Orquesta de la AcademiaIván Galamian

Programa: Obertura. Armida Hob. XXVIII:12; Concierto para violín y orquesta en Sol Mayor, Hob. VIIa4 y Concierto para cello y orquesta en Do Mayor, Hob. VIIb:1, de F. J. Haydn. Solistas: Pablo Martos, violín y Alberto Martos, violonchelo. Sala María Cristina

Cuarteto Granada

Programa: Cuarteto nº 15 op. 144, y Cuarteto nº3 op. 73, de D. Shostakovich. Músicos: Mario Navas, Emilia Ferriz, Manuel Moreno y Jeremías Sanz. Sala María Cristina

Dos nueva citas en la Sala María Cristina para el melómano malagueño más exigente. Vayamos con la que dentro del ciclo Tocando las Estrellas acercaba este pasado sábado a dos músicos granadinos con un disco como programa y una idea formal que daba luz propia a uno de los compositores más decisivos del gran repertorio. Adalid de la escuela de Viena, Haydn traspasaría los límites de la servidumbre en la casa de los Eszterhaza con bastante más éxito que su coetáneo Mozart al servicio de Colloredo. Ambos representan el impulso, el germen del compositor moderno pero también el cimiento de un estilo, el clasicismo, que ampliarán los horizontes de la composición como reconociera el mismo Beethoven.

Pablo y Alberto Martos ofrecieron junto a la Orquesta de la Academia Internacional Galamian, que comanda el maestro José Vélez en la doble faceta de director y concertino, su primer trabajo discográfico para el sello Sony Cassical. Tres obras conformaron el concierto, que supo a muy poco tanto por el interés de las obras como el nivel artístico demostrado a lo largo del mismo. El programa se abría con la obertura de Armida, la ópera con más proyección del viejo maestro que sigue en su génesis los principios propuestos por la reforma de Gluck y que afectan incluso a su pórtico introductorio. La Academia Galamian se distinguiría por una lectura ágil y contrastada aprovechando la estructura interna de la obertura en rondo que permite incidir sobre un tema dominante, expuesto con pulcritud, y otros materiales temáticos de la ópera.

Entre el concierto para violín y el concierto para cello apenas transcurren cinco años, pero también es interesante descubrir que fueron escritos cuando no habían pasado dos décadas de la desaparición de J. S. Bach. En este punto es posible establecer cierto referente estético para comprender la lectura ofrecida por los Martos. Ambas páginas destacan por la rigidez formal de tres movimientos animado-lento que se resiste abandonar la ornamentación, el papel del virtuosismo como base esencial a las que se adhieren descaradas referencias líricas. Los movimientos introductorios distan muy poco del aria da capo, los centrales presumen de un tono cantabile irresistible mientras que los conclusivos derrochan lucimiento del solista. No obstante, otra nota que destaca de estas dos páginas se sitúa en el balance -aún por desarrollar- entre orquesta y solista. Pablo y Alberto Martos sortearían dificultades con la naturalidad del sonido que son capaces de extraer de sus respectivos instrumentos. Se aprecia algo más que estudio detrás de estas dos páginas de Haydn: por una parte, la deseada interpretación sin atajos; por otra, la coherencia formal que dotan de personalidad a estos dos músicos.

Cuarteto Granada

No queda muy lejano aquel tiempo cuando en esta ciudad pensar en determinado apetecía irreal. La realidad ha cambiado tanto que aquello que antes producía vértigo hoy son proyectos solventes, y, lo que es mejor, poseen la suficiente continuidad como para entender que las sendas ya están marcadas y sólo resta materializarlos con madurez y credibilidad. Cualidades con las que el Cuarteto Granada culminaba este pasado viernes la integral de los quince cuartetos de cuerda de Shostakovich en la Sala María Cristina.

El Cuarteto Granada abrió el recital con los seis adagios que estructuran el nº15 de los cuartetos. Página densa, que a pesar de su apariencia opresiva muestra a un Shostakovich consciente de su ocaso que no duda en reflexionar sobre su propia obra. El violin de Emilia Ferriz iniciaría la lectura introduciendo una sonoridad irreal al que se unen el resto de cuerdas que empujan al oyente a un espacio desconocido. Los motivos se irían sucediendo de forma encadenada, que gracias al nivel técnico desarrollado por Granada dotaron a la interpretación de la suficiente carnalidad como para hacerlo opresivo e irresistible.

El contraste citado llegaría de la soberbia lectura del op. 73. Escrito en el año cuarenta y séis destaca por su decidido carácter melódico en oposición al número quince que renuncia a la seguridad que otorga la melodía. El número tres posee un interesante carácter cíclico que une los movimientos extremos y que exigen pulso y equilibrio dinámico. Destacar el violín de Mario Navas. La profundidad de la viola de Manuel Moreno y cello de Jeremías Sanz tendrían un papel decisivo sin olvidar la pulcritud que extrae Ferriz en el segundo violín.

Acabada la integral Shostakovich ahora sí que comienza la madurez del conjunto que está llamado a convertirse en todo un referente musical.