Enfermera Saturada presenta su nuevo libro, Suero de una noche de verano. La historia gira en torno a un contrato estival y a esa llamada de la bolsa de empleo de la que están pendientes miles de enfermeras en nuestro país, entre ellas Héctor. Este sanitario lleva trece años pendiente del teléfono, trabaja para el Servicio Gallego de Salud de forma eventual haciendo sustituciones entre el hospital y el 061, «trabajo donde me llamen o donde me ofrezcan el contrato más largo», reconoce.

Suero de una noche de verano es el cuarto título de una serie que ha tenido, y está teniendo, un gran éxito. Tras El tiempo entre suturas, La vida es suero y Las UVIS de la ira llega este nuevo título que está llevando a su autor a recorrer media España. Sólo cuatro días después de salir a la venta la editorial ha tenido que lanzar la segunda edición. ¿Se esperaba esta acogida?

No me lo esperaba. Para nada. Todo esto surgió un poco de casualidad cuando hace cinco años comencé en Twitter con el personaje de Enfermera Saturada (@EnfrmraSaturada). Cuando lo creé no tenía intención de sacar ningún libro. Nació como una forma de contar el día a día de la profesión, anécdotas con los pacientes, la inestabilidad laboral que tenemos... Entonces el personaje comenzó a gustar mucho y a los seis meses decidí abrir un blog para contar todas esas historias, pero ya sin la limitación de caracteres que hay en Twitter. Estas curiosidades gustaban mucho, los seguidores pedían cada vez más y pensé que con todo lo que tenía por contar me daría para un libro. Y así fue como me animé a escribir el primero.

¿Fue muy complicado que viera la luz?

Lo complicado no fue escribir el libro sino publicarlo. No encontré ninguna editorial que creyese en mi personaje, que creyese en lo que escribí, y aposté por la autopublicación gracias a Amazon y así es como vio la luz La vida es suero. Gracias a todos los seguidores que tenía y a que animaban a sus conocidos a comprarlo en unos meses pasé de no tener editorial a poder escoger entre varias

¿Qué vamos a encontrar en él?

Cuando escribo pienso en mis compañeras, en otros profesionales de la salud, en estudiantes de Enfermería y Medicina. Es un libro con escenas que cualquier persona que haya estado ingresada o como acompañante en un hospital siempre ha visto, como en la ilustración de la portada, donde se ve un paciente con el camisón abierto por la espalda intentando mantener la dignidad. La principal novedad de este libro respecto a los anteriores es que gira en torno a un contrato de verano. Empieza el día en el que a Satu, la protagonista, la llaman de la bolsa de empleo para hacer un contrato de verano y termina cuando se le acaba, por eso se titula Suero de una noche de verano porque estos contratos son como nuestro sueño, el sueño de todos los eventuales que durante unos meses logran la estabilidad. El libro cuenta todo lo que le sucede a Satu en su trabajo, dentro del hospital, pero también fuera. Y esa es una de las novedades de este cuarto libro, que por primera vez habla de sus relaciones fuera, con sus vecinas, sus amigas y lo que supone trabajar a turnos. Un ejemplo es cuando todas sus amigas se van de festival y no entienden por qué Satu no se puede ir, no entienden lo que es trabajar un fin de semana. Algo similar a lo que os pueda pasar a vosotros en la redacción del periódico.

En redes sociales miles de personas le seguimos tras el pseudónimo Enfermera Saturada. ¿Resumen estas dos palabras el día a día de esta profesión?

Por desgracia sí. Empezando por la presión asistencial y los ratios de enfermería que nos sitúan como uno de los países de Europa con el ratio de enfermera-paciente más bajo. La media europea está en ocho enfermeras por cada mil habitantes y en España estamos en cinco. Al cabo tienen mucha más carga asistencial y los recortes en Sanidad, evidentemente, también nos han afectado. Vives cada día casos de compañeras que están de baja y no las cubren y al final entre todos tenemos que repartirnos su trabajo. Lo de saturada es por eso. Entras de turno por la mañana y te ves desbordada por el médico que te llama, el paciente que te toca el timbre, el familiar que te para por el pasillo y la supervisora que también te reclama. Te encuentras en medio de esa vorágine y no sabes muy bien cómo escapar.

La radiografía a nivel nacional es muy similar de una autonomía a otra, en todas faltan enfermeras. ¿Por qué cree que no se resuelve este déficit?

No sé si es un problema de falta de voluntad o que el colectivo de enfermería no reivindica como debería, quizá aprovechan eso. Incluso, puede ser que la propia Administración no crea que el papel de la enfermería es tan importante como en realidad lo es. Nosotros no queremos que haya menos médicos para que haya más enfermeras, lo que me gustaría es que haya más enfermeras y si además aumentan los médicos, pues mejor. Siempre parece que termina favoreciéndose a un colectivo en detrimento del otro y eso es lo que no nos gusta. Entendemos que el presupuesto es limitado, pero deberían repartirlo mejor.

Sin embargo, la formación de los enfermeros españoles hace que se los rifen para trabajar en otros países. Estamos perdiendo sin ser conscientes un gran capital...

En este libro no, pero en el anterior, Las UVIS de la ira, había un capítulo entero dedicado a la emigración enfermera. Todos esos profesionales que se forman en las universidades españolas, universidades que pagamos entre todos, y de los que se aprovechan en otros países. Es lógico también que se marchen porque encuentran fuera esa estabilidad y ese reconocimiento que no tienen aquí. Pero es una pena por el capital humano que perdemos y aprovechan otros países como Reino Unido o Alemania.

Empieza el libro con una frase de Jennifer Worth: «La salud es algo que damos por sentado, pero pende de un hilo tan fino como el de una telaraña». ¿No nos acordamos de la salud hasta que nos falta?

Esto pasa mucho. La línea que separa la salud de la enfermedad es muy débil, un concepto que tenemos muy presente los que trabajamos día a día con la enfermedad o con la muerte, algo que, quizá por suerte, no se plantean quienes no están en contacto con esa otra realidad.

¿Le han llegado a sorprender las reacciones de los pacientes ante un diagnóstico que no esperaban?

Hay reacciones de lo más curiosas. Recuerdo el caso de un paciente al que fuimos a atender con la ambulancia porque se encontraba mal y cuando le hicimos un electro le dijimos que estaba sufriendo un infarto en ese momento. Su reacción fue decirnos: «¿Ahora? ¡Es que no me viene nada bien!». Lógicamente si ahora hablas con ese paciente se sorprendería de su propia respuesta, pero en ese momento no son conscientes de que ese hilo tan fino de la telaraña se puede romper. Estas cosas pasan mucho. Incluso de pacientes que te piden el alta voluntaria del hospital porque tienen muchas cosas que hacer. Pero también es sano que los ciudadanos no se obsesionen en que en cualquier momento puede surgir un problema grave de salud.

Aunque seáis enfermeras saturadas, intentáis mantener esa cercanía con el paciente

En el informe de la OCDE la enfermería siempre se mantiene como una de las profesiones mejor valoradas y, aunque yo conozco más el ámbito hospitalario, somos las enfermeras las que pasamos más horas pegadas a los pacientes. Pese a los recortes, aunque seamos enfermeras saturadas, somos imprescindibles para el sistema sanitario. Gracias a nuestro esfuerzo hacemos que el paciente se sienta cómodo, que pierda los nervios ante una operación o cuando te timbra porque necesita algo en la habitación, está preocupado y te cuenta sus miedos.