La semana repleta de inauguraciones, en la que el Museo Picasso, el Centre Pompidou, la Casa Natal y el Palacio Episcopal han presentado sus nuevas propuestas, concluyó este viernes con la muestra Todo es mucho, de Secundino Hernández, en el Centro municipal de Arte Contemporáneo (CAC), una exposición en la que se vuelve a repetir la única visión del arte que, lamentablemente, se exhibe en el espacio de calle Alemania.

El director artístico del centro, Fernando Francés, autoproclamado único comisario capaz de organizar muestras en el antiguo Mercado de Mayoristas, perpetúa ad nauseam su caduco sistema de colgar cuadros sobre pared blanca y alternando tamaños y bajo una iluminación estándar que desmerece la calidad de las obras, en este caso las del creador madrileño, que protagoniza aquí la primera exposición en un museo en nuestro país. A la ausencia de un fluido diálogo entre las piezas capaz de sorprender o atrapar al visitante se suma la interrupción espacial del recorrido, ya que la muestra pasa del Espacios central 2 al Espacio Proyecto, separados varios metros entre sí, sin más motivo que la falta de metros, dejando en paños menores al propio título de la exposición, que debería ser simplemente Mucho.

Pero una vez pasado el mal trago del bucle expositivo del CAC -ojalá lleguen pronto nuevos comisarios, nuevas visiones e interpretaciones que acaben con la dictadura estética actual- hay que reconocer la arrolladora expresividad de muchas de las obras de Hernández, en las que la pintura parece desbordar los lienzos. «Esta exposición es una muestra de lo que he estado haciendo en los últimos años», indicó el creador, que confesó que «pintar hoy es una posición» ante la vida y que su objetivo es que sus cuadros «lleguen a la gente».

A través de treinta y ocho obras entre pinturas, muchas de gran formato (sobre todo la pieza central que mide casi diez metros de largo) y dibujos, Secundino Hernández deja ver al público malagueño cómo su arte evoluciona a través de la experimentación.