Stefan Zweig, en sus Momentos estelares de la humanidad, relataba cómo un Haendel derrotado y al borde la ruina escribe en apenas tres semanas el gran oratorio que le convertiría en esa figura indiscutible. Tanto que protagoniza nuevamente el programa de Navidad de la Filarmónica de Málaga. Cuestión bien distinta es el resultado, tan inconsistente, como tibio. La lectura ofrecida quedó muy lejos de lo esperado a golpes de titubeos e inexpresión. Triste cosecha para una página que a pesar de su ejecución sumaria lucharía por brillar entre pascueros mustios.

Como director artístico, Hernández Silva ha optado por una visión decididamente clasicista con la que Mozart revestiría los originales haendelenianos apostando por su versión alemana, que poco aporta a un texto originariamente inglés. Es lógico concluir que el titular de la OFM debió defender en el podio este programa. Aún así, el trabajo expuesto por Igor Ijurra fue titánico en su vano intento por extraer una línea melódica convincente. Las dos holgadas horas de lectura oscilarían entre la agilidad de ciertos números asignados a los solistas frente a tiempos más pausados marcados para la masa coral.

Carmina Nova no estuvo a la altura de la gran formación que es. El plano emisivo resultó condicionado por la incómoda dicción ayudada por la acústica del Cervantes y el continuo desempaste provocado por una cuerda tenor ausente y unos bajos que en nada evocan la rotundidad de otros tiempos. A este conjunto lo salvaron sus sólidas contraltos y las más que seguras sopranos. No están en duda el esfuerzo previo,ni los sacrificios personales; solamente aquello que finalmente se recibe en concierto.

La Filarmónica osciló entre destellos barrocos apocados por una dinámica sin opciones de lucimiento. Cabe destacar los esfuerzos de maderas frente a unos bronces literalmente castrados. De las cuerdas señalar que, lejos de ese ligado ondulado, apetecían secas y afiladas. El maestro Ijurra intentó marcar un Mesías ágil de vocación mozartiana, pero, la verdad, ni Mozart, ni Haendel porque la Orquesta Filarmónica de Málaga no acaba de encontrar ese toque que en otro repertorio es sencillamente rotundo.

La elegancia de Thomas Laske volvía al Cervantes compartiendo gusto, técnica y presencia en el fingido duelo con el resuelto tenor Enrico Iviglia. Sobresaliente la leridana Marta Infante, que acaparó buena parte del interés de la versión ofrecida. Absolutamente plana fue la participación de la soprano Isabel Monar para un traje tan preciso y clave. Un currículo se defiende siempre al mismo nivel sin despreciar al auditorio, por no hablar del contacto con la realidad.