En su labor de mostrar nuevas lecturas de sus fondos, la Casa Natal de Picasso abre una ventana a la importancia del erotismo y la atracción carnal en la obra del genio pintor con la muestra El deseo atrapado, compuesta por 45 obras en las que el espectador se convierte en testigo de «todas las representaciones del deseo» picassiano, según explicó el comisario de la exposición, Mario Virgilio Montañez.

Desde la etapa preclásica hasta la libre figuración, sin olvidar el cubismo, las piezas de esta muestra, que podrá visitarse en la salas expositiva de la plaza de la Merced hasta el próximo 27 de mayo, resumen el genio malagueño «quiere mostrar y atrapar en su obra gráfica el deseo y la sexualidad». La exposición, que parte de la obra teatral El deseo atrapado por la cola, escrita por Picasso en 1941, se divide en ocho secciones temáticas: El cuerpo reconstruido, Los cuerpos creados, Los cuerpos observados, La mujer observada, La mujer que observa, Nuda veritas, El deseo y Fantasías del harén. El recorrido de esta exposición revela a un Picasso que, en diferentes etapas de su vida, siente y plasma el deseo de una forma diferente.

Entre las piezas más destacadas de la muestra se encuentra la ilustración de un desnudo que el artista realiza en 1956 utilizando «siete líneas» para el libro Un poème dans chaque libre, de Paul Eluard, nunca antes expuesto. En esta obra, Picasso descompone el cuerpo desnudo en sus elementos esenciales para que sea la intuición del observador el que devuelva su forma. También sobresale el primer estado de la serie Las dos mujeres desnudas (1931), solo vista en una ocasión anterior y en la que el malagueño experimenta con las formas en un ejercicio de auto-exigencia que delata su inagotable inventiva.

En la serie Los cuerpos creados, Picasso propone un juego de espejos, sutil y sorprendente, de arte dentro del arte, al representar a otros artistas en su tarea de representar desnudos, como se refleja en Pintor ante su cuadro (1927) y Escultor con escultura y otras obras (1931). La desnudez de las figuras de El taller del viejo pintor (1954) convierte al apartado de Los cuerpos observados en un lugar donde la intimidad queda a la vista del visitante, al igual que ocurre, en La mujer observada, donde esa mirada del pintor voyeur se centra en la figura femenina más sensual, detallando en sus grabados pasajes bíblicos, como en la obra Salomé, (1905). También la mujer es protagonista activa en La mujer que observa, donde la protagonista asiste a la escena y contempla lo que en ella ocurre, dando lugar a grabados como Modelo y gran cabeza esculpida (1933), en el que conviven clasicismo y erotismo.

En la serie Nuda veritas, la contemplación del cuerpo femenino de Desnudo con collar (1944) adopta otro papel, más cercano a ser un objeto de culto, de veneración, expresando un deseo casi inalcanzable. Picasso interpretó en sus obras la atracción de los cuerpos, su unión y el éxtasis derivado de la misma. Al hilo de este hecho, la serie El deseo invita a un recorrido por la trayectoria del artista malagueño, en la que da forma a la fantasía, que pasa de ser la representación de una danza erótica para, en los años finales de Picasso, tomar formas más explícitas y cargadas de tensión, como en Mujer equilibrista sobre la cabeza de un viejo barbudo en bicicleta delante de Cocu y los espectadores, I, (1966).

Por último, en la serie Fantasías del harén, el autor del Guernica recurre a la obra de Manet, Las mujeres de Argel, para mostrar un escenario en el que las protagonistas se relajan y, ajenas a la presencia masculina, entablan un diálogo secreto. Con 89 años, Picasso firma la obra que cierra la muestra, Burdel. Charlatanas con loro, Celestina y retrato de Degas, (1971), donde se el pintor se aparta y no participa de la erótica y el deseo dada su avanzada edad.