que su pasión era «contar historias a través del audiovisual». Para el joven creador audiovisual, que actualmente se dedica a dar clases de guitarra y comenzará el próximo curso la carrera de Filosofía, «el arte es un método para cambiar el mundo». El arte, explica, «te hace comprender el mundo de una forma diferente y te aporta una sensibilidad especial que yo no cambiaría por nada».

Bailarina y profesora de danza

Belén Martos «Cuando bailo, soy yo en toda mi esencia, libre»

Para Belén Martos, el baile forma parte de su vida y afirma que no puede concebir su vida sin él. «Si no hay pasión, es imposible dedicarse a esto. He dedicado muchas horas de mi vida a los ensayos, a las clases, era lo que quería hacer, el baile es parte de mi vida y cuando bailo, siento que soy yo, en toda mi esencia, libre», afirma Belén. Esta profesora de danza cuenta con cariño que gracias a una de sus profesoras hoy, puede ser quien es. «Mi padre estaba enfermo y mi madre no podía pagar mis clases, pero esta profesora me ayudó a continuar sin pagarlas, después, mi madre, como agradecimiento y forma de pago, limpió la escuela de baile de forma gratuita».

Ilustrador y diseñador

Fran Robles «Con el dibujo, doy una parte de mí mismo»

El dibujo y la ilustración forman parte de la vida de Fran Robles desde muy joven, un linarense que no sólo dibuja, sino que disfruta de las obras de arte «sintiendo esa sensibilidad que te hace saber que esto, no solo es un pasatiempo, es vida, sensaciones y emociones». Este joven, que ha estudiado ilustración y ahora está en el grado de diseño, explica que mientras dibuja, está dando una parte de sí mismo y dibuja como «aquel que necesita comer o descansar, es algo que mi cuerpo necesita hacer, un impulso». Este ilustrador y futuro diseñador gráfico, no se imagina su vida sin el dibujo. «El arte es un puente hacia un horizonte más allá de lo que mucha gente busca», indica, tratando de resaltar cómo «el arte para muchas personas en un gran desconocido».