Su biografía cuenta que con pocos años construyó un instrumento rudimentario del que podía extraer sonidos «curiosos» ¿Podría ser una de las claves para entender las sonoridades de su obra? Por cierto, pueden calificarse de cualquier cosa menos de imitativas.

Siempre lo digo en tono jocoso, creo que mi carrera de compositor empezó a temprana edad por esta inquietud que tenía de crear mi propia música, tratando de averiguar sonidos, las combinaciones de éstos, con las que sacaba mis propias melodías y ritmos con cualquier elemento que hiciera un sonido llamativo. Mientras los otros niños jugaban con los juguetes convencionales tuve una atracción muy poderosa hacia aquellas construcciones sonoras. Cualquier elemento que llegaba a mis manos o cualquier instrumento, un tubo, un vaso, algo de la cocina de mi madre€ Me proveía de un set de instrumentos con el que hacer música. Éste fue el comienzo de mi carrera componiendo. Ése ha sido mi camino, el de la música propia, el de escribir música; lo entiendo como sinónimo de libertad absoluta porque el arte en realidad es un acto de libertad.

Quien va a sus conciertos no sólo descubre a un pianista sino a alguien tan cercano como podría ser un amigo, lo que marca cierta distancia con el resto de intérpretes. ¿Por qué esta intención?

Pienso que es lo mejor que puedo recibir del público. Le confieso que cada vez que subo al escenario lo primero que me viene a la cabeza es que estoy haciendo una entrega. El arte en general y la música en particular no son más que un acto de entrega, un agradecimiento porque entiendo que he recibido una especie de regalo que me permite expresarme con la música, crear melodías y que estas causen bienestar en la persona que lo escuche. Algo, como se dice en España, que tenga buen rollo. Cuando alguien me dice algo como lo que acaba de mencionar para mí es el alimento que me anima a continuar. Ahí es cuando comienza la «música para cambiar el mundo» que, además, es un proyecto centrado en conciertos benéficos para poner mi música a disposición de una buena causa, no en el mero hecho de asistir a un concierto, se trata de compartir y contagiar esta manera de entender la vida, esta oportunidad que todos tenemos de vivir, sin ignorar todas las cosas que hay que cambiar, tanta pena, tristeza, injusticia y violencia que existe en el mundo de hoy. Trato de despertar el compromiso que tenemos todos nosotros y al que estamos llamados a sumarnos y, por supuesto, contagiarnos de esta intención. Darle batalla a la violencia, al odio, a la injusticia a todo lo que no nos hace felices. Éste es mi compromiso, mi idea de intentar cambiar el mundo desde el piano.

Llega usted a Málaga de la mano de Acceptus y ProyectandoArte colaborando con el proyecto benéfico de las Hermanas Clarisas centrado en su sexto proyecto discográfico aunque repasará trabajos anteriores. ¿De dónde se nutre para decantar nuevos temas?

Me apoyo en una definición que expusieron sobre mi obra: neorromántica. Adopto este término porque mi trabajo se enlaza con aquel que realizaban los autores de ese periodo basada en la experiencia personal, las vivencias o si lo prefiere la manera de ver y sentir la música que no estaba tan atada a las reglas de composición del clasicismo o el barroco, mucho más rígida. Ellos realizaban una música más descriptiva. De ahí que parta de mis propias visiones, experiencias, sentimientos y por supuestos mis viajes. Estos últimos no los puedo obviar de ninguna manera, viajar es siempre una fuente de inspiración. Soy adicto a los viajes, doy conciertos en muchas ciudades y siempre con el objetivo de ofrecer no sólo mi música, sino también nutrirme para nuevas composiciones. Ésa es la clave, el motor de mis composiciones. A mi piano lo llamo la caja mágica y cada mañana al abrir la tapa miro a ver qué encuentro ahí para comenzar a generar nuevas historias. De eso se trata todo mi trabajo: contar un cuento, contar una historia o una fantasía si se quiere entender así. Pero siempre ligado a experiencias personales.

Recuerda mucho a enormes pianistas como Liszt, Chopin y el propio Albéniz, que hicieron suyas sus propias composiciones. ¿Busca el virtuosismo o se mueve por otros caminos?

En mi opinión el virtuosismo debe estar supeditado siempre a su propia justificación. Tengo varias obras muy comprometidas técnicamente pero no por el virtuosismo en sí mismo sino como vehículo para conseguir una emoción. El virtuosismo no debería ligarse al espectáculo de maestría del intérprete o ver qué es capaz de hacer, más bien tocar la emoción de las personas que te están escuchando. En mi opinión sí está justificado cuando logra emocionar. Pretendo conmover, transmitir, ir directo al corazón del oyente, no impresionar con artificios, de ahí que me base la mayoría de las veces en las melodías, como pueden hacer compositores actuales como Morricone, Williams o Zimmer€ En sus obras predomina una bella melodía que inspiran sentimientos.

Ha participado en el proyecto Música Por La Salud. ¿Cree que la música cura al igual que puede cambiar el mundo?

En eso estoy totalmente convencido, además de las pruebas científicas que lo avalan. Le confieso que a través de una vivencia personal experimenté que la música tiene poder curativo. Escuchar música alivia el dolor, al menos de una forma momentánea. En situaciones de dolor cuando le llevas a alguien música esas personas logran abstraerse aunque sea por un rato de este, de esos pensamientos que genera. Aunque sea por unos minutos ya merece la pena la empresa. Esto es en el plazo más inmediato, si nos vamos a un espacio más amplio existe la musicoterapia que hace sus aportes en esta línea. He tenido la suerte de trabajar en hospitales llevando conciertos donde hemos llevado la música improvisando una sala de conciertos y le puedo decir que es una grata experiencia tanto para los pacientes como para los músicos, un acto de amor si se quiere ver así también.

Los conciertos de Julio Mazziotti a nadie dejan indiferente: comenta, interactúa con el auditorio o incluso altera el orden del programa ¿Tan importante le resulta la conexión con el auditorio?

En mi caso particular es fundamental. La música termina siendo el argumento para unir almas y emociones, hasta tal punto que cuando termino un concierto no me retiro al camerino sino que salgo al hall de la sala a saludar al público, firmar discos€ Creo que es el momento más bonito que se vive, inician amistades, crean contactos que van en la sintonía de unir a las personas con buenas voluntades y hacernos más notorios.