Torremolinos puede ser todo lo que uno quiera, menos aburrido. O aburrida, ya que el género nunca ha formado parte de su definición. El pueblo, la villa, el municipio o la localidad hizo posible que la luz comenzase a bañar las mentes de una España gris y beata incapaz de levantar la mirada por miedo a la cuneta.

Desde Torremolinos, el país comenzó a descubrir que otra vida, mucho más divertida y libre de prejuicios, era posible. A partir de los años treinta, el pueblo de pescadores se transformó en un centro de peregrinación turístico y años más tarde floreció como «diamante en bruto de la costa sur mediterránea», según rezaba el anuncio que el Ministerio de Turismo lanzó a comienzos de los años setenta. Entre el Bajondillo y la Carihuela transcurría una vida repleta de días al sol y noches de fiesta. Jornadas eternas de desinhibición que transformaron las mentalidades encorsetadas que dominaban el pulso de la sociedad española. El topless, la liberación sexual importada por las suecas, la normalización de la homosexualidad, la extravagancia desatada en cada discoteca..., todo ello convirtió a Torremolinos en un lugar deseado. En el lugar del deseo. La histórica revista Litoral dedica un número especial al florecimiento de la localidad a través de los acontecimientos y protagonistas que contribuyeron a hacer de Torremolinos una referencia mundial de la libertad, la intelectualidad, la modernidad, la cultura y el esparcimiento vital.

El volumen, titulado 'Torremolinos. De pueblo a mito', que fue presentado ayer en la Casa de los Navajas, cuenta con cuarenta destacadas firmas, entre ellas las del arquitecto Salvador Moreno Peralta; los escritores Estrella de Diego, Guillermo Busutil y Antonio Rivero Taravillo; el artista Eugenio Chicano y el cantante Javier Ojeda. Moreno Peralta, encargado de conducir la presentación, recordó que Torremolinos fue una «ciudad mágica a la que se la había encomendado ser la esencia del Mediterráneo».

«Uno no iba a Torremolinos sino que se perdía en Torremolinos, se disolvía en Torremolinos como el destino de todos los flâneurs del mundo. Torremolinos no era un lugar sino una condición moral, libre - libérrima- y transgresora», dijo.

La publicación, que contiene un interesante material fotográfico extraído de la fototeca de Torremolinos Chic -la web de Lutz Petry y José Luis Cabrera- y otras fuentes privadas, comienza su recorrido en el momento en el que el pueblo inicia su transformación en una incipiente industria turística y lugar de inspiración de creadores como Cernuda, Dalí y su esposa Gala, protagonista del primer topless documentado en España. La publicación relata cómo el turismo se instaló en la realidad del municipio, en el que van creciendo pequeños hoteles hasta el hito de la apertura del Hotel Pez Espada en 1959 como primer gran hotel de lujo de la Costa del Sol, marcando una nueva línea de tiempo a partir de la que se convierte en lugar de peregrinación de la alta sociedad y la clase dirigente, con personajes como Soraya de Persia o Juan Domingo Perón. En los gloriosos años sesenta, Torremolinos tambiém fue un gran plató de cine y por sus calles paseaban estrellas como Brigitte Bardot, Anthony Quinn, Lee Remick, Frank Sinatra o Jean-Paul Belmondo.

En su texto, el escritor y periodista de La Opinión Lucas Martín recuerda cómo Torremolinos se alzó igualmente como un «paraíso de lo gay» a pesar de ser un lugar en el que convivían «la ingenuidad y las más funerarias costumbres religiosas». Y recuerda la visita que John Lennon y Brian Epstein, el manager de los Beatles, realizaron a Torremolinos en 1963, y en la que liberaron su instintos homosexuales. Mientras tanto, el régimen franquista hacía la vista gorda para no perder los ingresos que traían tantos y tan ilustres turistas.

La década de los ochenta, según relata Javier Ojeda, trajo la modernidad musical a la localidad, que «osciló entre la New Wave al tecno-pop y los New Romantic», y se transformó en el paraíso de los sonidos underground, donde las tribus urbanas -mods, punks, rockers...- discutían con pasión sobre sus preferencias. Para el líder de Danza Invisible, la decadencia de Torremolinos «llegó a imponerse definitivamente en 2002 con el descubrimiento a todo boato del inefable Monumento al Turista».

Y como aseguró Moreno Peralta, todo esto ocurrió «en un pequeño lugar de la periferia peninsular, sin ínfulas supremacistas a pesar de estar asentado sobre un territorio con la sabiduría de esos cien pueblos de Algeciras a Estambul y, además, en la España machadiana de cerrado y sacristía». «Este libro que hoy presentamos es, pues, la crónica apasionada, precisa y a la vez plural, de un milagro», resaltó.